Luismi Uharte (Sociólogo) > GARA
Hace aproximadamente dos años, el foro que organizó el Centro Internacional Miranda en Caracas para evaluar la primera década de Revolución Bolivariana destacó, entre otras cuestiones a debate, la debilidad del proceso en cuanto al modelo de liderazgo instaurado, ya que la dependencia respecto al máximo líder -Hugo Chávez- era más que evidente.
La necesidad de impulsar un tipo de liderazgo más colectivo fue señalada por la gran mayoría de los pensadores participantes. Sin embargo, la reciente y grave enfermedad del presidente vuelve a demostrar la fragilidad de la continuidad del proceso de cambio si hipotéticamente Chávez desapareciera del escenario político.
La fragilidad es aún mayor si tenemos en cuenta el actual empate técnico entre el chavismo y la oposición, evidenciado en las elecciones legislativas del año pasado y la relativa cercanía de las próximas presidenciales en diciembre de 2012.
Liderazgo unipersonal
La presencia o no de Chávez, en el corto y medio plazo, resulta por tanto fundamental para vislumbrar las opciones de permanencia del gobierno bolivariano tras los comicios del próximo año. La derecha opositora, articulada a través de la autodenominada Mesa de la Unidad `Democrática (MUD), mantiene su matrimonio de conveniencia debido a un único leit motiv: el antichavismo. En consecuencia, una contienda sin Chávez probablemente provocaría una fragmentación de los partidos conservadores.
De cualquier manera, en un escenario con Chávez como candidato del bloque bolivariano, la unidad opositora parece que se materializará, en gran medida por la presión que Estados Unidos ejerce permanentemente y además, por el aumento del apoyo ciudadano al Ejecutivo de Chávez según las últimas encuestas, como muestran los datos de la empresa demoscópica GIS XXI. Según este grupo, Chávez acumula un 49,5% de apoyo, frente a los momentos más críticos a principios de 2010, cuando se redujo a un 37%.
Lógicamente, la evolución de estos porcentajes va a depender de las políticas que aplique el Ejecutivo en una serie de áreas estratégicas, fundamentalmente en el ámbito interno, aunque sin infravalorar los efectos de la política exterior.
América Latina
A pesar de que no es el frente decisivo en términos de incidencia electoral, la política exterior, fundamentalmente a nivel regional, será un área a tener en cuenta en los próximos meses.
El tema más conflictivo en estos tiempos son las consecuencias derivadas del Pacto con el gobierno colombiano, principalmente por la firma de un acuerdo de «seguridad». La deseable recuperación de las relaciones diplomáticas y económicas bilaterales ha venido de la mano de un cambio radical en materia de seguridad, que ha traído como consecuencia la entrega -que no extradición- de militantes de la insurgencia colombiana e incluso hemos asistido a un salto cualitativo con la entrega del periodista sueco-colombiano Joaquín Pérez Becerra.
Probablemente, el desgaste interno no ha sido notable pero sí el internacional, por la crítica generalizada de numerosos grupos de izquierda extranjeros que apoyan la Revolución Bolivariana. Algunos analistas han achacado a la realpolitik este giro en relación al conflicto colombiano. Por su parte, dirigentes gubernamentales han reconocido en privado que el Ejecutivo de Chávez ha hecho una apuesta por intentar acabar con toda sospecha internacional de connivencia con grupos armados.
Un elemento estratégico en política regional será la puesta en marcha de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que inicialmente iba a materializarse el 5 y 6 de julio de este año en Venezuela. La enfermedad del presidente ha pospuesto la cita, pero indudablemente en un breve plazo se oficializará, con un protagonismo fuerte por parte venezolana y del propio Chávez. La creación de una institución que pretende de facto sustituir a la OEA, controlada históricamente por Washington, será un paso de gigante en materia de integración regional soberana.
Política interna
Pero donde el gobierno y Chávez van a afrontar un reto decisivo será en asuntos de orden nacional y más concretamente en relación al impacto de los nuevos programas sociales, como la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Las esperanzas generadas por el gobierno en millones de personas con el lanzamiento del nuevo programa habitacional deberán ser satisfechas por lo menos parcialmente, si se quiere mantener e incluso mejorar el apoyo ciudadano. Los resultados en política de vivienda han sido de los más decepcionantes, en comparación con el éxito de los impactos educativos y sanitarios, tras 12 años de gobierno bolivariano.
Desde 1999, el Ejecutivo ha lanzado numerosos programas habitacionales que no han revertido el déficit habitacional de la IV República, que hoy día se calcula en cerca de dos millones de viviendas. Las promesas constantes de construir más de 100.000 viviendas por año no se han visto acompañadas por las cifras reales. Por ello, la percepción de un avance en este terreno a lo largo de los próximos meses será fundamental.
Giro ideológico o eficiencia
El empate técnico ha sido utilizado como excusa por la «derecha endógena» bolivariana para justificar un giro ideológico hacia posiciones más moderadas. Vladimir Acosta, uno de los pensadores venezolanos más perspicaces, ha alertado sobre un viraje del Ejecutivo hacia posturas de centro-izquierda.
Es difícil prever si finalmente los sectores más conservadores impondrán su línea. Lo que resulta más evidente es que la recuperación de un porcentaje de apoyo más masivo no vendrá de la mano de una derechización del proceso, sino de una mejora sustancial de la eficiencia, no en clave neoliberal-empresarial sino en términos sociales, es decir, de los servicios básicos (electricidad, agua…), vivienda, inflación…
Foto de cabecera: Logotipo del MVR, autor Tomatejc