La Mesa Internacionalista de Alternatiba elabora este primer artículo en una colección de tres analizando los efectos de la invasión rusa de Ucrania en Euskal Herria.
El 24 de febrero de 2022 todos los fantasmas que habían sobrevolado sobre Ucrania durante semanas se hicieron realidad. Se cumplen tres años desde que el Gobierno Ruso escalara el conflicto a su siguiente fase con una operación militar a gran escala sobre Ucrania. Las potencias capitalistas resolverían sus disputas imperialistas mediante la guerra. Tras estos tres años, este conflicto ha dejado cientos de miles de muertos, 6.7 millones de refugiados y un país devastado. Los conflictos entre los poderosos los pagamos las clases trabajadoras y en Ucrania esta frase se ha llevado a su máxima expresión. La guerra también ha tenido consecuencias en Europa. Los discursos securitistas han aumentado con la restricción de derechos, la vida se ha encarecido y la extrema derecha crece sobre una ola militarista. Con el segundo mandato de Donald Trump se han iniciado las conversaciones de paz. Esta negociación se dará exclusivamente entre Estados Unidos y Rusia, sin tener en cuenta las opiniones de Ucrania o de la Unión Europea. A todas luces el proceso de paz que se diseñe va a suponer un terremoto en el orden internacional y es evidente que Euskal Herria también sentirá el temblor.
No hay que olvidar que este conflicto no se inició en febrero de 2022, sino cuando la Unión Europea y EEUU impulsaron el golpe de estado de Euro-Maidán en febrero de 2014. En la Ucrania defendida por Occidente se han venido violando sistemáticamente los derechos fundamentales. El Gobierno ucraniano encubrió a los grupos de extrema derecha que participaron en la quema de 48 trabajadores en la Casa de los Sindicatos de Odesa. Posteriormente, los partidos de izquierda fueron ilegalizados y los sucesivos gobiernos han recibido el apoyo de la extrema derecha y de grupos neofascistas. En estos años se han incrementado las desigualdades sociales, la miseria y la corrupción en Ucrania, llegando a convertirse en el centro de venta de bebés en Europa a través de la gestación subrogada. Por su parte, Rusia anexionó Crimea en marzo de 2014 y apoyó las repúblicas de Donetsk y Luhansk hasta su anexión en 2022, también realizando múltiples crímenes en el proceso. Estos tres últimos años suponen una nueva fase de la guerra en la que Rusia ha violado la soberanía ucraniana contraviniendo la legislación internacional.
La actitud del bloque occidental ha sido igualmente lamentable en las últimas décadas. Desde 1999 la OTAN fue ampliándose hacia el este de Europa y en 2014 vio la oportunidad de sumar una valiosa pieza. Altos cargos como Catherine Ashton, Alta Representante de la UE, y Victoria Nuland, Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EEUU, se dejaron ver en Kiev durante las protestas de Maidán. La OTAN ha encubierto los crímenes cometidos por el régimen del Maidán en el Donbass y ha obviado que el Gobierno Ucraniano haya incumplido los acuerdos de Minsk. Durante las primeras semanas de la invasión de 2022 los mandatarios occidentales paralizaron un acuerdo de paz cerrado en Estambul entre Ucrania y Rusia. Al Gobierno de Kiev le impusieron la defensa de sus intereses a través de las armas, dejando de lado la vía de la negociación. Tres años más tarde se ha visto lo que ha supuesto para Ucrania seguir el militarismo de Boris Johnson, Biden, Macron y Von der Leyen; miles de muertos, una catástrofe humanitaria, una economía empobrecida por décadas y un país que ha perdido el 20% de su territorio.
Llegados al 2025 habrá que ver cuáles son los acuerdos entre EEUU y Rusia para acabar con la guerra. Pero una cosa está clara: Ucrania y la Unión Europea no sacarán nada bueno de ella. Tengan o no asiento. Desgraciadamente, los ciudadanos europeos deberemos pagar los platos rotos de las élites imperialistas. Los estados europeos pretenden aumentar el gasto en defensa. En 2024 la Comisión de la Unión Europea publicó la Nueva Estrategia Industrial Europea de Defensa. En ésta se establece invertir 1.500 millones de euros anuales de los presupuestos de la Unión en industria militar. Esto afectará directamente en la ciudadanía, ya que el dinero que se gasta en armas repercute en la inversión en el sistema de bienestar. En el propio País Vasco ya hay quienes, realizando propuestas militaristas, como Zedarriak apuntan en esta dirección.
Estos tres años también se han dejado notar en Euskal Herria. Desde los medios de comunicación atlantistas nos han bombardeado constantemente con propaganda militarista sumiendo a la sociedad en un estado psicológico de guerra. Nos han querido hacer parte del conflicto. Se ha reprimido la libertad de expresión en redes. La vida se ha encarecido, empezando por la cesta de la compra y siguiendo con el aumento de precios en combustibles y energía. Se le han dado alas a la extrema derecha, protegiéndose tanto en Ucrania como en el Estado a grupos de ideología y estética neo-nazi. En general, tres años más tarde, la guerra ha agudizado los síntomas de un sistema capitalista en crisis. Ante esto Euskal Herria debe hacer una apuesta firme contra la guerra. En lugar de construir la seguridad en términos de monopolio de la violencia, la izquierda debe apostar por la Seguridad Humana. Las situaciones de violencia se previenen construyendo un sistema amplio de bienestar, evitando desigualdades y promoviendo la convivencia. Hay que combatir los discursos de odio, el militarismo y las estructuras patriarcales que nos orientan hacia el conflicto y la catástrofe.
Mesa internacionalista de Alternatiba