Luis Salgado – Alternatiba
Creo que mi pasión por el timo y los timadores viene de lejos, probablemente de cuando visioné por primera vez “El golpe”, ese PELICULÓN con mayúsculas y BSO inolvidable que interpretaron al alimón dos actores inconmensurables. Robert Redford y Paul Newman viven una aventura de tahúres en la Chicago de la Gran Depresión. Película que, por otra parte, se filmó el año de mi nacimiento. Sea como fuere lo cierto es que siempre me ha atraído el noble arte del timador. Porque en el timo, al contrario del robo o del hurto donde quién lo comete es el único agente activo en la ecuación, la participación y colaboración del timado es imprescindible. La persona víctima de un timo es un timador en potencia, y en ello se basa toda la técnica, en hacer ver a la víctima que ella es la victimaria.
Éste también puede ser el motivo del porqué cuando unas políticas sociales fuertes, decididas y revolucionarias logran avanzar en la consecución de una mayor igualdad social, cuando las clases medias comienzan a ser una realidad, son éstas las que se lanzan en brazos del capitalismo más salvaje en la creencia de que, una vez abandonada la pobreza todo camino es ascendente y por ello creen al timador liberal cuando les dice que únicamente con su esfuerzo y liberados del yugo del control estatal podrán seguir medrando y de esa forma, convencidos de ser victimarios se convierten mayoritariamente en timados para regresar al punto de partida, a la pobreza, a la plebe, a la nimiedad.