Después de que el departamento del ínclito Rodolfo Ares Taboada pusiese en marcha, hace no mucho tiempo, un teléfono ciudadano para que todos tengamos la posibilidad de denunciar a nuestros vecinos si creemos que sus actuaciones los hacen proclives a pertenecer a ETA o aledaños, llega ahora a Gasteiz una nueva producción de similares características. En esta ocasión la propuesta nace del Alcalde Lazcoz y su equipo de gobierno, y el tema central de la propuesta no es el terrorismo sino los fraudes en las ayudas sociales.
El Consistorio vitoriano justifica esta medida alegando que la ciudadanía gasteiztarra se halla intranquila, e incluso enfadada para con estos estafadores sin escrúpulos que malversan entre todos cerca de un millón de euros anuales a las arcas municipales cobrando ayudas al tiempo que desempeñan trabajos que luego cobran en dinero negro.
Líbreme Dios de llevarles la contraria, al fin y al cabo, si por algo se caracteriza este gobierno municipal es por saber escuchar a sus súbditos, y por tanto, si Lazcoz dice que estamos intranquilos y enfadados, así debe de ser. Pero no obstante, si algo me produce intranquilidad en mi fuero interno es el gusto que parecen estar cogiendo los políticos pseudo-socialistas de estos lares por convertirnos a todos en delatores y confidentes al más puro estilo de los estados dictatoriales, donde cualquiera es proclive de ser nuestro enemigo y donde la desconfianza hacia el prójimo es un activo para la desarticulación social.
No, no justifico a quienes amparándose en un sistema de ayudas sociales utilizan las mismas para su lucro personal, y estoy seguro que como en el caso de las meigas, haberlos haylos. Lo que me produce desazón es ver cómo se busca crear en la sociedad una sensación de constante inseguridad que justifique actuaciones como la que nos ocupa y que a todas luces son constantes antidemocráticas. Por no hablar de lo hipócrita que resulta esta campaña, lanzada a bombo y platillo, mientras el fraude fiscal de los grandes capitales multiplica por mil la cifra estafada.
Mucho me temo, que nos encontramos ante una nueva campaña populista, orquestada como tantas otras para desviar la atención de los ciudadanos de los verdaderos problemas. Diseñada para hacernos creer que la falta de solidaridad de unos pocos ciudadanos pone en riesgo un sistema deficitario de ayudas, cuando el problema real es que la avaricia de unos cuantos banqueros y empresarios nos ha llevado a una situación insostenible de paro, pobreza y exclusión social, y mientras quienes gobiernan nos mantienen entretenidos creando alarma con los síntomas, la enfermedad, y las bacterias que la han producido siguen extendiéndose apoltronados en sus tronos.