Antes de existir Bilbao, existió un puente que unía los dos lados de la ría. El viejo puente de San Antón formó parte del paisaje de la villa durante más de quinientos años hasta que en 1870 el Ayuntamiento se hartó de lidiar con las riadas y lo reemplazó por uno nuevo. El puente que adorna el escudo de Bilbao, y el del Athletic, y también el de la ciudad chilena de Constitución, hace más de un siglo que no existe. Llevamos la destrucción del patrimonio tatuada en el escudo.
Siguiendo con tan arraigada tradición, mañana comienza la demolición de un estadio que nos ha acompañado durante cien años, y que queriendo o sin querer, ya forma parte inseparable de nuestras vidas. En pocos días, San Mamés quedará reducido a escombros a la espera de que San Mamés Barria lo suplante. El viejo San Mamés podía albergar a 39.750 personas, mientras que el nuevo San Mamés tendrá espacio para 53.332. Sin embargo, ni siquiera sumando todas sus localidades harían hueco para las 100.188 personas desempleadas que suma Bizkaia.
121 millones de euros de las arcas públicas irán a parar a un puñado de constructoras que se frotan las manos con una operación apadrinada por sus socios políticos de PNV, PSOE y PP, que han recurrido esta vez a la coartada del patriotismo rojiblanco para cebar los bolsillos del empresariado vascoespañol. Los sepultureros del viejo San Mamés son los mismos que urdieron las obras del TAV -ese tren para ricos pagado por pobres- y que van a levantarse a su cuenta más de tres mil millones de euros de las instituciones públicas. Se llaman Balzola, Cycasa, Exbasa, Acciona, Altuna y Uria, Viuda de Sainz o Murias. Estas tres últimas, junto a la FCC de Esther Koplowitz, cruzan los dedos para que algún día caiga Bildu en Gipuzkoa y puedan por fin construir y gestionar la incineradora de Zubieta por una entrada de 263 millones de euros.
Algunas de estas firmas son ilustres inquilinas del batzoki y sospechosas ganadoras de todos los concursos públicos a los que se presentan. Viuda de Sainz, por ejemplo, no se ha perdido una sola de las grandes obras de Bizkaia: BEC, Supersur o Metro de Bilbao engrosan su lucrativo currículum junto a sonoros escándalos como la fuga de 10 millones en la construcción de la planta de purines de Karrantza o la adjudicación fraudulenta del polideportivo de Pinosolo en Leioa por 58 millones.
Balzola es otro monstruo jeltzale indiscutible: el Museo Guggenheim, la Torre Iberdrola o el BEC han pasado por sus manos. También estuvo en sus manos la remodelación de las Instalaciones de Lezama, una obra que el entrenador Marcelo Bielsa se atrevió a calificar como «una estafa, un robo y un engaño» antes de que la dirección del Athletic emitiera una nota de apoyo a la constructora y en contra de su propio técnico.
Y a la cabeza de la UTE que levanta el nuevo estadio se sitúa Acciona, hospedada en el Ibex 35 y cuya presidencia heredó en 2004 José Manuel Entrecanales de su propio padre. Entrecanales fue presidente de Vodafone España entre 1995 y 2007, presidente de Endesa entre 2007 y 2009, y en 2012 tomó la presidencia del lobby empresarial Instituto de la Empresa Familiar (IEF). También forma parte del Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), otro lobby fundado en 2011 por los diecisiete responsables de las empresas más poderosas de España con el objetivo de limpiar el buen nombre de los inversores patrios. El mismo día que se hace público que el presidente de Acciona ha obtenido una remuneración de 4,42 millones de euros en 2012, el CEC declara solemnemente que «lo peor de la crisis ha terminado».
Dijo Bielsa en su última rueda de prensa que «el fútbol cada vez se parece menos al aficionado y se parece más al empresario». Quizá por eso lo toman por loco.
Agur, San Mamés, agur, Bielsa.