Durante los años ochenta y noventa los gobiernos de la mayoría de los países eliminaron las reglamentaciones sobre el crédito, permitiendo que los bancos se dedicasen a otras tareas que a los depósitos y créditos (bancos de inversión) y organizando la liberalización de los mercados internacionales de capitales y la des-reglamentación de los mercados de acciones. Se impulsan mercados financieros nuevos y se incorporan algunos países empobrecidos, los llamados mercados emergentes: Brasil, China, Rusia, India, etc., a la dinámica mundial de las finanzas, constituyéndose así en nuevos espacios de negocio para el capital financiero internacional.
El enorme crecimiento del negocio financiero se desconecta de la economía productiva. Sin embargo, esa acumulación de capital ficticio tiene límites, ya que hay lo que algunos llaman nudos de conversión entre la esfera financiera y la esfera real: una economía que crece al 2% o al 3% no puede proporcionar un rendimiento universal del 15%. Los beneficios derivados de la compra-venta especulativa de divisas, acciones, etc., acaban por desinflarse cuando quienes las compran a precios inflados se hacen conscientes que la desconexión con el valor real es tal que no seguirá siendo posible seguir vendiendo a precios muy elevados. Por eso, antes o después, todas las burbujas financieras estallan y los precios vuelven a conectarse con el valor real que incorporan las mercancías objeto de esa especulación y los valores especulativos desaparecen.
Esas burbujas no se basan sólo en ilusiones de especuladores codiciosos sino que están alimentadas por la creación permanente de capitales libres. La primera fuente es el crecimiento de las ganancias no acumuladas, que resulta de un doble movimiento: el retroceso generalizado de los salarios y, por otra parte, del estancamiento o retroceso de la tasa de acumulación a pesar del restablecimiento de la tasa de ganancia. La tasa de ganancia y la de acumulación evolucionaban paralelamente hasta inicios de los ochenta pero después comenzaron a divergir. Los mercados financieros sirven para esa compensación, a través de 3 vías. La primera es el consumo de los poseedores de rentas financieras o rentistas, una parte de la plusvalía va a esos rentistas. De esta forma el modelo da lugar a un aumento de las desigualdades. La segunda es la introducción de una confusión entre salarios y rentas: una parte creciente de la renta de las personas asalariadas toma la forma de remuneraciones financieras, que son más una distribución de plusvalía que un verdadero salario. La tercera consiste en el desarrollo enorme del endeudamiento de los hogares, cuyo consumo aumenta no por la elevación de los salarios sino por la bajada del ahorro.
La transmisión de la crisis financiera a la economía real circula por varios canales, cuya importancia varía según los países:
- La contracción del crédito juega un papel importante en la difusión de la crisis financiera
- La caída de las cotizaciones bursátiles incita a consumir menos.
- La incertidumbre generalizada que influye sobre el consumo y la inversión. Ante el miedo al empeoramiento de la situación está aumentando el ahorro personal de quien puede hacerlo, lo que da lugar a un círculo recesivo de caída del consumo, la producción y la inversión. Sin embargo, está teniendo lugar un empobrecimiento de la mayoría de la población que combina las pérdidas de riquezas ilusorias en dinero virtual sobre todo por la caída en precio de la vivienda y también de las cantidades invertidas en acciones y planes de pensiones (el llamado “efecto riqueza”), con pérdidas reales de trabajo, sueldos y viviendas. Así, la tasa de morosidad de los préstamos personales concedidos por los establecimientos financieros se dobló en 2008 en relación con el 2007.
- La crisis inmobiliaria que repercute más fuerte en los países, como el Estado Español, en los que la actividad de construcción suponía una elevada parte sobre el PIB y el empleo. Su elevada utilización de mano de obra explica el aumento del desempleo, mayor que el de reducción del PIB
- La transmisión de la depresión al conjunto de la economía mundial a través del comercio y las inversiones.