Oskar Matute y Amaia Agirresarobe – Portavoces de Alternatiba
El primero de mayo de 1886, 200.000 trabajadores y trabajadoras comenzaban una huelga para exigir la jornada laboral de 8 horas. Al año siguiente, ocho anarquistas eran condenados en un juicio sin pruebas. Uno de ellos, Spies, gritó antes de ser ahorcado: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora».
126 años después, esa misma voz multitudinaria de la clase trabajadora se va a seguir escuchando este primero de mayo, con más fuerza si cabe, debido a la gravedad de la crisis a la que el sistema nos ha conducido. Así, ya no sólo se trata de conseguir una jornada laboral de 8 horas –utópico aún en muchos ámbitos y en pleno retroceso en el sector público-, sino de revertir los múltiples ataques que estamos sufriendo: la congelación del Salario Mínimo Interprofesional, que afecta directamente a las mujeres empleadas y en especial las trabajadoras del hogar; la rebaja de las pensiones reales, perjudicando principalmente a las más bajas -donde de nuevo aparecen en mayor proporción las mujeres-; el hachazo al gasto público incluso en sanidad y educación, añadiendo el copago farmacéutico y la saturación de alumnado en las clases, a la vez que se da vía libre a futuras privatizaciones en campos como la universidad, la seguridad social, la construcción en la costa o el abastecimiento del agua; futuros y graves recortes en la Ley de Dependencia; nueva conculcación de los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo; la práctica de una justicia que defienda solo a quien la pague; y la aplicación de una reforma laboral que establece el despido libre y ata las manos a los representantes de los trabajadores para que puedan negociar sus condiciones laborales, permitiendo a los empresarios variar las mismas a su antojo.
Todas estas medidas son las que en este primero de mayo queremos denunciar. Y queremos señalar, muy especialmente, a los causantes de tal tropelía. Lo mismo que en 1886, las lógicas que rigen la actuación de los que detentan el poder son similares: priorizar la reproducción del capital, a toda costa, y por encima del bienestar de las mayorías sociales. Son las mismas, sí, pero sus consecuencias son, si cabe, más funestas hoy en día, dado que acumulan tal poder que relegan la democracia y la soberanía popular a lo meramente anecdótico.
Así, la banca que generó el estallido financiero, tras ser rescatada con el dinero de todos y todas, relanza su ofensiva agónica contra lo público con el objetivo de robar espacios de ganancia para sostener un sistema que hace aguas; los capitalistas de la economía productiva se afanan en recuperar inversión, empleo y consumo, sin caer en la cuenta de que los años dorados del estado del bienestar no volverán, y de que no hay salida sin solución definitiva a la crisis ecológica, ambiental, de los cuidados y de reproducción social; la clase política pro-sistema, que ha permitido y alentado durante décadas el saqueo democrático por parte de lobbys, transnacionales, y entidades dictatoriales y tecnocráticas como bancos centrales, FMI, OMC, Comisión Europea, etc., y que ahora se muestra incapaz de medidas audaces que nos conduzcan a una democracia real, directa y participativa. Todos ellos, al defender el actual sistema, son culpables de la situación, y nos quieren conducir, en defensa de ese sistema de la exclusión, la ganancia y la desigualdad, al colapso absoluto de la capacidad de reproducir nuestras vidas.
No lo podemos permitir, o la reproducción de su capital o la reproducción de nuestra vida. O vivimos esclavos del fluir del capital o transformamos radicalmente la economía para que nos posibilite vivir mejor. Por eso, es necesario convertir este primero de mayo en la reivindicación de toda la clase trabajadora en defensa de un nuevo modelo de sociedad, de una nueva civilización. Porque la clase trabajadora está compuesta de personas empleadas y de personas que trabajan mucho, pero que no ingresan nada; está compuesta de obreros y obreras, pero también de campesinos y campesinas, en igualdad de condiciones; está compuesta de feministas y de ecologistas, porque sólo estas miradas garantizan una respuesta real y efectiva al deseo de la sostenibilidad de la vida. Sólo recogiendo todas estas luchas en una agenda común, podremos enfrentar esta gravísima situación.
Toda esta serie de agresiones a todos los niveles requiere una respuesta proporcional y articulada. Una articulación de sujetos, luchas e imaginarios con una agenda incluyente anticapitalista, feminista, ecologista, soberanista y antirracista. Desde Alternatiba volvemos a apostar, con más motivos que nunca, a una convergencia de las izquierdas en Euskal Herria -de partidos, de sindicatos, de movimientos sociales- en una lógica de combate y confrontación. Nadie puede quedar fuera para darle la vuelta a este sistema, este es el mensaje que Alternatiba quiere destacar en este primero de mayo. No podemos ni debemos priorizar unas luchas sobre otras, todas son necesarias para defender la vida. Queremos un mundo en el que todos los mundos tengan cabida.
Así, es necesario consolidar la unidad de acción para confrontar con el capital, trabajando desde ya en la transición a una alternativa socialista que asegure la sostenibilidad de la vida. Unidad, sí, en la diversidad. Es necesaria, es urgente.
Por un primero de mayo inclusivo, confrontativo y antisistema. Gora Maiatzaren Lehena! Gora Euskal langileria!