Luis Salgado – Alternatiba Araba
Hay lugares, países, estados que por su situación geográfica, o por sus recursos reciben el adjetivo de geoestratégicos, que en lenguaje llano viene a significar, territorio propicio para las violaciones de derechos, los asesinatos y las guerras de ocupación. Son muchos esos lugares en el mundo y los podréis reconocer por que salen habitualmente en los noticieros con imágenes de guerra y destrucción.
No te preguntes quienes son los buenos y quienes los malos, los que se manifiestan o los que gobiernan, todo dependerá de en que bando hayas nacido tú. Los tuyos son los que te digan los periódicos, la tv, y la radio. No hay más preguntas Señoría.
Tampoco pienses que eso solo ocurre en lugares alejados, en países del llamado 3er Mundo, en Oriente Próximo, en el Magreb, no, no te vayas tan lejos, en Europa también tenemos esos lugares aunque quizás las guerras sean menos vistosas. En este mismo momento una de esas guerras está dándose en la frontera europea, en Ucrania.
Ucrania ha vivido su historia en la frontera entre imperios. Otomanos, Polacos y Austro-Hungaros, la rusia Zarista y la Alemania prusiana, la Alemania Hitleriana y la Unión Soviética, y ahora Alemania y su cohorte frente a Putin y su Rusia. Ucrania es el granero del Este, acceso privilegiado al Mar negro, y uno de los pasos fundamentales a las riquezas de oriente próximo para el centro y el norte europeos. Lo tiene todo para ser deseado, codiciado e invadido desde el tiempo de Gengis Kan.
Es un país fronterizo y la vida en la frontera es dura, tan dura que crea gentes especiales, diferentes. La historia de Ucrania es la historia de sus gentes, victimas de cientos de conflictos, de gobiernos y desgobiernos, de un sentimiento de moneda de cambio que a nadie importa. Y en ese contexto entraron en el siglo XX, ocupados por Alemania y abandonados por la Rusia revolucionaria aún en pañales, con una sociedad dividida entre un pueblo abandonado por quienes le prometieron un mundo socialista, y una burguesía dispuesta a venderse al Imperio Prusiano para evitar ser fagocitados por los bolcheviques, y en eso estaban cuando una figura surgió del pueblo, cuando un pueblo se levantó de las cenizas para construir un mundo nuevo.
Makhno y sus cohortes de desheredados soñaron y se contrapusieron a una historia marcada, a la guerra de los Imperios. Lucharon y perdieron, aplastados por el incipiente Imperio Soviético. Apenas un renglón en la historia porque los perdedores no tienen espacio en el relato oficial.
La Segunda Guerra Mundial fue la secuela de una mala película, pero ahí ya no había cabida para un tercer actor, y el pueblo ucraniano solo tuvo dos vías, fascismo o comunismo, élite contra proletarios. Jugar a perder.
Y llegó la caída del Muro de Berlin, la desintegración de la URRS, y con ella, la independencia y la soberanía, ¿O era decir mucho? Al menos eso podemos deducir si vemos como se están desarrollando los acontecimientos. Tercera parte de la saga, Alemania vs Rusia, Merkel frente a Putin, y Ucrania… Ucrania como moneda de cambio. Polarizada la ciudadanía, jugando con odios y miedos pasados, y poco de futuro.
Ucrania es una prueba más de que la tan manoseada Independencia no garantiza la soberanía de un pueblo. Es el ejemplo último de como juegan a los dados con la ciudadanía los Imperios y el Capital, y en ese caldo de cultivo a nadie importa generar una nueva guerra fratricida en Ucrania, al contrario, soplan las ascuas, fomentan viejos miedos, y se posicionan en el tablero. Revoluciones naranjas, posiciones pro-rusas, no son sino los primeros movimientos de peones, los tanteos, y en esta situación volveremos a echar en falta a Makhno. Volveremos a echar en falta una verdadera lucha por la soberanía del pueblo ucraniano, poder decidir, poder vivir sin injerencias externas. Sacudirse el apellido geoestratégico para ser dueños de su destino.