Maribi Ugarteburu, Dani Maeztu, Ikerne Badiola, Oskar Matute, Pello Urizar, Amaia Agirresarobe, Pernando Barrena.
Resulta evidente que nos encontramos en un nuevo tiempo. Un tiempo que todos y todas coincidimos en señalar como positivo y esperanzador. Sin embargo, pese a esta constatación, seguimos asistiendo a una rigidez en la puesta en marcha de nuevos pasos y medidas. Esta rigidez puede sembrar de desilusión, con las dificultades que eso conlleva, los vientos de paz, convivencia y libertad que la ciudadanía vasca de forma abrumadora espera que se asienten definitiva y permanentemente entre nosotros y nosotras. Es por ello, que nos animamos a firmar esta reflexión, esta petición. En el ánimo de que no caiga en saco roto. De que sus destinatarios, aquellos que determinan qué política penitenciaria se ha de aplicar para con las presas y presos políticos vascos entiendan que detrás de esta demanda viene una demanda apoyada de forma mayoritaria por la plural y diversa sociedad vasca.
Y es de la política penitenciaria de la que queremos dejar por escrito nuestra posición y nuestra petición. No ayuda, no humaniza, no contribuye sostener en pie una política penitenciaria que obedece a otro tiempo, a otra lectura, a otra fase felizmente superada por la sociedad vasca.
El sostenimiento de una legislación que posibilita medidas de excepción como mantener en prisión a quien ya tiene la condena cumplida por medio de la doctrina 197/2006, la negativa a la excarcelación de presas y presos que padecen graves enfermedades y el mantenimiento de la política de dispersión, por citar tan solo algunos de todos los aspectos que vertebran la actual política penitenciaria, son un castigo que ya apenas entiende nadie en nuestro país, sea cual fuera su adscripción o simpatía política.
Pero no hablamos solo de datos o de medidas más o menos etéreas o intangibles. Estamos hablando de la inexplicable situación que mantiene en prisión a personas con nombre y apellidos. Estas personas están viendo en riesgo sus propias vidas por la aplicación de una política penitenciaria que debe ser modificada. Entre éstas hay quienes padecen graves enfermedades, con diferentes patologías, muchas de ellas adquiridas o agravadas hasta el extremo durante su reclusión, que permanecen en prisión en contra del criterio médico y la lógica más elemental.
Y queremos detenernos, sin olvidarnos del resto, en uno de estos casos, el del basauriarra Txus Martin. Su situación es extrema ya que su enfermedad de corte mental no puede ser tratada, ni es compatible con su reclusión ni un minuto más. Para un cuadro severo como el suyo, el aislamiento y la reclusión no son sino la forma más eficaz para lograr un desenlace fatal que nadie puede desear, sea cual fuere su afecto o desafecto hacia dicha persona y/o sus ideas.
Es por ello, que decimos que no cabe esperar más, que si las instituciones quieren ser representativas de la voluntad popular y garantes de los derechos de todos y cada uno de sus administrados y administradas, tienen que proceder a su inmediata puesta en libertad para proceder a administrarle el tratamiento y la terapia que la gravedad de su actual situación requiere.
Y aun cuando incidimos en el caso de Txus Martin, somos conscientes de que a todas estas personas, y otras muchas, su permanencia en prisión no solo les ha acarreado un agravamiento en sus dolencias y enfermedades, sino que junto a esto han tenido que soportar una inadecuada atención médica traducida en dificultades múltiples para hacer frente a los tratamientos que situaciones de tanta gravedad requerían.
No es el tiempo de la venganza. No es eso lo que nos demandan los ciudadanos y ciudadanas vascas. Es, por contra, el momento de la unilateralidad y de que todos y todas hagamos cuanto este en nuestras manos y en el desempeño de nuestras responsabilidades para afianzar un proceso de paz y normalización que supere las hondas y crueles heridas que nuestro pueblo ha venido soportando durante décadas y soporta aún hoy.
Nadie nos perdonará que pudiendo hacer más nos conformáramos con hacer lo justo, con callarnos o pasar de largo ante situaciones de excepcionalidad como las que, entre otras, hemos trasladado aquí. Cambiar la política penitenciaria no es asumir los postulados de parte, es contribuir a afianzar un bien colectivo: la paz.
Por último, queremos aprovechar este artículo para hacer un llamamiento a la sociedad en general para que participe en la movilización que mañana, 31 de marzo, se celebrará en Iruñea con el fin de solicitar la liberación de las y los presos que padecen graves enfermedades. Asimismo, recordamos que el 19 de mayo contamos con una inmejorable oportunidad para acumular fuerzas a favor de los derechos de las y los presos en las plazas de nuestras ciudades, barrios y pueblos.