Los fundamentos básicos del modelo estadounidense están puestos en cuestión por la crisis financiera: el doble déficit, comercial en el exterior y de ahorro en el interior. En los dos casos, los mercados financieros gestionan esos desequilibrios, pero si éstos se desinflan, las bases de ese modo de crecimiento desaparecen, el endeudamiento de las familias queda bloqueado y no se garantizan las entradas de capitales del resto del mundo (lo que está ya ocurriendo con China). Por consiguiente, la crisis financiera va a dar lugar a una desaceleración duradera del crecimiento en los Estados Unidos, que va a trasladarse al resto del mundo. K. Schmidt-Hebbel, economista-jefe de la OCDE declaraba el 4 de marzo que “está materializándose el peor de los escenarios” y que esta crisis es la peor desde la de 1929.
El tiempo necesario para salir de la crisis es proporcional a la enormidad de las sumas consagradas al salvamento del sector financiero, que van a dar lugar a déficits públicos del doble de lo que supongan sobre el PIB.
La salida va a estar marcada por la lucha entre los grandes países para trasladar sus efectos sobre otros. En el terreno social implica una presión aumentada del capital contra los salarios y el gasto público social. A nivel internacional, la guerra económica y comercial entre grandes potencias toma una amplitud nueva (ver Sarkozy-Merkel en el G-20) y engendra una tendencia al fraccionamiento de la economía mundial. La contracción de la economía mundial está fomentando el proteccionismo, que se expresa de variadas formas, que incluyen desde las declaraciones de los gobiernos de los Estados Unidos y del Estado español a “comprar americano” y “comprar español” a las ayudas de los gobiernos europeos a sus sectores industriales. Las contradicciones internas en la UE han impedido la puesta en marcha de un plan coordinado europeo y, en la práctica, el Pacto de Estabilidad, ha sido dejado de lado. Los planes de salvamento bancario mediante fondos y garantías públicas han favorecido reestructuraciones y concentraciones bancarias contrarias a la normativa comunitaria que prohíbe las ayudas de Estado y conceden a los bancos de los países ricos grandes ventajas sobre los de los países del sur. La OCDE ha indicado que el Gobierno español es el país de la OCDE ha dedicado más dinero a subsidiar las empresas nacionales (el 0,7% del PIB, frente al 0,5% de Eslovaquia y Corea-, lo que muestra el proteccionismo, en la mayoría de los casos contra países pobres, de los liberales españoles): De los 256 casos a examen de ayudas ilegales de los Estados a las empresas que estudia la Comisión Europea, 48 corresponden al Estado Español. El movimiento obrero debe negarse a disputar parte de mercado contra otros trabajadores. La defensa del proteccionismo, en el marco de la economía de mercado, favorece el desarrollo de la xenofobia y de las guerras comerciales (y las guerras sin adjetivo). La alternativa no es el mantenimiento de la expansión internacional que defiende la orientación neoliberal sino en la abolición del capital y su sustitución por una planificación de la economía mundial basada en la cooperación y la solidaridad entre los pueblos basada en la satisfacción de las necesidades, especialmente de las poblaciones más pobres, y en la supervivencia de los recursos naturales a escala planetaria.
Salida Keynesiana.La ausencia de coordinación de los planes de relanzamiento europeos muestra que cada estado tira cada uno para si. La crisis va a ser el pretexto para un bloqueo salarial reforzado, con la esperanza de mantener la actividad por una competitividad aumentada. Todas las taras de la Europa neoliberal se muestran al desnudo: sin política de cambio, sin presupuesto y con la prohibición de emitir préstamos al BCE. Pero fundamentalmente la cuestión es política: para regular al capitalismo sería necesario un nivel de enfrentamiento que los nuevos regulacionistas no asumen.
Algunas voces avanzan la alternativa de un “capitalismo verde” como salida de la crisis. Aunque teóricamente es posible, en la práctica la transición hacia un capitalismo verde desde un capitalismo realmente existente, basado en el 80% en recursos fósiles es incompatible con las exigencias de lucha contra el cambio climático. La política de relanzamiento económico, en el actual marco, acrecentará las emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras que la reorganización ecológica de la economía mundial exige coordinación y normas internacionales y orientaciones a largo plazo, las leyes de la competencia y del mercado empujan hacia la maximización del beneficio a corto plazo. Para cumplir con el convenio de Kioto la Unión Europea ha optado por recurrir a los mecanismos de mercado, como la creación de mercados de emisión: un mercado del que han sido excluidos los sectores industriales más expuestos a la competencia internacional, reduciendo así su eficacia.
La alternativa anticapitalista.La extensión y duración de la actual crisis del capitalismo evidencia la necesidad y posibilidad de un programa de acción anticapitalista que incluya elementos tales como:
– El reparto de la riqueza, revirtiendo la tendencia de las últimas décadas de reducción de la parte salarial.
– La reconversión ecológica de la economía, asegurando la gestión pública y participativa de los recursos naturales y desarrollando trabajos públicos para las economías de energía, energías renovables, transportes en común, vivienda social…
– El desarrollo de los servicios públicos, paralizando y revirtiendo todos .los proceso de privatización y extendiendo el empleo en los servicios públicos y sociales (atención a la infancia y las personas dependientes, guarderías, etc.).
– La creación de un servicio público bancario bajo control social, nacionalización de la banca, acabando con los paraísos fiscales.
– Instaurando la prohibición de los despidos y procediendo a una reducción radical del tiempo de trabajo con mantenimiento de salarios, que permita el reparto del mismo entre todas las personas asalariadas, precarias y paradas.