«No pudo desaparecer en una nube de humo. La era de los milagros ya pasó… Capitán Ziegler, ¿cree usted que puede descubrir el origen de ese revólver? […] Ellery se arrodilló junto al hombre; cuando se incorporó, tenía en la mano una barba postiza».
Ellery Queen, Aventura en la Mansión de las Tinieblas (relato publicado en 1940).
«Murieron por el coltán, pero ni ellos lo sabían».
Eduardo Galeano, Las guerras mienten (artículo de opinión en El Mundo, 2005).
Dicen muchos que la izquierda está muy perdida ante la invasión de Ucrania, pero es puro maniqueo que juega con una simbología cultural que cada vez queda más atrás. Ya son muchos años viendo bloques capitalistas peleando por líneas en un mapa. No a la guerra, gerrari ez. No parece una posición equidistante cuando recibe tantos varapalos si la dice un zurdo. Hay quien la acusa de vacía, a pesar de venir acompañada de discurso y propuesta, y hay quien la acusa de tardía, cuando ha sido un mensaje continuado al menos desde 2014. Afirmemos que es una postura comprometida. ¿Comprometida con qué? ¿Con el pacifismo? No, con la vida, supongo, pero por mi parte también y muy específicamente contra el capitalismo.
El gobierno ucraniano es a mis ojos execrable. Viene de donde viene. Tal vez mirando atrás también es fácil decirlo, pero armar a la población así, animarles a tirar molotovs, soltar tantas mentiras fácilmente contrastables no deja lugar a dudas. Zelenski no es un loco peligroso hoy, lo era también ayer, y con el beneplácito y apoyo de la OTAN, los medios… un gobierno que lleva años sin respetar los acuerdos de Minsk después de haber cometido verdaderas atrocidades. Por supuesto no deja de ser difícil repartir culpas mirando más atrás en la historia de ese no tan pequeño pedazo del planeta.
Rusia no tiene derecho a hacer lo que está haciendo, ni lo que lleva haciendo desde hace mucho, invadir otro Estado que ejerció su derecho de autodeterminación. Ese mismo derecho del que hoy se burla Putin al mismo tiempo que dice reconocer la soberanía de Donetsk y Lugansk. El gobierno ruso no tiene derecho a detener a su gente por protestar. No tienen derecho a la mentira, el robo y el asesinato que marcan sus pasos al oeste de su frontera. Para Putin tenemos un consenso muy transversal en el epíteto: sátrapa. Para Shoigú y compañía igual podemos tirar de diccionario.
Cuestión de bandos
Me gustaría negarlo, pero por un segundo me alegré de que las explosiones llegaran más allá del Donbáss. Solo tardé eso, un segundo, en recordar que no es una cuestión de bandos, sino de cómo afrontar los conflictos. Igual en el pasado para muchos era tan fácil como mirar el color de las banderas, pero hoy sigue siendo tan fácil como mirar por la izquierda, con la vida en el centro y la verdad por delante; o por la derecha, mirando por la acumulación de capital y la mentira por bandera. Si a un lado defender la vida supone el encierro o el destierro y al otro contar toda la verdad también, y no podemos ver claramente los colores de las banderas tras cada lado de esa frase, igual es que ambos necesitan ser “desnazificados”.
Por supuesto debemos mirar de frente a nuestra responsabilidad más cercana o directa (la OTAN, no el ejército ruso, por supuesto), pero no podemos olvidar ni por un momento que nada justifica esta invasión, tampoco nada justifica lo que lleva tantos años ocurriendo en el Donbáss, ni podemos borrar que Ucrania y Rusia tienen mucha historia. En cualquier caso Putin no ha sido empujado a la invasión por la amenaza occidental o por los nazis ucranianos. Aunque las acciones de occidente han ayudado a preparar el camino, la excusa del Donbáss es tan socorrida como lo fue para la OTAN la de los Balcanes. Rusia intenta obtener por las armas, camino de Kiev, lo que ya perdieron con la misma herramienta al obtener el control en Crimea: someter a Ucrania. Al mismo tiempo la OTAN ha seguido la lógica del expansionismo suicida tan reconocible en las lógicas de mercado. Una empresa dedicada al tráfico de armas, que vende falsa seguridad a golpe de terrorismo. Hay hueco, lo toman; da igual que luego el cliente salte en pedazos, no hay nadie al volante. La OTAN podría haberse disuelto o haber intentado ganar un gran aliado tras la perestroika, pero prefirieron decir lo de “es el mercado, amigo”. Ahora Rusia vuelve a sentirse fuerte y sigue la misma lógica, la mimetiza: devuelve en el macabro tablero lo ocurrido en Yugoslavia; venta de armas y toma y daca con las fronteras. Tienen misiles hipersónicos que poner encima de la mesa. Putin y su gente saben que funciona económica y políticamente. El “neozarismo” igual no sigue perfectamente la definición del “imperialismo yankee”, pero se le parece, lo imita muy bien. Rusia y Ucrania han seguido lógicas paralelas dentro de sus obvias diferencias: se adaptaron al neoliberalismo, los burócratas se convirtieron en oligarcas, el nacionalismo de derechas fue creciendo, empobreciendo ambas democracias y, en momentos puntuales, retroalimentándose mutuamente.
Ucrania lleva muchos años en guerra por motivaciones geopolíticas (burguesas, capitalistas, de derechas), y lo que ha hecho Rusia siempre ha ahondado en ello. Cómo no vamos a decir “no a la OTAN”, “no al expansionismo ruso” y “no a la guerra”. El ejército ruso debe salir de inmediato del territorio, y el Estado ucraniano debe adaptarse a su realidad sociocultural y geoestratégica. Quienes sufren los conflictos armados, son los pueblos. Debemos pelear siempre por la diplomacia, la soberanía popular y la democracia radical. En Donetsk, en Kiev, en Moscú, en Diyarbakir o en Iruña. Puede sonar naif cuando están pegando tiros y caen bombas, pero es la única posición política válida para defenderse del incontrolado belicismo capitalista y huir de espirales como la Siria, sin ir más lejos. Al menos si no queremos acabar con un cetme, un molotov o una AK-47 en las manos mientras nos vuela en pedazos un dron, solo porque la última necesidad de la industria 4.0 del bloque “X” no pasa por el correcto funcionamiento de las infraestructuras que tenemos a nuestro alrededor (por poner un ejemplo).
Las armas no se envían
Porque, sería tontería dudarlo, siempre habrá quien te ponga el fusil en las manos. Las armas no «se envían» sin más, como leo en todos los titulares. De forma más directa o indirecta, con eufemismos tan baratos como «fondo europeo de apoyo a la paz»: se venden, los fabricantes cobran, los receptores las adeudan, se trafica con ellas. La OTAN son grandes traficantes de armas, eso ya lo hemos dicho.
Más armas, mayor escalada bélica, más víctimas y mayores problemas de seguridad. Da igual cuántas armas manden, las fuerzas no se igualarán. Y no hay comparación con Vietnam, por ejemplo. Es su territorio vecino, su paso geográfico hacia el Mar Negro y el Oeste de Europa, es frontera con la OTAN… Nadie puede asegurar si Rusia parará ahí, pero ya han planteado unas exigencias ante las que no van a ceder (reconocimiento de Crimea, desmilitarización de Ucrania y «estatus neutral») y «nosotros» estamos respondiendo a esas exigencias enviando armas.
Viendo la estrategia del gobierno ucraniano muchas armas terminarán en manos de nazis, las obtendrá gente que las venderá al mejor postor, puede que se terminen utilizando para delinquir, serán sin duda origen de fuego amigo… y, por supuesto, acabarán en manos de los rusos a medida que tomen posiciones.
Han muerto muchos más civiles tras los acuerdos de Minsk que en lo que llevamos de invasión rusa. Las armas también fluían, hacia los dos lados de las «fronteras» de Novorusia. Bonita solución. Tienen derecho a defenderse. Y nosotros a considerar que no debemos venderles armas… No me planteo que sea una cuestión de derecho en cualquier caso, sino de pragmatismo, algo que no tiene por qué estar reñido con los principios. De hecho, no debería estarlo.
Mañana volveremos a salir a la calle contra la guerra y para defender la paz para los pueblos. A estas alturas ni me sorprendería el uso de la Ertzaintza para echarnos a quienes llevemos pancartas contra la OTAN, el «envío» de armas o la censura informativa. Así están las cosas «a este lado del muro». La URSS se deshizo hace décadas, no es lo que lastra a la izquierda. Lo que nos lastra es la hegemonía del capitalismo a ambos lados del frente y es lo que combatimos.
Iagoba Itxaso, militante de Alternatiba. Extraído del blog «Ignominia por fascículos».