Entrevista realizada por el diario Ara Balears al portavoz de Alternatiba y portavoz de EH Bildu Oskar Matute durante su visita Palma de Mallorca para aportar la visión desde Euskal Herria de la crisis del estado español.
En el interminable ciclo electoral en el que estamos sumergidos aún le queda un último capítulo en el último trimestre del año. Las elecciones autonómicas vascas configurarán una nueva correlación de fuerzas con la gran incógnita sobre el efecto que tendrá la salida de la prisión de Arnaldo Otegi tras la gran derrota de la izquierda independentista en las elecciones del 20-D. El líder de Alternatiba y portavoz de la coalición soberanista e independentista EH-Bildu en el Parlamento vasco ha visitado Mallorca para ofrecer una charla. Oskar Matute (Bilbao, 1972) asegura que aunque el viaje con el reto de «romper los clichés» sobre la izquierda abertzale y agradece que la primera parte de la entrevista se centre en las propuestas sociales de la coalición.
¿Cómo afronta la izquierda soberanista e independentista vasca la repetición de las elecciones generales con el añadido de la inminencia de las autonómicas, previstas para octubre? No lo encaramos como si fueran citas separadas. Entendemos que forman parte de un ciclo electoral en el que nuestra ciudadanía podrá manifestar la opinión a través de las urnas y eso creemos que tiene importancia. De hecho, ya nos gustaría que la ciudadanía pudiera opinar más a menudo a través de las urnas sobre qué quiere ser y qué aspira a ser. Las generales son importantes para nosotros. Buena parte de la actualidad política viene de lo que pasa en el Congreso de los diputados y de lo que se decide en Madrid y esto no es ajeno, por tanto, a nuestra ciudadanía. Por ello, creo que tenemos que redoblar la apuesta que hicimos el pasado 20 de diciembre y que no fuimos capaces de transmitir con total rotundidad a nuestro electorado y, quizá por eso también, nuestros resultados no fueron los esperados.
¿Es coherente presentarse al Congreso de un país que se quiere abandonar? Debe quedar claro que EH Bildu apuesta por un proceso constituyente vasco pero que este proceso no se construye ni de espaldas ni por separado de lo que ocurra en España. Nos guste o no, lo que se decide en el Congreso nos afecta a todos. Y no sólo tenemos a mano protestar cuando lo que se decide nos perjudica sino que también tenemos la oportunidad de proponer para que lo que se pueda decidir sea positivo. En este sentido, nuestra posición el 20-D y el 26- J es la de buscar un proceso constituyente en Euskadi pero también estamos dispuestos a colaborar con la apertura de espacios democráticos, con una regeneración democrática en el Estado español por la vía del desalojo del PP. Otra cosa es la incomodidad que pueda causar a algunos de los actores políticos que también tienen la posibilidad de echar al PP nuestra posición tan clara y definida de intentar mejorar las condiciones objetivas del conjunto de la clase trabajadora, tanto la del estado español como de Euskal Herria.
Después de los malos resultados del 20-D, ¿piensan cambiar de estrategia? La fortaleza que históricamente ha tenido la izquierda soberanista e independentista vasca ha tenido que ver con la capacidad de interpretar las necesidades de su pueblo y de proponer alternativas a las dificultades que se encontraba la sociedad. Si uno analiza la historia de Euskal Herria en los últimos 40 años, verá como en la medida en que hemos sido capaces de conectar la movilización social, la demanda de nuevas soluciones con la propuesta política, hemos logrado llevar al país escenarios mejores de los que se nos había planteado, ya fuera la central nuclear de Lemoniz u otras cuestiones. No nos queremos quedar sólo en la autocrítica, ya la hicimos durante la noche electoral. Una de las señas de identidad de nuestro proyecto es la honestidad. Se podrá estar de acuerdo o no con nuestras propuestas pero queremos ser honestos e ir de cara. Pero a partir de aquí tenemos que ser capaces de armar la propuesta política. Y la propuesta política es reilusionar a la gente. Y reilusionar a la gente es darle respuestas a los problemas que le afectan al día a día.
Probablemente nuestra obsesión por resolver cuanto antes todas las derivadas del que se ha llamado «el conflicto vasco» nos ha situado ante la ciudadanía como una gente desconectada de sus preocupaciones diarias, de la falta de trabajo y vivienda dignos, de la fuga de miles jóvenes vascos. Y aquí es donde nos aplicaremos. Que se vea de alguna manera que EH Bildu no es únicamente una unidad para alcanzar un marco nacional diferente. Es una unidad política para construir un país diferente, con un modelo económico diferente, más digno y más justo. Es como lo que dijo Arnaldo Otegi a la salida de la cárcel: que quería un estado decente para nuestra gente.
¿Y qué políticas ha aplicado cuando ha gobernado? De la experiencia de Gobierno hemos extraído una lección que, sin ánimo de decirle a nadie lo que tiene que hacer, queremos dar a conocer. Una fuerza política que se requiere transformadora debe tener muy clara una cosa: si no es capaz de acompañar cada acción de gobierno con una movilización sostenida en la calle todo lo que construya podrá ser un castillo de naipes y podrá caer por la presión mediática y económica, por la presión de lo que se denomina IBEX 35 y que se manifiesta en recursos, campañas feroces de hostigamiento o incluso la venta de una realidad deformada.
EH Bildu ha hecho una labor muy notable, desde mi punto de vista a la Diputación Foral de Gipuzkoa y en el ayuntamiento de Donostia que no ha notado una traslación a la sociedad porque no se ha querido que se supiera. Pero si hubiéramos tenido un tejido más activo, más vivo, si hubiéramos caminado con un pie en la institución y otro en la calle con la misma intensidad probablemente deberíamos mitigado de mejor manera el golpe.
¿Cómo interpreta el auge de Podemos? ¿Cree que es un fenómeno perdurable? Nos parece que es un proceso similar al que vivió EH Bildu. Nacimos en 2011, entramos en tromba a varios niveles institucionales y luego vimos como esto no deja los poderes económicos a la neutralidad, no aceptan el resultado democrático. Y a Podemos vemos que les puede pasar lo mismo. No sé si serán un soufflé o no. No los vemos como un enemigo ni siquiera como un adversario. Nos confrontamos en las urnas, obviamente, pero más allá de las urnas podemos encontrar nexos o puntos en común para construir y vertebrar la sociedad de una manera alternativa a la que plantea el capitalismo.
¿En ningún momento habéis planteado una coalición? Aquí, una iniciativa similar de coalición de partidos de izquierda acaba de fracasar… Hubo un intento a las generales del 20-D. Hubo una llamada de unos profesores universitarios a Podemos, EH Bildu e IU. Nosotros nos mostramos abiertos a hablar pero los otros lo rechazaron. A partir de ahí, no existen las condiciones para que se dé esta confluencia. Entiendo que la presión en España que le trasladan a Podemos ante cualquier intento de colaboración con EH Bildu debe ser muy alta para ellos pero también les decimos que nunca se librarán de esta presión y vivir siempre bajo esta presión puede hacer que cambien. Si ellos quieren provocar una nueva realidad, la manera más directa de hacerlo no es cambiar para gobernar sino intentar gobernar para cambiar las cosas.
¿El futuro de EH Bildu como coalición está asegurado aunque se consolide la línea reciente de malos resultados? Yo no soy vidente pero no soy capaz de imaginar una Euskal Herria sin una expresión política que reúna a decenas de miles de militantes de izquierdas y soberanistas comprometidos con su lengua, con la defensa de los servicios públicos, con la defensa del medio ambiente y con la lucha del feminismo contra el patriarcado.
A todo esto, el PNV se le ve muy cómodo en la situación actual. Efectivamente, el PNV está muy cómodo en un papel de espectador, una especie de «paciente inglés» que mira lo que está pasando. A veces, medio en broma, comentamos que Rajoy estos últimos cuatro meses de haber hecho la estatua no ha hecho nada más que no haya hecho el PNV desde hace tiempo: esperar a ver qué pasa en Madrid y en función de lo que ocurre ver cómo negocia.
Nosotros no creemos que los derechos se negocien. Nosotros creemos que los derechos se ejercen. Creemos que hay que exigir al PNV que no debe confundirse la bonanza de su proyecto político con la bonanza del país. Porque es probable que al PNV le vaya bien en esta coyuntura de inestabilidades porque es un proyecto que se vende como una garantía de estabilidad pero esta garantía de estabilidad está dejando a miles de personas en la estacada también en nuestro país aunque los indicadores económicos puedan ser sensiblemente mejores que en España.
En nuestro país, hay pobreza energética, alimentaria, desahucios, hay precarización en el empleo, hay éxodo de jóvenes. Todo esto necesita respuestas ante los ataques del Gobierno mediante recursos de inconstitucionalidad a leyes que nuestro Parlamento aprueba: la ley de vivienda, contra el «fracking»… Y aquí no vale con alzar la voz y ya está y decir que no le parece bien que Madrid recurra leyes vascas. Queremos que se respete lo que decidimos.
¿El TC es la institución española que necesita una reforma más urgente? Sonará bestia lo que dije pero cuanto más veo la fragilidad democrática del Estado español más en la cabeza me viene Buenaventura Durruti y aquello de: «hay que destruirlo todo para construir algo nuevo». Nosotros tenemos la sensación, probablemente avalada por el trato que nos dispensan los tribunales españoles, que es hay un árbitro al servicio del equipo que debe ganar siempre. La lógica de la separación de poderes en España ya hace tiempo que dejó de existir. Creemos que la defensa del proyecto nacional español (que es también la defensa del proyecto económico con que funciona el estado español) está por encima de cualquier lógica democrática. Lo mismo ocurre con el TTIP donde se plantean la supresión de las soberanías y los derechos para generar una realidad supranacional que armonice mercados. Creemos que en España la lógica de mercado se impone y se une a la lógica de la unidad de España para marcar un terreno de juego donde las fichas están marcadas o el árbitro está comprado.
¿Cree que hay base para el crecimiento de su electorado o temen quedarse estancados? Para nosotros, es fundamental que la lucha por el derecho a decidir de nuestro pueblo vaya ligada también a nuestra capacidad de seducir a mucha gente que identitariamente pueda tener todavía hoy dificultades para sentirse sólo vasco y no complementarlo con la identidad primigenia de sus padres y debemos ser capaces de llegar a esta gente y decirles: «mira, nuestro proyecto soberanista no te quita ningún derecho pero te garantiza muchos más que los que el Estado español está dispuesto a garantizarte”.
Queremos generar un Estado propio para asociarlo a un modelo económico diferente, un modelo donde la economía especulativa se arrincona en favor de la economía productiva y solidaria. Y, ya ves, llevamos un buen rato de entrevista y todavía no hemos hablado de presos ni de ETA y es evidente que tenemos una opinión. Hoy mismo, sin ir más lejos, hay 47 ciudadanos vascos que están en la Audiencia Nacional prestando declaración porque están imputados bajo la lógica de «todo es ETA» cuando son miembros de las asociaciones en defensa de los derechos de los presos y otra serie de colectivos. Esta realidad la tenemos presente, y es sangrante y es descarnada pero no queremos que el proyecto de EH Bildu sea el de la cara cabreada y que mira al pasado. Esto es lo que quieren que seamos pero no lo conseguirán. Nosotros tenemos ilusión para construir un país con un modelo económico diferente y debemos ser capaces, como decía Arnaldo Otegi, de esbozar la mejor de nuestra sonrisa para demostrarles que les podemos ganar.
Hablando de Otegi, ¿qué papel debe tener en esta nueva etapa? ¿Se le considera un gran activo o cree que su figura puede eclipsar todo su proyecto social? Creo que hay un intento evidente de vincular a Arnaldo Otegi al pasado. Lo único que ha pasado en este país es que él ha pasado seis años en prisión por hacer una apuesta de paz. Y yo creo que eso le duele en España porque si se mira en el espejo de la democracia, sale muy mal parado. A partir de ahí, lo que le decimos a la ciudadanía vasca es que Otegi es un activo político de primer orden. Y será, en primer lugar, lo que él quiera ser, lo que EH Bildu le proponga y lo que la ciudadanía decida, ni más ni menos. Nosotros no fuimos los que inventamos la expresión «Arnaldo Otegi, hombre de paz», fue José Luis Rodriguez Zapatero. Y nosotros creemos que Otegi ha sido comprometido hasta el final, hasta el extremo de soportar seis años de prisión, en la construcción de un escenario diferente.
Hoy, afortunadamente, no vivimos con el sobresalto de la acción violenta de ETA. Y todavía nos quedan muchas cosas por hacer. Pero todo lo que nos queda por hacer, todo lo que tiene que ver con la memoria, la justicia, la reparación y con la dignificación de todas las víctimas, absolutamente todas, todos los pasos que tengamos que dar nosotros para generar este escenario de reconciliación más fuerte se darán con más velocidad si Otegi está al frente que si decidimos olvidarnos de aquellos que han hecho un esfuerzo y lo han pagado muy caro para llevar nuestro país en el escenario actual.
Por el lado del PP, la dimisión de Arantza Quiroga demostró que entre los conservadores algo también está empezando a cambiar si bien parece que aún no es suficiente…
Lo primero que habría que destacar es que el PP y el PSOE actualmente son la tercera y cuarta fuerza política y parece razonable pensar que en el próximo Parlamento pasarán a ser la cuarta y quinta fuerza política. Y, aún así, a pesar de la pérdida progresiva de apoyo social nos encontramos con una mayor beligerancia desde el Estado.
Actúan como si fuéramos una colonia de ultramar. No tienen un proyecto político para nuestro país. Sólo tienen un proyecto político que los asocia en España. Y nosotros estamos dispuestos a confrontar los proyectos políticos en las urnas pero ellos también deben aceptar que su proyecto político empieza a ser minoritario. A nosotros nos genera estupor que Mariano Rajoy nos hable de lo que opina la sociedad vasca cuando no es capaz de seducir al 10% de la sociedad vasca con su proyecto político.
La realidad demoscópica le dice a Rajoy y a Pedro Sánchez que sus partidos pierden progresivamente peso en nuestro país porque no ofrecen una visión propia de lo que queremos hacer los vascos, porque más allá del sentimiento más o menos abertzale hay algo muy transversal y mayoritario en la sociedad vasca: que somos una sociedad diferente y propia, con problemas y virtudes propias. Tenemos una identidad propia y una vocación profunda de autogobierno. ¿Qué mensaje les puede dar el PP a los ciudadanos vascos, incluso a aquellos que se sienten españoles y son de derechas, si lo que hace es despreciar el autogobierno? ¿Qué proyecto puede ofrecer el PSOE a los ciudadanos de centro si cuando hablamos de preservar derechos laborales y sociales han aplicado reformas laborales a chorros cuando ellos gobernaban? No tienen.
Su marco de pensamiento actual es España y para ellos somos iguales que el resto de ciudadanos del Gobierno. Los famosos límites de déficit, a nosotros, nos los han puesto iguales que en Murcia o en Canarias, dicho esto con todo el respeto, sin entrar en que las realidades económicas son diferentes. Es decir, ¿por qué no nos podemos endeudar más o menos si tenemos unas capacidades y una realidad económica diferente?
De sus palabras se desprende que tiene la percepción que el Estado español no está haciendo nada para mejorar la situación. ¿Es así? El Estado Español se ha mantenido en parámetros de actuación equivalentes a los que manejaba cuando existía la violencia de ETA. Sigue existiendo la excepcionalidad penitenciaria para los presos políticos vascos, sigue existiendo una doble vara de medir a la justicia con el que tiene que ver con el llamado conflicto vasco que resulta evidente. Pero hicimos una apuesta clara e inequívoca por la unilateralidad, una apuesta a no condicionar nuestros pasos a las que pudieran hacer ellos, para conectarnos con nuestra sociedad, para reconciliarnos con el conjunto de nuestra sociedad, no sólo con nuestra base social o electoral, esto no tiene marcha atrás. Y España cada vez que reprime, cada vez que aprisiona, lo único que hace es retratarse porque la sociedad vasca ya no está en estos parámetros de conflicto y de división social casi balcánica que venden fuera. Esto les queda muy bien para sus discursos en el Congreso pero la realidad es que en Euskal Herria no vivimos así. En Euskal Herria ya caminamos hacia escenarios de reconciliación y en el que depende a EH Bildu, aceleraremos aún más, no nos quedaremos parados.
En Euskal Herria y en España se viven realidades diferentes, no siempre porque seamos diferentes sino porque desde el poder central se nos trata de manera diferente. Mientras los políticos del PP y el PSOE conocen muy bien las puertas giratorias que son los partidos y los consejos de administración, para nosotros ha utilizado otra puerta giratoria: la que nos lleva de la política en la cárcel. Y esto es una realidad que cada vez se ve con mayor nitidez fuera. Aquí todavía costará porque es verdad que la violencia de ETA ha dificultado la transmisión de determinados mensajes pero nuestra apuesta por la unilateralidad nos lleva a ser perseverantes y, en parte, por ello, he venido a Mallorca, a romper los cercos informativos, ya romper los clichés que cada día se hacen sobre nosotros.
¿Y en qué momento se encuentran estos procesos de reconciliación? Yo creo que los ciudadanos vascos conviven con gente de diversidad ideológica y ya no se viven aquellos niveles de crispación. Yo creo que la sociedad va por delante de la clase política para que algunos partidos políticos se empeñan en generar un umbral de exigencia que no se piden a la sociedad. O sea, a EH Bildu le están apretando con el famoso «suelo ético»: que tienes que condenar, que tienes que pedir perdón, que tienes que arrodillarte o fustigarte en plaza pública. En cambio, cuando salen las denuncias de torturas y les decimos que quizás tengan que dejar de negar que existió la tortura, que quizá también hay que mirar a todos los muertos que han generado las fuerzas policiales.
Porque en España hay víctimas de primera y segunda categoría. Dejando muy claro que el respeto a las víctimas lo tengo para todas, sean de ETA o de las fuerzas policiales. El Estado español sólo reconoce como víctimas a las víctimas de ETA. No reconoce al resto de víctimas, a determinadas víctimas de los GAL. Lasa y Zabala, asesinados y enterrados en cal viva, no han sido considerados durante mucho tiempo víctimas del terrorismo. La tortura se niega sistemáticamente y cada vez hay más informes internacionales que lo avalan. Y ellos miran hacia otro lado. Pero ya sabemos cómo es la derecha española que se identifica tanto en el franquismo sociológico que por eso se interesa tan poco en las decenas de miles de cuerpos en las cunetas. Y esta es la realidad contra la que luchamos. Y aún así, miramos hacia adelante. No nos cerrarán en este bucle de la lectura del pasado.
Traducción del original en catalán publicado en Ara Balears