Félix Placer Ugarte – Teólogo
Cuando, después de su ocaso otoñal, el sol renace en el solsticio de invierno y el frío nos envuelve con el manto nevado de nuestras montañas, cuando va comenzar un nuevo año, las expresiones míticas de estas fechas evocan sentimientos, nostalgias, deseos, creencias y vivencias divergentes. Belenes, estrellas y árboles luminosos, olentzeros, Papa Nöel, reyes magos, loterías… son símbolos y signos de formas diferentes y hasta de opuestos significados.
Unos son tradicionales y costumbristas provenientes de largos siglos de cristiandad asumidos en la sociedad y en la intimidad vascas. Otros han sido importados por la incidencia globalizadora del capitalismo neoliberal; unidos al consumo y la publicidad se han apoderado de calles y comercios y adornan con árboles artificialmente iluminados plazas y casas. Olentzero que vuelve desde el profundo bosque recorre nuestros pueblos y ciudades como figura anunciadora de las fiesta navideñas…
En muchos casos, sin duda, son días y celebraciones cargadas de recuerdos, momentos de evasión en fiestas y cotillones; también de convivencia familiar e intercambio de regalos. De una u otra forma nadie es ajeno a estas celebraciones, que son sentidas y vividas desde experiencias con frecuencia muy distantes.
En efecto, la mítica navidad que anuncia la luz nueva y que la tradición cristiana celebra haciendo coincidir con ella el nacimiento de Jesús de Nazaret, el comienzo del nuevo año que intenta alegrar la noche con los mejores deseos y expectativas, son para muchas personas días de carencias en medio de opulencias, futuro de incertidumbres y oscuridades ante una crisis que arrolla con sus recortes, falta de trabajo, precariedad, pobreza, situaciones límite para tantos inmigrantes sin papeles, libertad negada entre los muros de cárceles de represión y conculcación de derechos y dignidad de tantas personas.
Desde esas situaciones críticas y apremiantes, cada día más extendidas, las celebraciones de estos días son para los sectores marginados de nuestra sociedad un sarcasmo que pone de manifiesto la hipocresía y la falsedad sociales y políticas que envuelven en sus luces artificiales, en promesas y programas políticos, corrupción e injusticia.
Navidad es, en consecuencia, tiempo de experiencias y sentimientos contradictorios y enfrentados que, sin embargo, la ciudadanía asume y compagina, o sencillamente trata de no ver, ofuscada por las falsas luces de unas fiestas que, para quienes carecen de lo más básico, no tienen sentido ni esperanza.
Ante esta realidad que algunos denuncian, pero la mayoría calla u olvida, es necesario hacer de la Navidad un tiempo diferente. En la tradición cristiana más genuina se anuncia la creación de una sociedad nueva donde sea la noticia de la justicia para los pobres el centro de su mensaje solidario, donde a los cautivos, a los presos y presas se anuncie la liberación y se proclame la amnistía. Así lo hizo Jesús de Nazaret en la corrompida y clasista sociedad de su tiempo.
En la cruda realidad y consecuencias de la crisis económica, el programa del nuevo gobierno no impulsa la trasformación política, social, económica y cultural. Sigue las pautas y objetivos ya dictados por su política conservadora y las decisiones neoliberales europeas. La igualdad y equidad frente a una sociedad discriminadora y excluyente, la justicia ante tanta injusticia contra derechos básicos, la solidaridad en medio de la competitividad mercantil y fiscalidad horizontal evitando la vertical (de los más adinerados), el reparto justo de la riqueza sin darwinismo social que elimina a los más débiles y pobres, son las urgentes necesidades éticas -y también teológicas, expresadas proféticamente en el evangelio de la navidad- a favor de la dignidad humana. Pero esta estrella no guía a los gobernantes del estado y sus objetivos no abren caminos y esperanzas eficaces ante la precariedad de tantas personas en angustiosas situaciones vitales.
En los míticos tiempos de los jentilak, según la mitología vasca, estos representaban una civilización de costumbres y convivencia basada en relaciones horizontales en su ama lur, luego penetrada por una cristiandad, introducida bajo modelos imperialistas, reinos conquistadores, jerarquías eclesiásticas. Hoy, en esta navidad, subrayamos aquellos mitos que simbolizan la identidad nunca perdida de Euskal Herria. Porque son el substrato más profundo de su identidad que, a pesar de tantas agresiones, se expresan frente a otros mitos importados y alienadores que encaminan hacia una sociedad conducida y manipulada por los medios que le dictan lo que debe ser y por los mercados que le imponen lo que tiene que consumir.
Ante la avalancha navideña es necesario que brillen con luz nueva los derechos y exigencias éticas de las personas y de los pueblos frente a tanta luminaria de falso bienestar donde lo que interesa no es la libertad y decisión ciudadanas, sino el sometimiento a las leyes del mito capitalista (fuera del cual no hay salvación); no se busca que la gente viva conforme a su conciencia liberada, sino que consuma siguiendo las demandas que el mercado le inyecta con particular insistencia en estos días.
Cuando Olentzero baja de la fría montaña y anuncia estos días de fiesta, el clamor del «Hator, hator mutil etxera» resuena en nuestras calles y caminos exigiendo para presos y presas el respeto de todos su derechos, que vuelvan a su casa, a Euskal Herria, donde la libertad de decidir construya una convivencia nueva, reconciliada. El próximo primer sábado de enero, día 7, en la desbordante multitud esperada, este mítico personaje expresará el deseo, la lucha, el compromiso de una sociedad, de un pueblo que defiende sus derechos.
El nuevo año 2012 recordará las efemérides de la conquista del reino de Nafarroa; reclamará la soberanía arrebatada; seguirá caminando hacia la soberanía de nuestro pueblo; propugnará decisiones de reconocimiento y reparación de todas las víctimas; se afianzará, a pesar de los obstáculos, un auténtico, creíble y esperanzador avance en la paz basada en la justicia.
Por eso los mitos identitarios más auténticos de Euskal Herria que se evocan con nuevas motivaciones adquieren en estas fechas su sentido más genuino para la compresión y realización de un pueblo solidario con todos los pueblos de la tierra, en la búsqueda y consecución de la libertad y en la diferencia respetada de culturas, de relaciones y de convivencia anunciada por Olentzero en una mesa compartida: bihar merendatzeko botila ardoakin.