Ana Etxarte – Asamblea de Bilbao de Alternatiba
Una sociedad es realmente igualitaria no sólo si defiende la igualdad de manera retórica, sino si a su vez pone en práctica políticas, procesos e iniciativas que hagan efectiva esa igualdad. Desgraciadamente, hoy vivimos tiempos en los que muchas administraciones públicas, que debían ser los garantes de esa igualdad, hacen caso omiso de la misma y se pliegan a los intereses de los poderosos.
Entre esos poderosos se encuentra la Iglesia Católica, quien no ceja en su empeño de situar su doctrina por encima de todas las demás, haciendo partícipe a las instituciones públicas de su propia estrategia. Así, y aunque se supone que vivimos en sociedades laicas y aconfesionales, muchas administraciones siguen colaborando, apoyando y participando en ritos específicos de algunas religiones, sobre todo de la católica, dejando en agua de borrajas los principios antes señalados de aconfesionalidad, laicismo e igualdad.
Un claro ejemplo de ello es el demostrado una y otra vez por el Ayuntamiento de Bilbao. Así, hace unos meses pudimos asistir con estupor al pacto entre los conservadores del PNV y del PP -con el innecesario apoyo del PSE con su abstención- para declarar la Semana Santa de Bilbao como Bien Cultural Calificado, a la vez que se rechazaba la posibilidad de utilizar locales municipales y espacios públicos para la realización de funerales civiles.
Estos son sólo dos ejemplos de una larga lista en la que se demuestra la connivencia de la derecha con los intereses de una confesión religiosa concreta -la católica-, en contra de una realidad que nos muestra una sociedad cada vez más alejada de las tradiciones católicas y en la que, además, hay diversidad de credos y religiones.
Precisamente el respeto escrupuloso a esta diversidad de creencias, sin prioridad alguna, es la que permitiría una sociedad en la que imperan realmente la igualdad, el pluralismo, y la convivencia en igualdad de condiciones. Porque el laicismo, en contra de lo que algunos quieren hacernos creer, no condena la religiosidad, ni imposibilita el ejercicio de una confesión religiosa, sino al contrario, garantiza el pluralismo religioso, pero siempre circunscribiendo éste al ámbito personal y privado.
Sin embargo, el Ayuntamiento de Bilbao sigue apostando por confundir lo público con lo privado, la primacía de ciertas creencias sobre otras, y mantiene su confesional decisión de introducir las tradiciones católicas en los actos públicos.
Buen ejemplo de ello es el programa de la Aste Nagusia entre cuyos actos y festejos podremos ver, como todos los años, la celebración de varios actos religiosos a los que se convoca a la Corporación Municipal. En concreto me estoy refiriendo a las misas del 15 de agosto en la Basílica de Begoña y el 16 en las ermitas de Pagasarri y Artxanda.
¿Por qué los cargos públicos, representantes de toda la ciudadanía, independientemente de sus creencias, tienen que participar en estos actos religiosos? ¿Por qué este empecinamiento en mezclar el ámbito público y político, con lo particular y lo religioso, vinculando a una institución como el Ayuntamiento, de todas y todos, en actos privados de sólo un sector, cada vez más minoritario de la sociedad?
La dimensión religiosa debe quedar fuera de la labor institucional y el ejercicio de cualquier práctica religiosa no debe pasar la esfera de lo privado. Esta es la única forma de garantizar el principio de la aconfesionalidad. De esta manera, el Ayuntamiento no debería llamar a la participación, ni sus cargos públicos deberían tomar parte en ninguno de los actos religiosos de ninguna confesión de manera oficial, si quiere realmente garantizar el laicismo y la aconfesionalidad.
¿Para cuándo el Ayuntamiento de Bilbao se tomará en serio la aconfesionalidad que como institución pública debería poner en práctica? ¿Hasta cuándo seguirá dando apoyo a los actos religiosos y organizando misas como parte de los festejos de la Aste Nagusia? Las bilbaínas y bilbaínos queremos una Aste Nagusia popular, festiva, alegre y participativa, respetuosas con las creencias y derechos de todas las personas, no una Aste Nagusia que prima la moral de unos frente a otras.