Estamos en fechas en las que la organización de todo tipo de eventos con motivo del 28J, día del orgullo LGTB, van a ocupar nuestras agendas. Muchos de estos pretenderán visibilizar la fiesta, la exhibición de cuerpos deseables al mismo tiempo que invisibilizarán a aquellos colectivos que, desde la lógica capitalista, no son fuente de ingresos. Las bolleras, las personas trans*, las precarias, las discapacitadas, las racializadas, las locas, las migradas… no estarán invitadas a estas celebraciones que pretenden despolitizar un movimiento de disidencia, a la vez que hacerles perder la memoria.
Han pasado 52 años desde que en Stonewall bolleras, marikas y, sobre todo mujeres trans racializadas, se rebelaran frente al acoso y chantaje continuos de la policía: este hecho marcó un antes y un después en la lucha de las personas LGTBI. También han pasado 42 años desde que el 10 de junio de 1979, un policía asesinara a Antonio Vicente Santa María, Francis, en una discoteca de Errenteria por ser travesti. Nuestro pequeño Stonewall.
La escalada de odio y violencia hacia personas LGTB va en aumento. Los discursos de odio se suceden en las calles y en los parlamentos. Existe un clima de hostilidad, señalamiento y falsedades generado por ciertos intereses políticos y mediáticos que están sufriendo, especialmente, las personas trans*. Los derechos de las personas trans* son derechos humanos y deben estar reconocidos y blindados sin ningún tipo de titubeo ni limitación.
Por las que lucharon, por las que luchan, y por las que lucharán. Por las que no rinden pleitesía a la norma. Por esa disidencia con mayúsculas iluminada por aquellas luces de neón de Stonewall. Por las que rompen a plumazos las rígidas normas de la heterosexualidad y que puño en alto reivindican que, sin memoria, no hay disidencia.
Este 28J volveremos a llenar las calles de Euskal Herria para decir alto y claro que, frente a sus fobias y frente a su odio: ¡disidencia y resistencia transmarikabibollo!