Luis Salgado – Alternatiba
Allá por febrero escribí un post con este mismo título, y en aquel momento, que parece que fue hace una eternidad, el fenómeno Podemos era una total y absoluta incógnita. Venía yo a decir que, con sus luces y con sus muchas sombras, desde Euskal Herria no podíamos sino alegrarnos de que el desencanto y la indignación empezaran a tomar forma allende el Ebro. Incidía en que una formación de izquierdas que pudiera aglutinar las ansias de lucha con el objetivo de conformar una mayoría hegemónica siempre es una buena noticia para la clase trabajadora. Y uno, que parece que a pesar de mis 41 años no aprendo, confiaba en estar asistiendo al nacimiento de la Siryza hispánica, o quizás el Frente Amplio Uruguayo, no sé, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, estamos en octubre (gran mes en las onomásticas para los que somos zurdos) y casi después de un largo embarazo se puede empezar a discernir, cuanto menos, el sexo del futuro vástago, pero ni por esas, ni chicha, ni limoná, ni ná de ná.
Cuanto más cerca se halla el ciclo electoral de 2015, Podemos más aligera su mensaje, más suaviza sus palabras y más busca la retórica hueca con la que llegar a una mayoría amplia de la población, sin percatarse, o haciéndolo lo que aún sería peor, de que mayoría amplia no significa mayoría hegemónica. Y no lo es, ni lo será porque la búsqueda de una victoria electoral rápida, sin periodo de confrontación previo que permita realizar una labor pedagógica conlleva irremediablemente la necesidad de abandonar objetivos ambiciosos para no “asustar” a las masas. Así, de un tiempo a esta parte uno puede escuchar a Pablo Iglesias hablar del derecho de autodeterminación de los pueblos al tiempo que se permite en lo interno exigir que voten todos los círculos de España la posición que han de mantener los círculos catalanes respecto al proceso de secesión. Es fácil oírles decir que Podemos no es de izquierdas ni de derechas, que son los de abajo y van contra los de arriba, y hay que reconocer que la frase es redonda, pero no es lo mismo confrontar con los de arriba desde la izquierda que hacerlo desde la derecha, y asumámoslo, el centro es una necedad. O con el pueblo, o contra el pueblo, no hay termino medio, y sino, miren a donde nos han traído las reformas social-demócratas.
Aún con todo lo anterior, sigo creyendo que la noticia de la irrupción de Podemos en el panorama político tiene muchas virtudes. La primera y fundamental a mi entender, el haber logrado generar ilusión en un sector de la población profundamente desencantado, y haber logrado inmiscuir en la vida política a personas que de otra manera parecía imposible lograr que aceptasen ese reto, aunque también es cierto que no serán pocos los que se desencanten más pronto que tarde si continúan por estos derroteros. La segunda gran virtud es que el nacimiento de Podemos sitúa, tanto a PSOE como a IU ante el espejo de la realidad, y el reflejo parece que no está gustando a ninguno de ellos, están gordos, fofos, sin capacidad de reacción, tirados en el sofá acostumbrados a su cómoda vida dentro del sistema, pero no tienen otra opción que regenerarse o morir, aunque creo que las horas de gimnasio necesarias son excesivas, sobre todo en el caso de unos socialistas que ya no encuentran las cazadoras de pana ni aunque las busquen, y eso lo saben Pablito y los suyos, y mucho me temo que es ese espacio el que pretenden ocupar, desatendiendo la confrontación, y pasando por su propio Suresnes.
A pesar de todo, la hipotética irrupción de Podemos en el panorama político de Euskal Herria, en mi opinión tendrá un efecto diferenciador con el Reino, y ese no es otro que la existencia de EH Bildu, referente indudable para buena parte de la población de izquierdas y transformadora. La existencia de dos bloques claros y nítidos (PNV, PSE y PP por un lado y EH Bildu por el otro) le obligará irremediablemente a tomar posición, no valdrá en EH eso de ni izquierdas ni derechas, tendrán que tomar partido, o con la “casta” o contra ella y por tanto buscar puentes con EH Bildu. Claro que siempre queda enarbolar lo identitario como diferenciador y recuperar aquello del 5º espacio… ¿lo recuerdan? Yo tampoco.