El 17 de mayo se celebra el día contra la LGTBIfobia. Han pasado 31 años desde que la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades y 41 desde que la policía asesinó por ser travesti a Vicente Vadillo Santamaría, Francis, en Errenteria. Y, hasta hoy, las lesbianas, gays, bisexuales y transexuales continúan siendo discriminadas, acosadas, atacadas y rechazadas en las instituciones, en el ámbito laboral, escolar, en el deportivo y de ocio…
Han pasado décadas de reivindicación y lucha. Los discursos dominantes nos hablan de avances importantes, de una falsa igualdad dónde las personas disidentes del sistema sexo-género sufren solo discriminaciones aisladas o puntuales. La realidad es otra: se han producido avances en las últimas décadas sí, pero también retrocesos, de la mano de políticas de blanqueo y no transformadoras y del avance de los discursos de odio. Los derechos alcanzados están en continuo peligro, más aún en situaciones de crisis en las que no se suelen atender las necesidades de las personas LGTBI dando como resultado mayores niveles de desigualdades, exclusión y discriminación en todos los ámbitos particularmente para aquellas en situación de mayor vulnerabilidad como las migrantes, las personas mayores, jóvenes y adolescentes, etc.
Todo esto se ha puesto muy en evidencia durante este año: la pandemia y la gestión que se ha hecho de la misma han provocado grandes impactos en la población y particularmente en las personas LGTBI, reforzando el marco binario y cisheteronormativo impuesto. Inicialmente se han visto obligadas a confinarse en espacios no seguros; han sido acosadas y señaladas en las calles; muchas han vuelto al armario par autoprotegerse; han visto desatendidas sus necesidades específicas de salud; han estado más aisladas y desconectadas de sus redes de apoyo al mismo tiempo que estaban más expuestas a una violencia más invisibilizada. En el momento actual, con una grave crisis económica en ciernes, es más que probable que las personas LGTBI, sobre todo algunas como las personas Trans o tantas que trabaja en la economía sumergida, sufran de altos niveles de exclusión laboral y precariedad. Además, seguimos sin una atención y seguimientos ni normalizados ni adecuados en los ámbitos escolar y sanitario con consecuencias evidentes como diagnósticos y tratamientos de salud o medicamentos urgentes que no llegan. Actualmente están encima de la mesa sistemas de seguimiento y control de las personas relacionados con la COVID19 que si no son bien utilizados y gestionados pueden suponer una herramienta más de control de las disidencias como la LGTBI.
Asistimos a una normalización y aumento de los discursos de odio de la mano de sectores de ultraderecha que están suponiendo ya un mayor número de agresiones a personas LGTBI por su orientación sexual o su identidad o expresión de género. Mención especial merece el nivel de agresiones y violencia que está sufriendo el que probablemente sea el colectivo más vulnerable, el de las personas Trans.
Las personas LGTBI se enfrentan a pérdida de derechos y a un aumento de la discriminación y rechazo por su orientación sexual o identidad de género. Debemos luchar contra los discursos y actos de odio hacia todas las personas LGTBI, particularmente hacia aquellas de colectivos más vulnerables. Debemos estar vigilantes y exigir a las administraciones políticas activas de lucha contra los discursos de odio así como el impulso de políticas feministas interseccionales para hacer frente a las consecuencias de la pandemia en las personas LGTBI.
Dinamitemos los centros del binarismo y la cisheteronorma para habitar los márgenes en libertad.
✊ Askatasuna gurea da, ez dira pasako!