Luis Salgado – Alternatiba
Seguro que, quien más quien menos, al leer este subtítulo os habrá llegado a la cabeza un flash con una habitación en penumbra, donde leves rayos de luz se cuelan por las láminas de la persiana del ventanal del despacho donde Marlon Brando acaricia a un gato de forma distraída mientras habla con Bonasera, el enterrador. Esa imagen, junto a la cara-cortada de Robert de Niro interpretando a Al Capone, o Lucky Luciano, o tantos otros son los estereotipos holywoodienses que a todas nos vienen cuando alguien pronuncia la palabra Mafia. Sin embargo, con el paso de los años, esta palabra que en un inicio utilizaba la Cosa Nostra siciliana para autodenominar a sus miembros (mafiosos, hombres de honor) apenas es utilizada en la actualidad para hablar de aquellos Padrinos sicilianos y sus homólogos italo-americanos, sin embargo la palabra Mafia nos llega a diario desde prensa, radio, y televisión para describir las más diversas actividades “delictivas”.
Todas escuchamos hablar de mafias de la prostitución, mafias que tratan con la migración, y ahora, sin ir más lejos, mafias que se lucran con los refugiados que huyen de las diferentes guerras. Todo son mafias. Así nos lo venden porque esa imagen es útil a sus fines. Saben que, irremediablemente, cuando una persona escucha la palabra mafia rápidamente su imaginativa mente volará a una calle de Chicago, a un Chrysler Imperial recorriendo los charcos que reflejan la mortecina luz de las farolas, mientras un hombre de traje italiano y sombrero panamá ametralla un local. La mafia es, en el imaginario colectivo, la cúspide de la pirámide delictiva. Nada hay peor que catalogar a alguien de mafioso. (el terrorismo entra en el ámbito político y no tanto en el delictivo, por aclarar)
Sin embargo la Mafia, o mejor dicho, para poder catalogar a un grupo como mafioso se debieran tener en cuenta que primero debe demostrarse que se trata de crimen organizado, es decir, debería poseer una estructura orgánica más allá de la mera organizativa para la ejecución del crimen. Esa estructura, generalmente piramidal, debiera controlar las actividades de sus miembros, así como gestionar los desencuentros entre estos. Los grupos que podríamos catalogar como mafiosos rara vez se especializan en una sola actividad, y mezclan los negocios legales con aquellos que están fuera de la ley. Y sobre todo, y lo que diferencia a la Mafia de cualquier otro tipo de delincuencia es el sentimiento de pertenencia a dicha Mafia.
Si bien es cierto que Mafia sólo hay una, y esa es la Mafia siciliana y sus herederos italo-americanos, por modelo y forma de organización delictiva podríamos aceptar que se utilice el término para hablar de otro tipo de organizaciones que, si bien con muchos matices, podrían aproximarse e incluso copiar el funcionamiento de ésta, hablamos del crimen organizado ruso, quizás de la Yakuza nipona, o la Triáda china, sin embargo, utilizar este término para hablar de quienes transportan inmigrantes y/o refugiados para colarlos a través de las fronteras parece sin duda tener un objetivo más perverso. Cómo he dicho antes, buscar la perversión de un drama humano y eliminar cualquier posible tentación de empatía.
Así, de ese modo, abogar por dar soluciones a los movimientos migratorios de las personas pareciera que es fortalecer y ayudar a esos mafiosos trajeados a hacer dinero, a lucrarse de las desgracias ajenas. Nos descarga de buena parte del sentimiento de responsabilidad y se la cargamos a los hombres de sombrero Panamá. No es tú responsabilidad, la culpa es de esas personas que se han dejado embaucar por las mafias que les prometen un futuro mejor a cambio de sus ahorros. Nada tiene que ver que hayamos empobrecido sus tierras y arrasado sus pueblos y no les hallamos dejado otra alternativa que dejar atrás todo cuanto tenían, tierra, familia, amigos. Y desde luego no son nuestras películas, documentales, y noticieros los que les venden lugares idílicos que solo descubrirán de su inexistencia cuando alcancen nuestras costas. Vienen engañados por las mafias, no lo olvides, y hay que terminar con esas mafias y para eso, bombardearemos Siria, hundiremos los barcos de pesca de Libia, Egipto o Argelia, y aumentaremos el tamaño de nuestras alambradas.
Pero puestos a hablar de Mafias, o sistemas mafiosos, en España sobran ejemplos. Grupos con grandes cuotas de poder, con organizaciones piramidales de gran tamaño, jugando entre la legalidad y la ilegalidad y lucrándose con esos negocios. Uno de esos Capi cayó ayer mismo y le condenaron a 5 años de cárcel. Un personaje catalogado hasta hace bien poco como Prócer de la sociedad, cuyos consejos eran escuchados y atendidos por el poder, un Padrino que se permitía dar lecciones a la sociedad en general desde altas tribunas “Para salir de la crisis hay que trabajar más y cobrar menos” decía. O ese otro que llevaba las cuentas de un Partido el cual lleva financiándose ilegalmente desde su fundación. Un Partido a través del cual se han lucrado decenas, cientos de personas, y cuyas actuaciones ilegales, chanchullos y estafas conocemos por decenas. Sin embargo, aunque en ambos casos están más que demostradas todas esas relaciones, está demostrada la existencia de una organización creada con fines criminales, esté demostrada la existencia de una jerarquización y todas y cada una de las características se cumplan, en estos casos no oiremos hablar de mafias sino de manzanas podridas, de delincuentes aislados. Es lo que hay, un caso más de neolengua, circulen nada que ver aquí.