Siento hartazgo del silencio cómplice, de quienes callan ante la injusticia y prefieren acallar su conciencia en vez de actuar desde el compromiso y la solidaridad con quienes nos rodean. Por eso no puedo permanecer en la inacción.
Sé que no será fácil, que la cómoda resignación de las mayorías silenciosas sostiene en el poder a los mismos que nos someten y recortan derechos y dignidad vital. Resignarse es vivir en calles sombrías llenas de indiferencia, y yo sueño con grandes alamedas en color llenas de personas libres.
Soy consciente de que mi lucha no es suficiente si no la sumo a la del resto, en pie de igualdad, sin priorizar mi reivindicación sobre la suya, porque luchamos contra un mismo enemigo que se oculta bajo diferentes rostros.
Ante la represión y las vulneraciones de derechos, quiero soberanía plena para construir nuestro futuro y un modelo alternativo. Porque los muros populares de resistencia tambíen ponen en pie realidades de igualdad y emancipación.
En mi barrio, en la universidad, en el trabajo; cada conciencia que despierta es un desafío al sistema que al sumarse a otras multiplica exponencialmente el desafío. Porque activarse no es suficiente… organízate.
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