Como ya se había debatido desde el Documento de Claves, lo electoral es un medio y no un fin. En este sentido, el indicador de éxito de la nueva organización no será el número de votos, sino la acumulación de militantes en base a una agenda común, las propuestas alternativas que se pongan en marcha, el grado de implicación social de la organización. Así, y mientras se piense que las elecciones sirvan para este fin, se participará en las mismas. Esta decisión la tomarán en cada caso los órganos pertinentes.
Sobre la participación futura en diferentes gobiernos, dado el carácter de la organización, sólo se podrá poner en práctica cuando se plasme en un programa radical y alternativo, no reformador ni mejorador del sistema, sino superador del mismo.
Por ello, si hay un gobierno antisistema mayoritario, se accederá al mismo con un programa radical. Si se trata de la posibilidad de acceder en coalición desde una perspectiva minoritaria, y dadas las nefastas experiencias de la izquierda no-socialdemócrata en Europa, Estado Español y Euskadi, se aboga por no participar en éstos, y nunca en el caso de gobierno vasco, diputaciones o las tres capitales, cuyo margen competencial es cuantitativa y cualitativamente elevado y generador de grandes contradicciones.
En definitiva, este es el bosquejo de principios, medidas y propuestas concretas que pueden suponer las bases de una nueva organización en la que converger. Cerrando esta reflexión con lo expuesto al inicio, la idea de la convergencia no sólo es el proceso natural que ya anunciábamos desde el 13 de diciembre -nacer para morir, pero aportando un caudal importantísimo: nuevas formas de hacer política, nuevos enfoques políticos con contenido y elaborados colectivamente-; la convergencia también es necesaria para sumar, para crecer.
En este sentido, es evidente que la atomización de la izquierda en nuestro país allana el camino a las fuerzas políticas que dan por bueno el sistema e incluso lo defienden. Es hora de dar un paso histórico y empezar a tejer las redes sociales, políticas y programáticas que nos permitan poder construir una alternativa creíble cualitativamente, y sobre todo, por qué no, cuantitativamente, sin complejos.
Desde la humildad, pero con firmeza y experiencia, aquí se plantea abiertamente la necesidad de confluir con mayores sectores políticos y sociales cada día; la necesidad de una organización permanentemente inacabada; la necesidad de hacerlo sobre las bases de nuevas formas de hacer y entender la política; sobre la apuesta por construir sociedad más que partido; sobre la importancia de la lucha por la hegemonía en el campo de los valores, etc. Sabemos la enorme dificultad de avanzar en este sentido, somos conscientes de las contradicciones que se irán generando, de los los múltiples escollos que habrá que ir salvando, pero al mismo tiempo tenemos la determinación y el compromiso de hacerlo.
De esta manera, el objetivo es claro: favorecer y fortalecer las condiciones objetivas -al menos en lo que podamos influir-, para crear a medio plazo un gran bloque de izquierda alternativa y soberanista, que dispute la
hegemonía a las fuerzas del sistema. En este sentido, la convergencia que se plantea significará aunar esfuerzos para construir una alternativa con visos de influir a todos los niveles de nuestra sociedad –incluido el institucional-, que plante cara democráticamente al sistema desde abajo y a la izquierda.