Colombia se enfrenta a una de las disyuntivas políticas más importantes de los últimos años: continuar con un conflicto armado que ya cumple 50 años o, por el contrario, alcanzar la paz. El próximo domingo 15 de junio se llevará a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la que compiten el actual presidente de la república, Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, candidato apoyado por el expresidente Álvaro Uribe.
Si bien los dos candidatos son de derechas, existen diferentes formas de abordar el conflicto armado entre ambos. En agosto de 2012, Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, Farc- Ep, iniciaron negociaciones para poner fin al conflicto armado interno que sufre el país desde hace ya más de cinco décadas. Estas negociaciones se iniciaron con la determinación de acabar con la guerra, de hecho, ambas partes se comprometieron a no levantarse de la mesa hasta no alcanzar la paz. A diferencia de anteriores procesos en el actual se manifiesta claramente la voluntad de poner fin al conflicto.
El inicio del proceso de paz y el empeño que al actual presidente colombiano ha puesto en él es tal vez la diferencia más importante entre Juan Manuel Santos y su adversario. Esta diferencia es determinante. Mientras Santos reconoce la existencia del conflicto y le da estatus político a la insurgencia, Zuluaga propone acabar con los diálogos. Zuluaga, que representa al uribismo y su belicismo más reaccionario, le propone al país continuar con una guerra que ha causado miles de personas muertas, desaparecidas y desplazadas, en últimas, demasiado dolor, demasiado sufrimiento. Si bien ambos defienden políticas de corte neoliberal, ponerle fin al conflicto armado interno abriría un nuevo tiempo en Colombia.
Bajo un sistema electoral que nos obliga a elegir entre dos malas opciones, nos queda la esperanza de saber que dar la espalda a la mano derecha del genocida Uribe es la única forma de seguir abriendo puertas a la paz.
Además de terminar con el sufrimiento humano directo causado por la guerra, el fin del conflicto podría suponer que el estado invierta en otros apartados históricamente descuidados como la sanidad, la infraestructura y la educación, por ejemplo. Por otra parte, y si se llega al cumplimiento de los acuerdos firmados, se ampliarían los espacios democráticos para la oposición tradicionalmente perseguida y estigmatizada.
El fin del conflicto sería un triunfo de la inmensa mayoría del pueblo colombiano que desea vivir en paz y con verdaderos espacios democráticos para la participación política. Los anhelos de paz del pueblo colombiano son también los nuestros y por ello desde Alternatiba deseamos que el proceso de paz continúe. Esperamos que el próximo domingo se le otorgue el respaldo que se merece y necesita el proceso de paz y que se inicie un nuevo tiempo de mayor entendimiento en el que la lógica de la guerra y la violencia sean reemplazados por el debate de las ideas y de la confrontación democrática.
Mesa Internacionalista de Alternatiba