Luis Salgado – Alternatiba
En los últimos meses no hago más que escuchar y leer sobre el derecho de huelga. Cierto es que en la mayoría de los casos estos comentarios son bienintencionados y su objetivo se centra en denunciar la represión que sufren los trabajadores en su ejercicio de la misma. Sin embargo hay algo que me repatea, y eso no es sino el continuo llamado a respetar el derecho de huelga como si de un mantra se tratara.
La huelga, antes que un derecho, y antes de ser reconocida como tal, es una herramienta, quizás la fundamental, para la lucha obrera. Por propia definición, la huelga busca colocar en una condición de igualdad a la clase proletaria frente al capitalista. Cuando son los empresarios los que tienen la vida de sus plantillas en sus manos, jugando con sus condiciones laborales, con sus jornadas y salarios, la huelga busca colocar al empresario en una situación crítica, sin producción ni beneficios, para demostrar la verdadera fuerza del trabajo. La huelga es por tanto un arma y como tal, el poder ansía regularla, y tenerla bajo control.
Es deseo del poder regular la huelga y con esa regulación justificar la represión sobre la misma. Esa es la única verdad. Porque si no nos hiciéramos trampas a nosotras mismas nos daríamos cuenta de que esto es así de simple. La cuestión es que la huelga es en sí misma un ejercicio de libertad y cómo tal debiera ser tratado. Por supuesto que ejercitar la libertad no puede, en ningún caso, atentar contra los derechos básicos del resto, y para eso existen suficientes normas y leyes, amén de jueces y policías. Sin embargo, ahí debieran acabar las cortapisas, el cómo, el cuándo y el resto de condicionantes corresponde en exclusividad a la clase trabajadora definirlas.
Parece increíble que desde la izquierda se ponga lo anterior en cuestión y entremos a debatir si es o no derecho. Parece mentira que después de ver cómo el Estado ha llegado a utilizar al ejército para boicotear una huelga cómo la de controladores, que viendo cómo utilizan constantemente el “interés general” para proponer servicios mínimos del 90% y hasta el 100% cómo en Metro Madrid en 2012, en Renfe en 2013 o ambulancias en la CAV los dos últimos años, haya quien aún hoy hable del derecho a huelga y de la regulación de la misma. Habría que recordar a toda esa gente que la huelga de La Canadiense, y tantas huelgas que lograron los pocos avances que ha logrado la clase trabajadora eran ilegales.
Es por tanto un autoengaño pensar que una regulación de la huelga frenará o evitará la represión de los poderes económicos y estatales. Cómo lo es pensar que el Estado o los propios capitalistas van a defender que la huelga es un derecho cuando son ellos los objetivos indudables de la misma. Haríamos bien en asumir y gritar con fuerza que la huelga no es un derecho, ni queremos que lo sea, la huelga es y será nuestra herramienta de lucha, es y será ejercicio de libertad y frente a sus intentos controladores nuestra respuesta debe ser mayor organización, mayor respuesta y mayor contundencia. Ante la represión de una huelga no defendamos el derecho a ejercerla, ejerzámosla de nuevo. Ese es el único camino.
Del blog de Luis Salgado El Mundo Imperfecto