Luis Salgado – Alternatiba
Decía Carol Hanisch que “lo personal es político” y pocas frases tienen más sentido y son más incomprendidas a un tiempo. Parece que comprender que cada uno de nuestros actos es una decisión política, revolucionaria, contestataria, subversiva, dócil o servil, no es sencillo de digerir por la mayoría social. Aún así, aún incomprendido, este sencillo enunciado contiene una verdad irrenunciable para comprender nuestra posición en el tablero, y sobre todo para ser capaces de empoderarnos y ser conscientes de nuestra capacidad real de incidencia. Como seres sociales, todas y cada una de nuestras acciones provocan una reacción en quienes nos rodean, así cómo las acciones de “los otros” tienen consecuencias en nuestra vida.
Si tú llegas a comprender esto, es probable que ya no vuelvas a dormir con la misma tranquilidad con que lo haces ahora, es probable que no leas el periódico con la misma mirada aséptica que te permite asimilar tu opinión en la opinión de otros, y redescubras el concepto crítico que te arrebataron. Llegado a este punto de consciencia del YO como sujeto político es muy probable que llegues a una conclusión, como ser social y político tengo derecho a manifestarme, a discutir y a decidir las acciones comunes que delimitan mi entorno y mis relaciones. Y es entonces cuando serás consciente y comprenderás en la globalidad la frase de otra revolucionaria esencial, Rosa Luxemburgo; “El que no se mueve, no siente las cadenas” y lo entenderás porque te toparás con la realidad de una democracia formal, representativa y burguesa, basada en la delegación constante de responsabilidades, lo que a la larga termina convirtiéndose en una larga vara de mando en plaza con directores de orquesta subidos en altos atriles inalcanzables, viviendo a miles de pies sobre el suelo, y ajenos a la realidad de la mundana mayoría que caminamos entre el barro y su basura.
Llegados a este punto percibirás que no estás sola, que hay cientos, miles, millones de personas que exigen lo mismo que tú, voz. Pero si es cierto que lo personal es político, no es menos cierto que lo corporativo es poder, y quienes tienen poder no suelen entregarlo por las buenas, de modo que no te queda otra que organizarte y luchar. Entonces, en el momento de la organización, el momento de poner en marcha un proceso de cambio, de reivindicación y lucha tendrás que resolver entre otros cientos, un problema muy concreto, ¿Cómo hacer un verdadero proceso democrático? ¿Cómo crear un partido, una asociación, un colectivo que crezca, que sea capaz de disputar el poder y la hegemonía social? ¿Estás dispuesta a ceder tu capacidad política en una vanguardia que te guíe a la victoria al antiguo uso revolucionario confiando en que una vez alcanzado el poder nacerá una nueva sociedad democrática? O ¿eres de los que cree que la teoría y la práctica deben ir de la mano, y por tanto el propio proceso revolucionario ha de llevar aparejado un proceso democrático?
Es en esa segunda hipótesis donde nos movemos muchas personas en la actualidad, en la necesidad de ejercitar la democracia desde la base, desde el primer momento. Necesitamos organizaciones horizontales, no solo hacia lo externo, con bonitas retóricas, e incluso con prácticas valientes allá donde se alcanzan cuotas de poder, sino que sus prácticas internas han de ser en si mismas revolucionarias y radicalmente democráticas. Para ello, para avanzar por esas sendas son imprescindibles dos pautas, la primera una militancia activa y con disposición para participar, elaborar y actuar, la segunda, una organización viva que facilite dicha participación, elaboración y actuación.
Dichas pautas, sin embargo, se topan irremediablemente con una realidad insoslayable, un régimen que absorbe la vida y la coloca al margen del sistema productivo-económico. Una realidad que impide en muchos casos la participación real y de calidad en la vida política de una ciudadanía absorbida por las exigencias de la supervivencia. Con todo ello, la necesidad de reinventar constantemente los canales de participación es inexcusable, y pareciera al mismo tiempo, que en la era de las comunicaciones y la revolución tecnológica estos nuevos cauces estuvieran al alcance de la mano, con los móviles de nueva generación, los ordenadores e internet. Sin embargo ¿Es internet un cauce adecuado para la democracia radical?
Cabría decir que sí, que es un complemento idóneo para fortalecer y facilitar la participación, aunque su extensión conlleva así mismo grandes riesgos, me voy a limitar a enumerar tres para mi fundamentales, ya que mi objetivo con este post no es otro que el de lanzar el debate buscando vuestra colaboración con vuestras aportaciones y comentarios;
1. Las nuevas tecnologías excluyen directamente a amplios sectores de la población (personas mayores, personas en riesgo de exclusión, personas de bajo perfil académico, analfabetos digitales…).
2. La sustitución de los debates presenciales por los debates virtuales minimizan el mismo (opinión y réplica descontextualizadas en un mismo plano temporal) lo que dificulta la percepción global de las diferentes opiniones.
3. La ausencia de debates presenciales en los que se han de escuchar a todas las partes facilita los personalismos. El voto en un click, facilita que quién no está dispuesto a levantarse del sofá, de la comodidad del salón y de la pantalla de su ordenador o televisión, vote y decida en función de la fama o el conocimiento que tiene de la persona y no de su ideario o su discurso. Se puede decir que eso también sucede en la actualidad con los llamados periódicos a las urnas, sí, claro que sí, ¿Pero precisamente queremos luchar contra eso, o no?
¿Hay alguien en la sala que dude de que en las últimas votaciones on-line de PODEMOS, por ejemplo, el peso mediático de Pablo Iglesias pesó más que su discurso ideológico a la hora de confrontar con la propuesta del otro Pablo, Echenique en este caso? ¿Cuántas de esas 200.000 personas que votaron se leerían los documentos a los que votaban? Permítanme que al menos tenga mis dudas, y entiendan, que estas dudas no me impiden seguir creyendo que teoría y praxis han de ir en la mano.