Desde la dirección de Osakidetza se insiste en que la actual situación de deterioro es una situación coyuntural, consecuencia de la COVID, de la falta de médicos, de la posición lunar o de los chemtrails. Cualquier excusa vale, cualquiera antes que admitir que es la consecuencia lógica de una gestión que busca la degradación de lo público para justificar privatizaciones y el negocio de unos pocos.
¿O acaso es casualidad que los últimos Consejeros de Sanidad hayan acabado, puerta giratoria mediante, en empresas de sanidad privada? Jon Darpón en Keralty, después de tener que dimitir por el escándalo de las oposiciones, Gabriel Inclán en Quirónsalud Bizkaia, e Iñaki Azkuna con una estatua presidiendo la entrada de la clínica buque insignia del IMQ en Zorrozaurre. Por no hablar de Ander Urruticoechea, responsable de desmantelamiento y privatización del Onkologikoa de Donostia, ahora encargado de diseñar el futuro de Osakidetza.
Como argumento de defensa de la sanidad pública se nos vende que somos la comunidad que más gasta en sanidad. Con trampa, como no. Porque si analizamos el gasto en porcentaje de PIB, es decir, el gasto en función de la riqueza, en la CAV es del 5,54% en 2024. ¿Y este porcentaje en qué lugar nos deja comparándonos con países que sean realmente un referente? La media europea es del 7%, y en Alemania este gasto sube hasta el 11,1% y en Francia hasta un 10,4%. Pero es que incluso comparándonos con el estado español estamos en el furgón de cola, pues al usar este dato (o trampa, como se quiera) no se específica el cómo se gasta este dinero. En resumen, en 2024 se gastarán en conciertos (contratación de diferentes servicios a la sanidad privada) casi 250 millones de euros. La cantidad más alta en 12 años.
Eso nos lleva al abismo sin remedio. Como ejemplo, la huelga de las ambulancias nos pone sobre la mesa la insostenible situación de las emergencias en Osakidetza. La subrogación del Soporte Vital Básico lleva a la plantilla a sufrir la merma de sus sueldos y condiciones laborales por culpa de empresas piratas que siempre ofertan a la baja y aún así se llevan el contrato público.
Pero el problema no es solo de subrogación. En cuanto a la parte gestionada directamente por Osakidetza, la falta de médicos en ambulancias y Centros Coordinadores pone de manifiesto la mala gestión. Un director de emergencias que tiene que dimitir en plena pandemia porque se marcha a su segunda residencia en Castro, otro tiene que dimitir por estar investigado por malversación siendo presidente de la DYA y la actual gestión que se pone de perfil ante meses de trabajadores en huelga sintetizan de manera flagrante la ausencia de cualquier plan por mejorar la sanidad pública. Nadie al volante.
Tampoco se nos puede olvidar el maltrato sistemático al que son sometidos los trabajadores del SPS. Elevadas cargas de trabajo, escasa cobertura de bajas, encadenamiento continuo de contratos precarios, cupos inabarcables en los que se fuerzan citas constantemente, OPEs con nombres y apellidos en las que se sacan pocas plazas añadiendo estrés a la plantilla y podríamos seguir ad infinitum.
Y como la pescadilla que se muerde la cola, el abandono de la prevención de la salud en beneficio de un sistema hospitalario más caro lo ha convertido en victima fácil de las empresas privadas. La prevención no es un negocio rentable, pero sí perverso. Por eso una parte nada desdeñable de la ciudadanía piensa que con un seguro privado de 50€ tiene cubierta la atención a su salud, aunque luego se sorprendan cuando la enfermedad diagnosticada no es rentable para el seguro y te redirigen a una Osakidetza degradada y esquilmada. Como tampoco son nada desdeñables las “pequeñas” cantidades de dinero para pagar pruebas que adelanten diagnósticos que se retrasan en Osakidetza por vergonzantes listas de espera.
Y así vamos poniendo más clavos en el ataúd de Osakidetza transfiriendo dinero de nuestros impuestos y bolsillos a una sanidad privada bien engrasada por puertas giratorias.
El deterioro actual de Osakidetza no es coyuntural. Es el resultado de una planificación implementada paulatinamente desde hace años. La pandemia puso en evidencia las tensiones que ya existían y aceleró el proceso de degradación. Si el sistema de salud funciona a día de hoy es gracias a los profesionales que trabajan asumiendo cargas de trabajo infernales. El deterioro de la atención primaria, puerta de acceso a la sanidad, el cierre de los PACS, la sobrecarga de las urgencias de los hospitales o el aumento de las listas de espera son realidades que juntas nos ofrecen una foto bastante esclarecedora de la actual situación de Osakidetza.
Artículo de la campaña de «Salvemos Osakidetza».