Luis Salgado – Alternatiba
En las últimas semanas hemos asistido a una exitosa campaña llevada a cabo por Chrysallis Euskal Herria que ha levantado ampollas como hace tiempo no se recordaba. La campaña nos cuestiona sobre si transexual se nace o se hace, sobre si el género se construye o no. Por supuesto, yo no tengo la respuesta. Soy consciente de que simplemente intentar dar mi opinión sobre el tema sería meterme en un fangal del que difícilmente pueda salir con mis escasos recursos sobre el asunto. Sin embargo, sobre lo que no puedo callarme es acerca de la respuesta que está obteniendo la campaña por la parte más reaccionaria de la sociedad.
Sorprende que aquellos que se convierten en los únicos garantes de la paz y la democracia cuando aparece una simple pintada en una sede de algún partido, y los llaman ataques terroristas, ahora callen como lo que son. Mobiliario público destrozado, motivo por el que algunos y algunas están pasando décadas en prisión, y aquí nadie dice nada. Ni se sabe que esté habiendo investigación alguna, y por supuesto, jamás nos enteraremos de que haya algún detenido. “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos” aunque Cervantes no lo dijera.
Ésta campaña de Chrysallis no sólo abre un debate muy interesante, profundo e importante, sino que se está demostrando fundamental para desenmascarar la realidad reaccionaria en la que vivimos. La respuesta vandálica que está recibiendo es una prueba de que cuando algo, sea lo que sea, ataca los privilegios de esa parte de la sociedad tradicionalista que pervive y gobierna, la respuesta no se hace esperar.
Y justificarán estos ataques por el bien de los niños. Incluso nos hablan ya de querellas por “corrupción de menores”. Porque así funcionan. Porque es su forma de actuar, atacar diciendo que nos defienden. Es por nuestro bien, pero no nos engañan, es por el suyo, por sus privilegios, por su estatus, por su poder. Esta campaña pone en cuestión, como he dicho al principio, si se nace o se hace. La querella, además va más allá y pretende trasladar la idea de que la transexualidad es una elección, seguramente pensarán lo mismo de lesbianas y homosexuales, pero hoy no tocan, y que por tanto, como los menores no son considerados por la Ley personas que se puedan gobernar por sí mismos, son los padres quienes toman esa hipotética decisión.
Estas personas, a las cuales el mero hecho del reconocimiento de la existencia de la transexualidad ya les producía acidez de estómago y vomitan bilis cuando se plantean derechos, o simplemente se exige la despatologización (No considerar la transexualidad como una enfermedad), esas personas no pueden aceptar otra verdad que no sea la suya. U eso es lo que ha logrado Chrysallis, demostrar que la transfobia es una enfermedad que goza de buena salud y que hay que erradicar.
Leer en su blog El mundo imperfecto