El 15 de mayo se recuerda el día de la Nakba («desastre» en árabe), el comienzo de la expulsión de gran parte de la población palestina de sus hogares en 1948. La creación del Estado de Israel, formulada por el sionismo político varias décadas antes, se sustenta en gran medida sobre la falsa premisa de «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». En este sentido, la expulsión de la población palestina de su tierra tras fundarse el Estado israelí no fue sino la materialización de una de las necesidades del proyecto expansionista sionista. A diferencia de otros ejemplos de colonialismo a lo largo de la Historia, en este caso no se trataba tanto de someter a la población autóctona y utilizarla como mano de obra barata sino de reemplazarla por población judía, al margen de cuál fuera su procedencia, con el fin de lograr una mayoría demográfica judía que garantizase la existencia de un Estado que tiene dicha religión como su principal pilar.
La partición de Palestina (hasta entonces bajo mandato británico) aprobada por la ONU mediante la Resolución 181 de 1947, y la consiguiente declaración del Estado de Israel, no fueron aceptadas por los Estados árabes limítrofes, lo que dio lugar a un conflicto histórico y político que continúa hasta hoy. En el contexto de ese enfrentamiento militar entre la entidad sionista recién constituida (financiada y armada en gran medida por Estados Unidos y diversos Estados europeos) y Líbano, Egipto, Transjordania, Siria e Irak tuvo lugar la expulsión de gran parte de la población palestina, que había sido reprimida y desarmada durante el mandato británico. Aunque las cifras varían en función de la fuente, se estima que entre 700.000 y 900.000 palestinas/os fueron obligadas/os a abandonar sus hogares por la presión y matanzas de Haganá, la fuerza militar antecesora del Ejército sionista. Una parte huyó a los países limítrofes mientras que otra parte dio origen a los campos de refugiados en Cisjordania y Gaza. Las cifras actuales, tal y como reconoce la propia ONU, se aproximarían a 4 millones, considerando la descendencia de los primeros refugiados.
Han pasado ya 66 años desde la Nakba y la mayoría de las/os refugiadas/os de 1948 ha muerto sin poder volver a su hogar. Por su parte, sus descendientes conservan la llave de sus casas y mantienen viva la esperanza y la reivindicación del retorno frente a la indiferencia, cuando no abierta complicidad, de muchos gobiernos frente a los planes sionistas.
Sin embargo, la situación que sufre el pueblo palestino no se limita a su desplazamiento en 1948. Estas últimas 6 décadas y media han significado una brutal represión y saqueo progresivo con el fin de asentar el proyecto sionista y convertir en inviable un Estado palestino. Además de las tierras usurpadas en 1948 el Estado sionista ha continuado anexionando territorio, a costa de las/os palestinas/os e incluso de Siria (1967). La política de construcción de colonias con la consiguiente red de carreteras de uso exclusivo de israelíes, perímetros de seguridad, check-points y militarización, así como el muro del Apartheid que separa familias palestinas, secciona campos de cultivo y asfixia el tránsito entre poblaciones palestinas, son parte de esa ingeniería social sionista destinada a apropiarse del territorio y reemplazar a sus pobladores. Si vemos sobre un mapa la evolución del territorio robado por el Estado sionista a lo largo de los años comprobaremos fácilmente como se evoluciona hacia una situación donde son las/os propias/os palestinas/os quienes quedan progresivamente aislados dentro de su territorio en una especie de colonias a la inversa. Y ello sin hablar de la situación de la franja de Gaza, donde el respaldo internacional a las políticas sionistas de guerra a Hamas, ha posibilitado que esta zona de millón y medio de habitantes se haya convertido en una especie de vertedero en el que la población no tiene acceso ni a los servicios más básicos debido al aislamiento externo.
Sesenta y seis años después de la Nakba no se vislumbra a corto plazo una salida en clave de respeto de los derechos del pueblo palestino, que incluya, evidentemente, el retorno de los refugiados. La ofensiva imperialista en la zona (Libia, Siria, Líbano, Egipto…) no facilita tampoco una presión suficiente por parte de los gobiernos de la región a favor del pueblo palestino.
Frente a este panorama desalentador cabría destacar dos aspectos. Por un lado, la lucha y el sacrificio del pueblo palestino por seguir existiendo y por acabar con la situación de ocupación, opresión y Apartheid. Esa capacidad de lucha, transmitida de generación en generación, es la mejor garantía de futuro para el pueblo palestino, consciente de que no le van a regalar nada y de que, además, le van a intentar seguir robando y minorizando por todos los medios.
Por otro lado, queremos poner en valor la solidaridad internacional hacia Palestina e, insertada en ella, la mayor iniciativa de solidaridad propuesta por el pueblo palestino: la campaña por el boicot, las desinversiones y las sanciones al Estado de Israel (campaña BDS: www.bdsmovement.net/call). Esta campaña, impulsada por 173 organizaciones palestinas, busca que Israel reconozca el inalienable derecho de autodeterminación del pueblo palestino y cumpla con la ley internacional en lo referente a finalizar la ocupación y la colonización, desmantelar el muro, reconocer la igualdad de derechos de los ciudadanos palestinos en Israel y permitir el regreso de los refugiados palestinos. El boicot a los productos y servicios israelíes (incluyendo el boicot a los artistas y académicos que actúan como embajadores culturales de Israel), la desinversión tanto desde el sector público como privado en empresas israelíes o de otros países involucradas en la conculcación de derechos del pueblo palestino, y el establecimiento de sanciones en instancias internacionales contra el Estado sionista son las principales herramientas de esta campaña. Son las herramientas que el pueblo palestino pone a disposición de otros pueblos y organizaciones de todo el mundo para canalizar de la forma más efectiva posible dicha solidaridad. Al igual que con el régimen del Apartheid sudafricano, el aislamiento y debilitamiento del Estado sionista que eterniza y ahonda la Nakba palestina es una lucha a largo plazo. No obstante, la campaña BDS está ya cosechando importantes éxitos en el campo comercial (pérdidas multimillonarias en contratos de Veolia, G4S, …), cultural (cancelación de actuaciones de artistas en Israel y multitud de protestas contra actuaciones de artistas israelíes en el exterior) o académico (declaraciones de no colaboración con universidades israelíes por parte de universidades de diversos países o la cancelación de la participación de Stephen Hawking en una conferencia internacional en Jerusalem el pasado año). La campaña BDS es también la mejor forma que tenemos en Euskal Herria para canalizar la lucha por el pueblo palestino. Como ya se ha comprobado estos últimos años, ámbitos de trabajo no faltan, siendo necesario incrementar la presión para suspender todas las relaciones con la entidad sionista, tanto a nivel institucional como comercial y académico.
Asimismo, las demostraciones deportivas (Maccabi de Tel Aviv, …) y culturales (Noa en el Festival de Jazz de Gasteiz en julio de este año, …) que tratan de difundir una imagen «amable» de Israel, como Estado moderno y democrático, sin posicionarse en contra de la opresión del pueblo palestino, tampoco pueden llevarse a cabo con normalidad sin hacer patente nuestra repulsa. En una nueva conmemoración internacional de la Nakba, es necesario que trabajemos, cada cual en su ámbito, por deslegitimar el proyecto sionista y contribuir a un escenario de soluciones para el pueblo palestino. En ese sentido, a día de hoy, la mejor aportación que podemos realizar es impulsar y extender con más fuerza la campaña BDS.
Lograr una Euskal Herria libre de sionismo será nuestra particular contribución al proceso de liberación del pueblo palestino.
Euskal Herria-Palestina Sarea
*Alternatiba y EHBildu forman parte de esta red junto con otras asociaciones y sindicatos.