La miembro de Alternatiba y parlamentaria de EHBildu, Diana Urrea, interviene en pleno al hilo del 25 de noviembre pra exigir medidas que de verdad luchen para erradicar la violencia machista contra las mujeres de nuestra sociedad.
Queremos que tanto responsables políticos supuestamente contrarios a la violencia machista, nos explican cómo conjugan pronunciamientos a favor de la igualdad, mientras con sus políticas aumentan las desigualdades sociales y de género frente a las que garantizan que las mujeres puedan tener condiciones materiales que les permitan empezar a llevar unas vidas libres y menos vulnerables. Somos conscientes que la mejora de las condiciones materiales, aún suponiendo un gran avance, no acaba con la violencia machista.
Sabemos que existen mecanismos de socialización poderosos como las instituciones educativas, los medios de comunicación, la familia, las religiones y también una la ideología del amor romántico que funciona como rodillo de diferenciación y desigualdad, que empuja a las mujeres a la abnegación, fomenta que entablen o permanezcan en relaciones insatisfactorias, se sientan diferenciación y desigualdad que empuja a las mujeres a la abnegación, fomenta que entablen o permanezcan en relaciones insatisfactorias, se sientan menos si no tienen pareja u opten por la idea de que es mejor tener una aunque sea nocivo pero es mejor a no tenerla.
Si realmente los responsables políticos e institucionales se comprometieran de forma real y estructural en la lucha contra la desigualdad, no se seguiría entendiendo, pese a los discursos que la violencia machista se explica principalmente por causa personales y no por causas sociales. Este enfoque integral nos obliga a abrir un debate urgente sobre cómo nombrar la violencia machista, quiénes la enfrentan, sus formas, analizar los diversos espacios en los que se manifiesten.
Las mujeres enfrentamos violencia machista en casa, en la calle, en el trabajo, por parte de los hombres que a veces son parejas, padres, jefes, profesores o simples compañeros de trabajo o meros desconocidos. Pero también la sufren los cuerpos que desafían con su estructura biológica y su comportamiento sexual: transexuales, lesbianas, homosexuales, el orden de las cosas. La violencia en nuestra sociedad se ejerce como sanción para quien se atreve a redefinir qué es ser hombre o qué es ser mujer y por tanto desafiar el orden que legitima la dominación masculina.
Cuando hablamos de violencia no nos referimos a un único tipo de violencia. Hablamos de tres tipos de violencia. La violencia directa, que es la forma más fácilmente reconocible que acarrea daños físicos y emocionales, podemos ver en las diferentes mujeres que han denunciado malos tratos o quienes han perdido la vida. La violencia estructural que se refleja en la injusticia y en la desigualdad como consecuencia de la propia estructura social. En este sentido la precariedad económica y la feminización de la pobreza, en general, se constituye como uno de los principales obstáculos para que muchas mujeres puedan salir de la situación de violencia machista que padecen, estableciéndose un claro caso de violencia estructural.
En Euskal Herria han disminuido el número de denuncias por violencia machista considerablemente en los últimos dos años. Y en tercer lugar la violencia simbólica o cultural, que es aquella que justifica, legitima y hace posible que existan la violencia directa y la estructural, en la medida que hace que sean interpretadas consciente o inconscientemente como justas, necesarias o inevitables. Como hemos dicho antes, la religión, el lenguaje, los medios de comunicación, la familia, etcétera.
Por todo lo mencionado anteriormente, vuelvo a apelar a la responsabilidad política como institución que tenemos y os invito a apoyar esta propuesta, incluyéndola en la enmienda de transacción que hay pactada, porque supone situar a la violencia machista como lo que tenemos que hacer, situarla en primera línea de la política, como un problema de primer orden que no puede esperar. No sólo los días 25 de noviembre u 8 de marzo tienen que estar encima de la mesa. Tienen que ser parte de nuestro quehacer diario, porque supone además para los grupos parlamentarios presentes un compromiso real y firme de trabajar para erradicar la violencia machista de nuestra sociedad. Supone pasar de los hechos a las palabras en el Parlamento Vasco.
Además, nos da la posibilidad de profundizar en el conocimiento de esta realidad, cómo funciona, toda su dimensión y valorar lo que se está haciendo, y también nos permite conocer políticas que se están desarrollando en otros países con importantes impactos positivos en la materia. También permite poner en valor el trabajo interinstitucional que se está realizando. Proponemos, por ellos, sumar esfuerzos, sumarnos al compromiso y al trabajo. Que tenga un foco mediático. Es fundamental que tenga un tema de tal magnitud un foco mediático, algo que en este caso desde el Partido Nacionalista Vasco no lo veían como muy acertado y consideramos, al contrario, que somos conscientes de la posición privilegiada del Parlamento para proyectar y difundir todo este trabajo que se debería de hacer con las puertas abiertas, con luz y taquígrafos para que impregne todos los estamentos, para que llegue al conjunto de la sociedad, para mostrar nuestra responsabilidad política con la violencia machista, para atajarla. Fundamental además, para dar pasos en el reconocimiento del movimiento feminista de una vez por todas como sujeto político de pleno derecho.
En relación a la enmienda de transacción que plantean, voy a dejarla mejor para el siguiente turno. Sí que me gustaría hacer una referencia y es que el Gobierno Vasco con sus políticas está dejando unas cifras verdaderamente alucinantes que se lo manifestamos al señor Urkullu en pasadas semanas. Del total de personas que están en riesgo real de pobreza, el 82 % son mujeres. El 72 % del trabajo reproductivo y de cuidados, no remunerado ni contabilizado, pero que es indispensable para sostener la vida es realizado por mujeres, ojo, supone el 29 % del Producto Interior Bruto, el 83 % del trabajo a tiempo parcial es realizado por mujeres. La brecha salarial entre hombres y mujeres es de 7.000 euros, por no hablar del irrisorio presupuesto de Emakunde, 6 millones de euros, equivalente al precio de los uniformes de la Ertzaintza. Si verdaderamente queremos poner las políticas de igualdad en primera línea, nos parece que como mínimo tiene que contar con todos los recursos necesarios para atajar no sólo la violencia machista, sino transitar hacia una sociedad verdaderamente igualitaria.
Los sectores de servicios, sectores completamente feminizados, como la sanidad, han sido los más azotados por sus políticas. Las trabajadoras del hogar, quienes viven esclavizadas, mujeres migrantes responsabilidad también del Gobierno Vasco por hacer caso omiso a las demandas de la Asociación de Trabajadoras del Hogar en relación a la inspección de trabajo. Es absolutamente contradictorio hablar de género y a su vez acometer brutales recortes que nos condenan a la miseria y a la precariedad. Ustedes con sus políticas nos están manifestando abiertamente que las
mujeres no estamos entre sus prioridades, los recortes presupuestarios recaen directamente en nosotras y nos abonan el terreno para vivir una vida precaria y esto es violencia machista, esto es la violencia estructural de la que hablábamos y sino la atajamos los hijos sanos del patriarcado seguirán acabando con nuestras vidas y seguirán matándonos.