El 28 de junio es todo el año para las maricas, las bolleras, las personas bisexuales y trans, aunque también sabemos que a partir del día 29 de junio solo nos tendremos a nosotras mismas, ya no ocuparemos agendas políticas ni institucionales. Se apagarán las luces y las brillantinas. Volverá lo normal, la norma, la cisheteronorma. Por eso, en este artículo queremos alertar de dos fenómenos que se vienen dando en los últimos años.
En primer lugar, la mercantilización de la lucha transbollomarica este año ha subido un peldaño más en la escala de la vergüenza. No nos sorprende, pero sí merece la pena no pasarla por alto. Nos hablarán de las conquistas logradas, de que hoy, 28 de junio, ya no es un día de lucha, sino de fiesta, que es la oportunidad de lucir nuestros cuerpos deseables esculpidos a golpe de mancuerna y sustancias varias durante todo el año… Y nos dirán todo esto porque, de lo contrario, tendrían que hablarnos de cómo las empresas han visto un nicho de mercado en nosotros, una vez más, en masculino (las lesbianas, mujeres bisexuales, y trans no dan dinero), o que necesitamos seguir conquistando derechos para que las vidas de les compañeres no binaries también sean reconocidas (por poner un ejemplo), o que no todos los cuerpos caben en la norma.
No hay que olvidar que el activismo transbollomarica ha ido conquistando infinidad de espacios que no debemos perder. Pero también es cierto que no todos los colectivos, ni todas las personas que se aglutinan en ese concepto LGTB entran en ellos. No afrontamos las mismas realidades, ni las maricas, ni las bolleras ni las personas bi, ni los, las y les compañeres no binaries, ni las mujeres ni los hombres trans, y tampoco podemos abordar estas realidades sin observar cómo son atravesadas por cuestiones como la clase, la diversidad funcional, el origen, el color de piel… Por consiguiente, no se puede ver al colectivo LGTBI como un grupo estanco que comparte las mismas opresiones, sino como un colectivo diverso, cambiante y en constante disidencia con la norma.
Ante esto, estos días volveremos a ver dos modelos que chocan entre sí; el de quienes ofrecen un modelo mercantilista que, bajo la premisa del «ya está todo conseguido», organizan prides dando la espalda a los colectivos y personas que han puesto y ponen la cara y el cuerpo donde nadie quiso ni quiere hacerlo, y el de quienes ocupan las calles y conquistan espacios y derechos, quienes transforman contextos desde la organización y la lucha y muestran la necesidad de romper una norma que nos asfixia y limita nuestras vidas.
Y, por otro lado, queremos alertar también sobre la banalización por parte de la ultraderecha de los discursos de odio contra el colectivo que, en los últimos años, se han acrecentado. Su discurso ha ido ganando espacio donde nos violentan y asesinan sin disimulo. Como hemos podido ver el pasado 5 de mayo, en Buenos Aires asesinaban a Pamela, Mercedes y Andrea. Sofía se salvó por los pelos, aunque sufrió graves quemaduras en cara y cuerpo debido al explosivo que Justo Fernando Barrientos arrojó a la habitación en la que dormían. El asesino les repetía una y otra vez insultos lesbófobos. A pesar de ello, el presidente de Argentina negó la existencia de la palabra lesbicidio y la existencia de odio, en Madrid, delante de empresarios, todos hombres. Hoy, apenas un mes y medio después, las empresas de estos señores han pintado sus logotipos con los seis colores de la bandera LGTB, han hecho declaraciones de empresas diversas y, a buen seguro, financiarán o acompañarán alguno de los pride que se celebren.
Nos contarán este cuento, como aquel de que Eurovisión era solo un festival de música, que no había que politizarlo, después apoyar abiertamente a Israel en una operación de pinkwashing y lavarle la cara al genocida de Netanyahu.
Volviendo a Euskal Herria, puede que en alguna ocasión nos hayamos olvidado de unir la lucha a la fiesta (jaiak bai, borroka ere bai), quizás debamos hacer esa autocrítica, pero nunca nos hemos tragado el sapo de que está todo conseguido, ni que la normalización venga de la mano de El Corte Inglés o del Burger King.
Quizá esté todo ganado para quienes consideren que las lesbianas no existen y, por tanto, los lesbicidios tampoco, o para quienes consideren que las personas gordas no pueden ser deseables, o para quienes no tengan que enfrentarse cada día, cada hora, a la rígida cisnorma. Quizás todos ellos, más pronto que tarde, descubran que todo lo ganado pende de un hilo si no hay una lucha que lo sostenga, o quizás algunos de ellos sucumban a la tentación de unirse a quienes arrebatan derechos porque los sapos no están tan malos.
Desde Alternatiba decimos: aquí estaremos, poniendo el cuerpo y la cara frente al fascismo. Llamándole al lesbicidio, lesbicidio; al racismo, racismo, al capacitismo, capacitismo y al genocidio, genocidio. Señalando con el dedo a quienes quieren restringir derechos o arrebatar conquistas. En las calles y en las instituciones, transformando contextos junto al activismo. Y como nos recordaba una y mil veces nuestra compañera Mikel Martín, aquí estamos y no nos vamos a esconder.
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