Aitor Miguel Quintana – Alternatiba Araba
Recientemente las portadas de periódicos estatales fueron copadas por la morbosa foto que llenaban Mariano Rajoy, la ministra de Fomento, el príncipe de la corona española y el presidente catalán Artur Mas en la inauguración del último tramo ferroviario del corredor de Alta Velocidad Madrid – París.
Fotografía desbordante de tensión desde la óptica del conflicto sobre la soberanía de Catalunya. Soberanistas catalanes frente a quienes imponen las decisiones del estado sobre la libertad de los y las ciudadanas y sus territorios.
La sensación de confrontación que suscitó esta imagen no fue, probablemente, compartida en igual medida por todas y por todos. Quienes analizamos la soberanía desde otra óptica veíamos a cuatro personas viajando cómodamente en el mismo tren. Veíamos a dirigentes a los que por encima de las guerras mediáticas que supuestamente les separan parecían mucho más unidos por todo lo que tienen en común. De ahí que salvando las diferencias identitarias se les viera plácidamente viajando juntos en Alta Velocidad.
Y es que para algunas personas la soberanía nacional es un instrumento de corto alcance si no se utiliza para la consecución de la soberanía plena de los pueblos. De poco sirve la soberanía nacional si tan solo sirve para reconstruir sobre ella el mismo modelo socioeconómico.
No encontramos diferencias sustanciales entre Rajoy y Mas mientras viajan a Alta Velocidad a través de viaductos situados muy por encima de los pueblos. No vemos las diferencias si ambos ven la crisis como algo coyuntural y no como una crisis sistémica, si ambos aplican las mismas recetas basadas en recortes e inversiones en macroproyectos para su mayor gloria y para beneficio de unos pocos.
Proyectos como el Tren de Alta Velocidad que han sido promovidos sin aval alguno de estudios de movilidad e impacto económico. Y que no han sido dirigidos bajo los principios de precaución que deberían gobernar las actuaciones sobre el medio ambiente que comprometen los recursos económicos de países durante décadas.
Son Marianos, Mases y Urkullus adalides de un mismo modelo socioeconómico. Que se erige sobre AVEs, Súper Sures, macroincineradoras o el Fracking. Se nos ha tachado de primitivos a los que hacíamos oposición a esta manera de entender el desarrollo. Todavía se nos llama caníbales cuando hablamos de Soberanía Alimentaria. Pero lo cierto es que, a día de hoy, tras 20 años de explotación, AVE no le salen las cuentas en el estado español. Tampoco a Bizkaia con la Súper Sur. ¿Debemos contaminar también los acuíferos alaveses para darnos cuenta que el Fracking no es el camino?
Solo un modelo erróneo y una civilización enferma destinan el grueso de sus recursos a proyectos sin garantía de éxito mientras, con el pretexto de carácter de alternativas, mutila pilares sociales imprescindibles como la sanidad y la educación.
Por todo ello, la soberanía nacional solo nos diferencia y tiene sentido intrínseco como instrumento, internacionalista y solidario, para un cambio de modelo que nos garantice la transición hacia la soberanía plena de los pueblos.