Jonathan Martinez – Alternatiba
Corea del Norte tuvo su propio «Guernica» de Picasso y se llamó «Masacre en Corea». En 1951, el pintor malagueño recreó la muerte de treinta y cinco mil civiles norcoreanos a manos del ejército estadounidense durante los cincuenta y dos días de 1950 que duró la masacre de Sinchon. El condado de Sinchon perdió así una cuarta parte de su población durante una guerra que terminó con casi dos millones de muertos y un millón de desaparecidos.
Ernesto Guevara explicaba que «la parte norte del país quedó sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna; acribillada a bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes.» Las tropas de Harry S. Truman, que venían de ensayar un genocidio atómico en Hiroshima y Nagasaki, extendieron su maquinaria criminal por el control de la península de Corea. «Los descuartizamientos de las gentes, matar a mujeres embarazadas a bayonetazos para hacerle salir el hijo de las entrañas, quemar heridos con lanzallamas… Las cosas más inhumanas que pueda imaginar la mente fueron realizadas por el ejército norteamericano de ocupación», contaba el Che.
Por suerte para la tranquilidad de nuestras conciencias occidentales, la historia oficial no la escriben Pablo Picasso ni Ernesto Guevara. Por eso, no importa que el gasto militar de Estados Unidos suponga el 41% del gasto militar mundial, olvidemos que sus arsenales cuentan con ocho mil cabezas nucleares, perdonemos el holocausto nuclear de 1945 y sus 220.000 cadáveres japoneses. Dejemos atrás esos detalles, porque el peligro para la estabilidad internacional se llama Corea del Norte. Pyongyang es la capital del eje del mal y sus dirigentes unos provocadores. Hay que agradecer a todos los medios de comunicación del sistema que se tomen diariamente la molestia de pensar por nosotros.