Txema Mendibil – Inspector de Hacienda
Como gustaba afirmar Galbraith, es inmoral y propio de una sociedad enferma que haya personas que ganen más de 100 veces el sueldo medio y cuya principal meta parezca ser ganar todavía más.
De esa y parecidas reflexiones ha surgido siempre la necesidad de limitar y regular las escandalosas diferencias salariales propiciadas por el capitalismo salvaje. Esta limitación no suele ser una prohibición directa, dada la facilidad que tienen las rentas altas de disfrazar parte de su sueldo. Más bien se intenta poner tipos altísimos en las rentas del trabajo (del 90% o superiores) a partir de un umbral de ganancias.
Una versión light la tenemos en la propuesta socialista francesa en el impuesto sobre la renta, gravando al 75% todo lo que supere el millón de euros de sueldo. Es decir, a un IRPF más bajo que el de Gipuzkoa e incluso que los de los otros herrialdes, le ponen un estrambote para rentas estratosféricas (más de 30 veces el salario medio de Euskadi). Y antes de que se empiecen a oír tonterías sobre pasadas por la izquierda y demás, conviene estudiar sus consecuencias aquí, para ver si estamos hablando de nóminas o de fútbol.
Porque podríamos afirmar que Euskadi no es Madrid, Barcelona, París o Londres y que aquí esas rentas o menores apenas existen. Y que las pocas que hay corresponden a retribuciones de consejos de administración de empresas muy grandes o a alguna jubilación de oro, con una facilidad enorme para cambiarse de domicilio fiscal. Por lo que incrementos como el descrito solo servirían para tranquilizar conciencias, sin ninguna importancia práctica.
Pero una mirada más cautelosa sí nos muestra empresas cuyos ejecutivos realizan trabajos ligados al terreno y perciben esas millonarias cantidades. Son las dedicadas al espectáculo de fútbol o baloncesto, en las que abundan los sueldos brutos (por todos los conceptos) superiores a 300.000 euros. E incluso en Athletic, Real Sociedad u Osasuna hay bastantes que superan el millón de euros.
¿Se podría aplicar entonces la reforma Hollande en Hegoalde? Sí, pero teniendo claro que eso casi supondría para los clubes citados bajar a la segunda división española. Y claro, el enorme despilfarro de dinero público y privado dedicado al deporte profesional en todo el Estado, los valores reaccionarios que transmiten tan disparatadas prebendas, los estúpidos ritos tribales que lo sustentan… todo eso tiene su reflejo en Euskadi.
Sin contar con el empeño de la derecha nacionalista en sublimar la cuestión nacional con los éxitos deportivo-cirquenses, que tan buenos réditos le dio en la transición.
Lógicamente, con ligas vascas esta dependencia enfermiza del deporte espectáculo se reduciría drásticamente. Un Athletic-Amurrio sirve de chiste para nacionalistas españoles, pero a mí me merece más respeto que trasladar miles de forofos a 5.000 km. de distancia para ver jugar a tu equipo contra otro de Madrid (y viva el desarrollo sostenible).
Y entonces podremos abordar ese cambio fiscal. Mientras tanto, conformémonos con que los deportistas profesionales tributen igual que el resto de los mortales, aunque sea a partir de 300.000 euros. Porque, para asombro de propios y extraños, actualmente pagan la mitad en tres de los cuatro herrialdes merced a unas disposiciones enterradas en lo más profundo de la normativa foral. Un ejemplo para ilustrarlo: Bizkaia subvenciona fiscalmente a los jugadores del Athletic con varios millones de euros, como si no hubiera necesidades más urgentes y solidarias en estos tiempos de crisis.
¿Y por qué en Gipuzkoa no se ha eliminado totalmente y siguen pagando la mitad por los primeros 300.000?. Pues sí, es injusto, pero aquí hay que ser posibilista. Porque en caso contrario, el IRPF francés sería más bajo y el agujero a la recaudación fiscal considerable si todos se mudan a Iparralde. Pegas de tener una nación con tantas soberanías fiscales distintas.
Como veis, lo que amenazaba con ser una discusión fiscal puede transformarse en otra sobre la hipertrofia del deporte profesional en nuestra sociedad y sus prebendas. Espero que este debate no se obvie con argumentos tontos del tipo: «es que a ti no te gusta el deporte». Porque se podría responder como hizo recientemente un concursante televisi- vo para pasmo de la presentadora: «A mí me encanta hacer el amor y no soporto las películas pornográficas». Pues eso.