Ander Rodríguez Lejarza – Diputado de Política Social y miembro de Alternatiba
Conviene que reconozcamos las cosas como son. Los resultados de las elecciones municipales y forales para EH Bildu suponen un paso atrás en su proyecto de cambio político y social. Este revés puede ser mayor si de lo ocurrido en estas elecciones no extraemos las lecciones correspondientes.
De lo cuantitativo y lo cualitativo
Cuando afirmo que los resultados han supuesto un paso atrás, que no son unos buenos resultados, no debemos fijarnos tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. Los resultados cualitativos son relativamente sencillos de interpretar. Si bien EH Bildu no ha sufrido un retroceso reseñable en lo que a la votos se refiere en el conjunto de Araba, Bizkaia, Nafarroa y Gipuzkoa, los resultados de esta última provincia hacen que pase de ser primera fuerza política en el Ayuntamiento de Donostia y en el Territorio Histórico, a colocarse como tercera y segunda respectivamente. De este modo, sin necesidad de desarrollar el pacto anunciado por PNV, PSE y PP, EH Bildu, pierde los gobiernos de la capital y el Territorio. Y esto, se mire como se mire, supone un gran paso atrás para la consolidación del proyecto político. La coalición pierde sus dos grandes referentes en la lucha institucional.
Que los árboles nos dejen ver el bosque
Tampoco conviene dejarnos arrastrar por la pérdida que supone para el proyecto de EH Bildu lo ocurrido en Gipuzkoa. En Nafarroa, los resultados electorales, permiten que nos coloquemos en la antesala del final del largo régimen de UPN. La alternativa a UPN en Iruñea será liderada por EH Bildu y, en el Gobierno Foral, será una pieza indispensable, aunque en este caso el liderazgo le corresponderá a Geroa Bai.
¿Quién gana?
Es muy sencillo responder a esta pregunta. El Partido Nacionalista Vasco es el gran vencedor de estas elecciones. Mantiene la hegemonía en Bizkaia, se sitúa como primera fuerza política en Araba y Gipuzkoa y, en Nafarroa, lideraría el cambio en el Gobierno con su participación en Geroa Bai. Estos resultados, además, los acompaña con un llamamiento a consolidar gobiernos estables con el PSE, que superen la debilidad de algunos mapas políticos muy fraccionados, como es el caso de Araba, entre otros.
¿Qué ha ocurrido en Gipuzkoa?
Comencemos conjugando en primera persona del plural. Hay que reconocer que cometimos el error de confundir la hegemonía institucional que nos otorgaron las urnas hace 4 años con la hegemonía social. Este error ha venido de la mano de la necesidad de volcar las organizaciones políticas que conforman la coalición en el reto que suponía gestionar, por vez primera, grandes instituciones con amplísimas competencias como la Diputación Foral de Gipuzkoa. Este volcado ha generado un distanciamiento con lo social que nos ha impedido dotar de bases sólidas el cambio institucional. Incluso podríamos reconocer que, en algunas ocasiones, hemos pecado de ejercer desde las instituciones un vanguardismo instalado en la comodidad de dar por seguro que la mayoría social acompañaba las decisiones que hemos ido adoptando o que simplemente eran conocedoras de las mismas. Tampoco debemos negar que hemos podido cometer errores en la gestión, que magnificados por los principales medios de comunicación, nos han pasado factura. Como recientemente escribió Arnaldo Otegi: “los hombres y mujeres de EH Bildu no somos perfectos/as, pero tratamos de ser mejores cada día, no lo hacemos todo bien, pero tratamos de aprender de nuestros errores”.
Si conjugamos en tercera persona del plural, hay que reconocer la capacidad que la reacción ha tenido de reorganizarse y movilizarse. El “acoso” político y mediático ha sido salvaje, y se redobló a raíz de varias decisiones que han pasado más o menos desapercibidas, pero que ponían el dedo en la llaga: el Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas, las inspecciones fiscales de las Sociedades de Promoción de Empresas y la reducción del margen de beneficio de las empresas en la explotación de servicios públicos. Esta reorganización de la “reacción” ha movilizado un voto contrario a EH Bildu (la participación en Gipuzkoa y Donostia se ha elevado en 2 y 6 puntos respectivamente) que se ha concentrado en el PNV. Un PNV que ha ocupado la centralidad renunciando a cualquier tipo de mención a cuestiones nacionales durante toda la campaña.
Las lecciones
Es un error identificar miméticamente una mayoría institucional con una mayoría social de cambio. La primera puede ser fruto de múltiples factores más allá de la adhesión incondicional a un determinado programa político. Es por ello muy relevante la necesidad de que ese cambio esté bien apuntalado en sus bases porque, de lo contrario, se corre el grave riesgo de construir un gigante con pies de barro.
Si es importante el qué hacer en las instituciones, más importante si cabe es explicar el porqué. Y esa labor de pedagogía es la que durante muchos años ha dejado de practicar la izquierda política e institucional.
Una vez alcanzado el poder institucional, no ha terminado nada, empieza todo. Si resulta complicada la carrera por alcanzar la hegemonía institucional, más complicada resulta sostenerla en el tiempo. A riesgo de convertirte en flor de un día.
Tampoco el acceso al poder institucional garantiza el cambio. Hay que incardinar la lucha institucional con la lucha social para lograr los objetivos.
No conviene obsesionarse con los ritmos si la dirección es correcta. Afianzar los cambios y dotarlos de irreversibilidad resulta más relevante a largo plazo.
En el momento en que los cambios no sólo abarcan lo estético sino lo ético, la reacción de las clases dominantes (léase casta) será furibunda, y la respuesta no puede consistir en un repliegue denostando opiniones. Es una lluvia fina que, sin percatarnos, acaba calando. Incluso en muchos de aquellos y aquellas que votaron cambio. Hay que pasar a la ofensiva y defenderse en todos y cada uno de los frentes.
Sirvan estas breves lecciones para quienes ahora se vean ante el mismo reto en el que nosotras y nosotros nos encontramos hace cuatro años y aprendan de nuestros errores.