Actualmente la llamada prestación contributiva está ligada al tiempo de trabajo cotizado y a la renta percibida, lo que deja en una situación vulnerable a colectivos con empleos precarios y contribuye a la fragmentación de clase. Hay que revertir esta concepción de la prestación de desempleo, de modo que, progresivamente, deje de estar ligado a los factores tiempo de trabajo-cotización y salario. Los efectos de esta nueva concepción serían tres: reducción de la vulnerabilidad social, recomposición de clase y socavamiento de la idea de que el/la trabajador/a es responsable de su suerte.
Por otra parte, existe una presión creciente para propiciar la colocación y movilidad de los/as trabajadores en función de las necesidades del capital. Este fenómeno se contempla claramente en las medidas que pretenden obligar a las personas paradas a aceptar las ofertas de trabajo recibidas, reduciendo su capacidad de decidir en función de sus propios intereses y capacidades y las condiciones ofertadas. Es un imperativo invertir este concepto de movilidad: hay que reducir la movilidad impuesta en función de los intereses empresariales y aumentar aquella relacionada con los intereses de la fuerza de trabajo, al hilo de lo arriba comentado en torno a la nueva cultura laboral.