Amaia Agirresarobe y Carmen García – Mesa Feminista de Alternatiba
Los próximos años en Euskal Herria serán un desastre en el plano social. Siendo así, es preciso que la ciudadanía tenga la certeza de que la inestabilidad social que pueda generarse es el precio a pagar para que surja una alternativa de poder y no sólo una alternancia en el poder. En este complejo contexto, ¿Podrán construir las izquierdas esta alternativa?, ¿bajo qué parámetros? ¿será esta alternativa feminista o nos encontraremos ante una nueva traición o enfrentamiento entre el feminismo y la izquierda más clásica, tal y como ha sucedido en tantos episodios de la historia en los que la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha situado en el furgón de cola de las reivindicaciones? Todo indica que el desencuentro será inevitable si la izquierda (los partidos, los individuos, los colectivos sociales…) continua rehuyendo un debate político, profundo y sereno, sobre la capacidad para integrar realmente -no formalmente- la igualdad entre mujeres y hombres en todos sus postulados. Este artículo propone algunos elementos de discusión para un debate, urgente y necesario a día de hoy, pero que desafortunadamente continua en los márgenes de la agenda de las diversas izquierdas de Euskal Herria.
La construcción de una alternativa a la actual crisis civilizatoria se está produciendo en un contexto de gran fragilidad para el feminismo anticapitalista marcado, al menos, por dos grandes debilidades. Por un lado, la institucionalización del feminismo y, asociada a ella, la fe ciega en la igualdad de oportunidades, perspectiva que impide un cuestionamiento integral del sistema, porque todo lo mueve en los márgenes del mismo. Pareciera así que se ha vuelto hegemónico un discurso y una práctica liberal del feminismo, que no pretende la intersección con otras dimensiones de dominación – clase, raza, estrato económico y social-, ni se basa en análisis estructurales y sistémicos -fundamentales en el contexto actual ya que patriarcado, capitalismo, colonialismo, productivismo y democracia formal son realidades necesarias y complementarias-.
Por otro lado, la escasa radicalidad de la autoproclamada izquierda alternativa frena hoy en día el empuje de un feminismo que exige y propone una revisión completa del sistema. Así, se ha producido un desplazamiento hacia la derecha del conjunto del espectro político, al cual la izquierda alternativa no ha escapado. Este proceso, gestado a lo largo de la larga noche neoliberal, se ha desnudado con toda su crudeza ahora tras el estallido financiero de 2007. De esta manera, al abrir los ojos después de 20 años de hegemonía de la globalización capitalista, al tratar de responder ante la situación que vivimos, nos damos cuenta de que ¡nos encontramos defendiendo las propuestas de los que otrora eran acérrimos enemigos! Así, los y las exliberales se sitúan en posiciones de derecha; los y las exsocialdemócratas en las del liberalismo; los y las exizquierdistas… ¡en las socialdemócratas! En este sentido, la izquierda alternativa, en vez de ampliar su mirada emancipadora a otras dimensiones de lucha más allá de la clase, se sitúa en clave reformista.
Así, este corrimiento generalizado hacia la derecha, junto con la institucionalización del feminismo liberal, suponen importantes obstáculos para un feminismo anticapitalista, valga la redundancia. Deteniéndonos un poco más en la realidad de socialdemocratización de la izquierda, no podemos negar que es uno de los debates más acucientes. ¿Es el estado del bienestar el objetivo último o la fase inicial de transición emancipadora? ¿Es Noruega el objetivo? ¿Es posible replicar la experiencia Noruega a nivel mundial? ¿Cuántas Noruegas caben en nuestro mundo? ¿No es Noruega sino la cabeza de una escalera que necesita a la fuerza explotación y dominación en la mayoría de sus peldaños? ¿No es hora de salir del marco del progreso, del capitalismo y de la democracia liberal-representativa (o sea, de Noruega), para entrar en nuevas propuestas de sociedad?
Desgraciadamente, estos debates todavía no están en la agenda, y precisamente la izquierda partidaria alternativa se postula como el máximo valedor de las propuestas socialdemócratas. En este sentido es importante destacar que la crisis, lejos de convertirse en una oportunidad para cuestionar las contradicciones del sistema y levantar una alternativa radical e integral está provocando, en términos generales, una agenda política menos confrontativa en sus lógicas y más conciliadora con el sistema. Así, el principal enemigo para la izquierda hegemónica actual no es el sistema capitalista y ni mucho menos el capitalismo patriarcal sino el colapso financiero, origen último de todos los males que impactan en nuestras vidas. Frente a la demonización de la economía “financiera”, la izquierda se ha replegado hacia una defensa a ultranza de la economía “real”, o sea, la “productiva”, la del mercado de cosas. En definitiva, la izquierda se ha replegado a defender el sistema capitalista en su vertiente productivista, a través de la deificación de su máxima figura: el empleo y el trabajo remunerado. Este estravismo productivista está acompañado de las reivindicaciones fundamentales de la ideología socialdemócrata caracterizadas por un estado fuerte y regulador y la recuperación del estado de bienestar como prioridad absoluta.
Esta propuesta política, que confronta únicamente contra la agenda neoliberal, abandona y/o subordina otras crisis estructurales (crisis de los cuidados, crisis ecológica, crisis de alimentación) lo que de nuevo sitúa a la lucha feminista en un segundo plano, lejos de las prioridades de la agenda. Por un lado, plantea la recuperación del estado de bienestar como escenario ideal, sin revelar si es parte de una estrategia gradual que pretende retomar la lucha contra el sistema a una etapa posterior o es el final último de la carrera. Y, por oro lado, plantea una alternativa construida sobre castillos de arena, ¿acaso es posible producir todos los recursos para poner en práctica todas esas públicas industriales y de protección social? ¿es el crecimiento de los años 50 y 60 posible? ¿y deseable?
El debate a todas estas preguntas es inaplazable! No podemos conformarnos con resistir sino que también debemos pensar, elaborar y construir esa alternativa que a día de hoy no existe.