Hasier Arraiz, Pello Urizar, Rebeka Ubera y Oskar Matute
Quienes firmamos este artículo trabajamos a día de hoy codo con codo en la misma coalición política, pero cada uno de nosotros tiene su propio recorrido político y antes de que se diera esta singular confluencia, cada uno de estos diferentes recorridos ha estado durante muchos años distante del resto. Y en ese tiempo rara vez hemos sido capaces de crear espacios para la colaboración entre nuestras diferentes culturas políticas. La razón principal de nuestros desencuentros era que no estábamos de acuerdo respecto a muchas cuestiones, algunas de ellas fundamentales para cada uno de nosotros. La razón principal que ha cambiado nuestros recorridos y los ha hecho confluir en un momento histórico concreto ha sido nuestro compromiso compartido con uno de los deseos más apremiantes de nuestro pueblo: el deseo de paz.
No vamos a ocultar a nadie la dureza de los tiempos pasados: la incomunicación política, la falta de sensibilidad ante el dolor ajeno, los odios que permitimos que crecieran al calor de las agresiones que unos y otros sentimos. Todas y todos tenemos razones para sentir esas emociones y a todos nos parece que nosotros más que los de enfrente, sean quienes sean. No vamos a engañar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, diciendo que todas esas emociones, que todos esos sentimientos, que ese sufrimiento, ya no existen. Porque ese tipo de heridas tardan muchísimo tiempo en cerrarse del todo y se reabren al mínimo gesto desafortunado, a la mínima palabra inoportuna. Pero si de nosotros mismos hemos de hablar, diremos que estos años de trabajo compartido en la construcción de la paz para nuestro pueblo han sido de lo mejor en nuestras vidas. Hemos sido capaces de llegar a acuerdos entre culturas políticas que en otro tiempo no estuvieron solo distantes, sino que en ocasiones también enfrentadas. Hemos sido capaces de dar pasos conjuntamente en una hoja de ruta cuyos ejes eran el respeto a todos los derechos humanos de todas las personas, la paz y la normalización democrática. Hemos sido capaces de anteponer los deseos de paz de la ciudadanía vasca al punto de vista particular de cada una de las tradiciones políticas de las que nos sentimos parte. Y aunque la paz siempre llega demasiado tarde, estamos convencidos de que el trabajo que hemos hecho para construir un escenario de paz definitiva para nuestro pueblo es demasiado importante como para dejarlo sin acabar.
Desde que nos sentamos a poner negro sobre blanco lo que posteriormente fue el Acuerdo de Gernika hasta la declaración unilateral de alto el fuego de ETA, desde la Conferencia Internacional de Aiete hasta la decisión de abandonar definitivamente la actividad armada por parte de ETA, desde el Foro de Paz de Baiona a los de Iruñea y Bilbo, todos los kilómetros que hemos recorrido unos al lado de los otros por las calles de los pueblos y ciudades de Euskal Herria en defensa de los derechos de los presos políticos vascos, todos los actos propios donde en nuestra memoria no ha faltado ni una sola víctima, ni un solo sufrimiento y todos los actos ajenos de recuerdo y reparación de víctimas, donde siempre que se nos ha dado oportunidad hemos participado, aunque en ocasiones se prefería nuestra ausencia y, por supuesto, todas las veces que, lloviera o hiciese frío, hemos salido a la calle a proteger y reimpulsar este proceso de paz unilateral tantas veces despreciado, repudiado y agredido por las autoridades españolas.
Éstas, las principales autoridades del Estado español, nunca vieron con buenos ojos esta vía vasca a la paz. Nunca les gustó la unilateralidad, ni para conseguir la paz. Desde el primer momento se dedicaron a zancadillear nuestros pasos y no negaremos que han conseguido derribarnos varias veces. Cada vez que hemos caído, nos ha costado, pero nos hemos vuelto a levantar y nuestra rabia -sí, seguimos sintiendo rabia ante cada injusticia- no hemos dejado que se transformara en odio, sino en más ansia de paz para este pueblo y sus gentes, que ya han sufrido demasiado. Por eso, echando la mirada atrás y deteniéndonos en las complicaciones del camino recorrido, no nos duelen prendas afirmar que EH Bildu es actualmente uno de los mayores activos para la paz en Euskal Herria. Y queremos seguir siéndolo, a poder ser, junto a otras fuerzas políticas y sociales de este país.
Por eso, seguiremos avanzando en este largo camino a la paz hasta que los derechos humanos de todas y todos los ciudadanos vascos, también los de aquellos que están dispersados en cárceles españolas y francesas a cientos de kilómetros de sus familias, sean respetados. Seguiremos trabajando hasta el día que el último represaliado político regrese a casa. Seguiremos esforzándonos para que todas las víctimas -sin exclusiones- sean reconocidas y su dolor sea reparado. Seguiremos dialogando y acordando para que la memoria sea inclusiva y cuente todo lo que ocurrió tal y como ocurrió. La paz es demasiado importante para reducirla a un relato de vencedores y vencidos.
Y por supuesto, vamos a continuar trabajando, por encima de todos los obstáculos y dificultades, para conseguir el final definitivo de este ciclo de violencias que hemos padecido. No queremos dejar a nuestros hijos e hijas ninguna de aquellas situaciones que nosotros no querríamos haber vivido nunca y sí, les contaremos que la violencia es siempre el peor camino, incluso cuando uno piensa que no hay ninguna otra vía, la violencia es siempre el peor camino. Nos gustaría que las generaciones que nos sucedan no hereden ninguna de nuestras heridas y que, en todo caso, sean capaces de gestionar el dolor mejor de lo que nosotros lo hemos hecho.
Ahí andamos, muchas veces más despacio de lo que quisiéramos, pero siempre sin salirnos del camino de la paz y la libertad para nuestro pueblo. Todo esfuerzo es pequeño para que nuestras hijas e hijos no sufran todo aquello que nosotras y nosotros hemos sufrido. Por ellas y por ellos. Y también por nosotras y nosotros, que también nos merecemos un futuro en paz. Por favor, aprendamos de los errores del pasado, pero no nos quedemos encadenados al mismo. Sigamos avanzando, porque este pueblo quiere y nos pide seguir adelante.
Desde nuestra humilde experiencia, el esfuerzo compartido merece la pena. Os invitamos a seguir avanzando con nosotras y nosotros en el camino de la paz, este sábado desde la iglesia del Buen Pastor en San Sebastián. Porque la paz es demasiado importante para que nadie se quede en casa.