Toni Ramos – Alternatiba
En el contexto de crisis provocado por el capitalismo, en el que las clases más desfavorecidas se ven arrastradas a la miseria en beneficio de bancos, multinacionales y oligopolios energéticos, cabría esperar que la mayor parte de la clase trabajadora se decantase por izquierdas alternativas, y esta fuera creciendo en militancia y votos en detrimento de los partidos políticos clásicos. Y ciertamente esto ocurre, aunque lo cierto es que hay otra opción que también gana adeptos.
Aprovechándose de los recortes sociales, de la corrupción y del desencanto de la mayoría de la sociedad con la clase política, surge la extrema derecha y el nuevo fascismo. Y lo hace con un discurso populista, sencillo, llano, sin el más mínimo atisbo de razonamiento, con el foco del odio dirigido hacia un enemigo que no puede defenderse y usando aquella máxima de que una mentira repetida muchas veces acaba convirtiéndose en verdad. En efecto, tomando como base el racismo y la xenofobia, el neofascismo alimenta su discurso contra la crisis dando una solución fácil a toda persona que tenga oídos: la culpa de todo la tienen las y los inmigrantes.
Pero el resurgimiento del fascismo y la extrema derecha no es casual, y gran parte de ese dudoso mérito hay que otorgárselo a los partidos políticos tradicionales, que han visto en este tipo de discursos un caladero de votos. Veamos algunos ejemplos.
En los países nórdicos, el discurso racista de partidos de extrema derecha como el Partido del Progreso de Noruega o Demócratas de Suecia, empezó a tener cierta relevancia. Los partidos de corte conservador, lejos de oponerse al racismo y a la xenofobia, comenzaron a imitarles llegando incluso a aceptar la presión de la ultraderecha, aplicando políticas encaminadas a la criminalización de las personas migradas. El resultado de todo esto llega a los extremos de la matanza de Utoya en 2011.
El caso francés es similar. Le Pen empezó a usar el racismo y la xenofobia como herramienta para culpar al más débil de los males del país. El conservador Sarkozy se subió al carro del voto fácil y expulsó de Francia a personas de etnia gitana procedentes de Rumanía, al tiempo que coartó la libertad religiosa de la población musulmana. Hollande no ha rectificado lo más mínimo. Como resultado del seguidismo a estos postulados, el partido neofascista Frente Nacional fue el más votado en las pasadas elecciones europeas. Hoy día, Marine Le Pen, hija del fundador del partido de extrema derecha, ya se ve Primera Ministra de Francia.
Hay ejemplos similares en Holanda, Reino Unido o Italia, pero Euskal Herria no es ajena al fenómeno. Personajes de renombre político que habitan en nuestras tierras llevan tiempo usando este discurso que criminaliza a las personas migradas, que nada pueden hacer para defenderse porque son minoría y porque ni siquiera tienen derecho al voto.
Culpar a los más indefensos tiene una clara intención electoralista y ni PP ni PNV están dispuestos a perder la oportunidad de cosechar poder, aunque sea en perjuicio no de una parte como creen, sino de toda la sociedad. No hay más que echar un vistazo a Europa para constatar que están sembrando el camino para la llegada de la extrema derecha a nuestro país.
Desde las Diputaciones de Araba y Bizkaia, y ayuntamientos como el de Sestao o Gasteiz, se han lanzado acusaciones falsas contra el colectivo inmigrante que extienden una alfombra roja alneofascismo que hasta ahora permanecía oculto, haciendo suyas los postulados propios de la extrema derecha y aplicando políticas propias de nazis. Es preocupante ver cómo en Gasteiz las personas sin recursos deben adquirir exclusivamente artículos determinados, marcados con una pegatina verde en una red de supermercados concreta. El racionamiento de alimentos en beneficio de empresas afines es típico de la época más oscura de la dictadura de Franco, que ha vuelto de la mano de Javier Maroto.
Si personajes tan reconocidos en el mundo de la política como Josu Bergara, José Luis Bilbao, Javier de Andrés y Maroto son capaces de exponer públicamente postulados racistas ¿quién le va a reprochar hacer lo mismo a Democracia Nacional? Una pseudo-organización nazi que ha comenzado a pegar carteles por todo Gasteiz en contra de la inmigración.
Habría que recordar a las cabezas de PP y PNV que durante el boom inmobiliario, en la época en la que no faltaba trabajo, la población migrante aportaba casi la mitad del crecimiento del PIB en el Reino de España. Igual deberían tener en cuenta que estas personas viven y trabajan en Euskal Herria; que comen y compran en Euskal Herria, por lo que pagan impuestos directos e indirectos como cualquier otro habitante de Euskal Herria. Puede que también debieran darse cuenta de la riqueza que nos aporta la diversidad cultural. Y sobre todo, habría que recordarles que gran parte de nuestra sociedad (y gran parte de sus militantes) son inmigrantes de fuera de Euskal Herria o descendientes de estos.
Firmado, un inmigrante catalán, tan vasco como cualquiera de origen marroquí o autóctono con ocho apellidos vascos.