Hoy venimos a decir que vivimos tiempos decisivos. Y no lo son por afrontar la recta final de los cien días que nos separan de las elecciones de mayo. Porque esta no es una batalla electoral, es más bien una cuestión de supervivencia, de resistencia de clase y de país, de quienes defendemos una Euskal Herria construida desde abajo y a la izquierda frente, en la que se respeten la dignidad y los derechos de todas las personas.
Y enfrente tenemos a los acomodados en una comunidad más autómata que autónoma, porque en manos de los señoritos que gobiernan, de los jauntxos del PNV, estamos condenados a ver como reproducen las mismas políticas de recortes que practica Madrid; condenados a sufrir la misma cultura del hormigón, de hipotecarnos con grandes infraestructuras que solo sirven para enriquecer a los amiguetes. Nos someten al mismo saqueo de lo público y lo hacen cada vez con menos complejos.
Kutxabank, la caja que nació de los ahorros de las y los trabajadores de este país pero que PNV, PP y PSE han decidido privatizar dilapidando lo poco de público que le quedaba, nos brinda el mejor ejemplo de cómo los Bárcenas de turno y los sobres en B también tienen su réplica en Euskal Herria. Lo vimos en Nafarroa, con la CAN, y lo vemos ahora al descubrir las supuestas irregularidades, aunque cada vez menos supuestas a juzgar por las imputaciones, cometidas en Kutxabank.
Y esta es la auténtica confrontación de la que hablaba al principio. Las clases populares, las mayorías sociales frente al tripartito de los chanchullos, los pactos clientelistas y las puertas giratorias. Hace un par de semanas una compañera de EHBildu le preguntó a José Luis Bilbao cuál es la razón por la que cobra más que ningún otro político de Hego Euskal Herria. ¿Sabéis qué le respondió? ajo y agua.
La diferencia entre el jauntxo vizcaíno y el resto de sus correligionarios, si es que existe, radica en que además de hacer la vista gorda con los que defraudan a la hacienda pública, él incluso presume de haberlo hecho. Aunque lo cierto es que hay que agradecer al tripartito que cada vez hable más claro. Lo hace Urkullu al asegurar que van a pactar en Gipuzkoa para derrocar a toda costa al gobierno de EHBildu.
Se saben perdedores porque carecen del respaldo de la ciudadanía. Pero sus amigos, las grandes constructoras, las cementeras ilegales que defiende Lakua, los que se benefician ensanchando el agujero que dejaron en Bidegi, los especuladores que precisan construir la incineradora… todos ellos, al igual que Cabieces en Kutxabank, necesitan recibir lo suyo. Y solo lo conseguirán si PNV, PP y PSE se hacen con el poder en Gipuzkoa.
Y por supuesto tienen claro quienes pagarán la factura, o las angulas de Markel Olano. Volverán a saquear, cual Robin Hood a la inversa, a quienes menos tienen para dárselo a los que tienen más. Ya lo ha adelantado el PNV, si ganan eliminarán el impuesto sobre la riqueza y las grandes fortunas. Ese que solo pagan los que tienen tanto dinero como para aparecer en la lista Falciani. Y así nos dejan bien claro para quién gobiernan.
Pero frente su pacto del tocomocho, las mayorías sociales de este país debemos aunar esfuerzos y avanzar en la vía de la soberanía. Es la hora de la voluntad popular, de pactar entre quienes consideremos que el derecho de la ciudadanía a decidirlo todo es la base para cambiarlo todo. Queremos construir Euskal Herria, y queremos hacerlo con todas y con todos. No olvidéis que dentro de muy poco, el 7 de marzo, aquí en Barakaldo, tenemos una cita en el BEC. Y ha de ser el principio del fin para la mafia y sus lacayos.