Oskar Matute – Alternatiba
Sí, soy consciente de que el titulo puede inducir a quien lea esto a pensar que se enfrenta a la lectura de un articulo más, otro más, sobre las violencias en una u otra latitud y bajo sus formas de mostrarse más convencionales traducidas en sangre, muerte y destrucción. Y sin embargo no, no es de eso de lo que va este texto.
Porque es fácil entender que nuestra vida, la de nuestros vecinos, la de nuestra gente, está amenazada o en riesgo de acabarse cuando el ataque o agresión es clara, directa, fácil de captar en un solo hecho o gesto, la agresión. Pero a la sociedad en la que vivimos, y de la que somos parte, le cuesta mucho más entenderlo o percibirlo con la severidad que merece cuando esa amenaza se cierne sobre la gente en forma de acciones o decisiones políticas sostenidas y una propaganda mediática interesada y narcotizante que hace que nos parezca normal o inevitable que nuestra dignidad sea pisoteada y nuestros derechos derruidos para que la cosa “siga marchando”.
Y esa es la instantánea del tiempo político que vivimos y de la confrontación que existe en nuestra sociedad. Si antaño existía un claro eje de confrontación en la dialéctica entre capital trabajo (izquierda-derecha) o en la colisión de identidades (independentismo-autonomismo) hoy la mayoría de la gente se ve involucrada en una fase del capitalismo que supera esas líneas de confrontación, o las relega a un segundo plano en sus urgencias vitales, por otra donde la contienda es entre el capital y la democracia. Entre la reproducción del capital o la sostenibilidad de la vida.
El modelo capitalista en su fase neoliberal encuentra un obstáculo fundamental a la hora de mantener sus expectativas de perpetuación en los sistemas que depositan alguna parte del poder en la toma de decisiones en la ciudadanía.
Así la democracia se constituye en un obstáculo y una demora innecesaria para sus intereses. Baste ver el TTIP como ejemplo evidente de esta lectura perversa.
Si además de permitir decidir la gente en las cuestiones importantes se les otorga derechos que preserven ciertas dignidades vitales, aunque eso suponga una merma en la potencia de desarrollo que desea el capitalismo, es decir si se pone en el centro a las personas y no al dinero entonces el conflicto está servido.
Y para resolver ese conflicto de clases con intereses contrapuestos ya no hace falta echar mano, al menos en las latitudes occidentales, a la lógica militar. Con el ahogamiento económico y el empobrecimiento colectivo de la población “rebelde” basta para hacer hincar la rodilla al más resistente. Solo hace falta mirar a Grecia y su OXI que acabo en “de acuerdo” con los deseos de la troika.
Así desde la izquierda, desde una parte importante de la izquierda de este país, Euskal Herria, debemos ser capaces de armar una posición solida, profundamente democrática y claramente revolucionaria que nos permita hacer frente a una fase que no solo puede llevarse por delante nuestros derechos adquiridos con años y décadas de lucha sino que puede acabar con todo sesgo de dignidad en nuestras vidas, y si atendemos a lo expresado por Christine Lagarde (directora del FMI) sobre la excesiva longevidad de la gente, hasta con nuestras propias vidas.
Pero ¿cómo podemos llevar a cabo ese rearme ideológico que nos lleve a una lucha clara por la hegemonía para construir un nuevo país? En primer lugar con más democracia. Con una apuesta clara hacia dentro y hacia afuera por formas de funcionamiento y toma de decisiones colectivas que den valor a lo colectivo frente al vanguardismo unipersonal. Que frente a su lógica de reducción del contenido inserto en la democracia nosotras y nosotros seamos capaces de señalar las ventajas de la decisión colectiva, de profundizar en la democracia, haciendo de esta un lugar donde las personas y sus preocupaciones y necesidades están en el centro.
En segundo lugar con una agenda de concatenación de luchas sociales que vaya construyendo contrapoder desde la calle y en contraposición con la política institucional bunkerizada. Saber dar un marco global y animar las diferentes luchas que se dan o se puedan dar en Euskal Herria es un reto fundamental para construir algo nuevo sobre cimientos sólidos.
Debemos comprender que la movilización contra el fracking, la violencia machista o contra el TAV o la LOMCE son tan importantes como la pelea por un albergue en Ezkerraldea o de los vecinos de Alonsótegi para denunciar los chanchullos de anteriores alcaldes.
Todas las lógicas de movilización que aspiren a mejorar las condiciones de vida de la gente, a acabar con imposiciones o erradicar desigualdades son pasos hacia un refuerzo de las tesis de confrontación frente a un modelo liberticida.
En tercer lugar debemos ser conscientes de que no estamos en el éter. Vivimos en una realidad que queremos cambiar pero que a día de hoy es la que es y para cambiarla la primera regla es entender el principio de realidad para hacer un buen diagnostico y darle la vuelta. Nuestra mano tendida a las gentes de Euskal Herria para dar comienzo a un nuevo tiempo en el que construir un nuevo país ha de ser consciente de que Euskal Herria es plural y que dentro de ella hay realidades que no pueden ser abordadas de forma igual porque a día de hoy no lo son.
No son igual las preocupaciones en Oion, Sestao o Orereta donde el desempleo supera con holgura el 20% que en Gizaburuaga o Altzaga donde el mismo no supera el 2%. No está igualmente extendida la identidad nacional vasca y normalizado el uso de nuestra lengua en Barakaldo o Ermua que en Ataun o Bera.
Y para ese país que queremos construir tenemos que ser capaces de trasladar con claridad que no sobra nadie ni excluye a nadie.
En resumen nuestra apuesta por respetar la dignidad de las personas, por garantizar una vida digna y un futuro a la gentes que viven y vivirán en Euskal Herria nos hace defender más democracia, más derechos, más igualdad y más justicia. Y todo eso que pedimos no lo vamos a obtener en un estado plegado a los deseos de la troika, todo eso lo podemos construir desde la apuesta colaborativa y colectiva desde lo pequeño hacia a lo grande desde Euskal Herria hacia el mundo. Por eso defendemos la soberanía. Por eso confrontamos con el capitalismo.
Publicado en El Periodista Canalla