Jonathan Martínez – Alternatiba
La derecha venezolana ha sufrido tantas derrotas electorales que ya solamente confía en el recurso del fuego, el pogromo y la bala. No en vano, las huestes de Henrique Capriles han decidido replicar el guión del golpe de estado de 2002 contra el presidente Chávez y pintar de sangre las calles.
Hace ya once años que la oposición, la patronal y los medios de comunicación privados promovieron el enfrentamiento popular en Caracas y llenaron la avenida Baralt de francotiradores. Diecinueve muertos y cientos de heridos sirvieron de excusa para asaltar por la fuerza el Palacio de Miraflores. La prensa oficial española aplaudió el secuestro del jefe de estado legítimo, y el gobierno de Aznar se apresuró a ofrecer su «disponibilidad y apoyo» al presidente golpista, Pedro Carmona.
Capriles, que conoce al dedillo el manual del golpismo, ha llamado a impugnar unas elecciones cuya transparencia ha sido ratificada por todos los organismos de observación internacional. Por eso los cachorros de la burguesía han salido a incendiar centros médicos y sedes del PSUV, han salido a asediar televisiones públicas y centros sociales, han salido a atacar a médicos cubanos y a disparar contra simpatizantes bolivarianos. Siete muertos a tiros que no serán portada porque son parias y no viven en Boston.
La Revolución continúa. El fascismo y el silencio de sus cómplices parece que también.