Luis Salgado – Alternatiba
De aquel “derecho a decidir para decidirlo todo”, han pasado en dos pasos a invitar a la ciudadanía a decidir cómo encajar dentro del Estado, y yo, lo siento, el problema es que no encajo y no lo hago en ninguna de las dos definiciones del término:
1. Meter una cosa dentro de otra de modo que quede ajustada.
2. Aceptar una situación molesta o desagradable de determinada manera.
No tengo edad ya para aguantar una situación que me desagrada, al menos no sin mostrar mi malestar y mi indignación. Estoy en esa etapa de mi vida que si algo no me gusta lo digo, no me dedico a encajar los golpes en silencio. Si no me dejan decidir que NO quiero fracking, si no me dejan elegir cómo quiero que sean mis pensiones, si cada vez que apruebo una Ley que garantice mi derecho a la vivienda viene un tribunal desde Madrid y la paraliza, exijo mi derecho a decidir y a no encajar en un Estado que no me respeta.
Pero además es que cuando alguien quiere decidir no es para hacerlo dentro de un marco cerrado. No queremos elegir solo la salsa en la que somos cocinadas, queremos tener la oportunidad de decidir si queremos que nos sigan cocinando.
Decir que “existen naciones en el Estado que tienen derecho a decidir cómo encajan dentro” se parece demasiado a la letanía federalista que el PSOE recita cada cierto tiempo. Algo sin lógica y sin sentido. Y no, no lo digo únicamente desde el punto de vista del independentismo. Incluso para alguien que defienda posturas federales o confederales o de libre adhesión, notará las diferencias entre unas angulas y el surimi. Y es que, el primer paso para que dos partes puedan federarse o confederarse es que ambas se reconozcan como iguales, con iguales capacidades, con iguales potencialidades, y con igual poder. Por tanto, el único camino es el reconocimiento de esas naciones como Estados de pleno derecho.
Todo lo que no sea ese reconocimiento previo como Estado provocará una negociación asimétrica en la que se debatirá en sentido inverso al que corresponde en un proceso de Federación, Confederación o Libre Adhesión. Y es que, mientras en un proceso federativo lo lógico es que las partes decidan de qué competencias están dispuestos a desprenderse o compartir con el resto, a lo que suenan los cantos de sirena tanto del PSOE como de Podemos es justamente a lo contrario, a tener que “robar” competencias a Madrid para que nos sintamos cómodas en el Estado. Será que cómo son nuevos en política y que desde Madrid desconocen lo que pasa fuera de la metrópoli no son conscientes que eso ya son las Autonomías y sus Estatutos, y que eso, la asunción de competencias, es la base de la política de partidos como el PNV, por ejemplo. Y sí, ese marco no nos vale. No lo hace porque se ha demostrado endeble, porque nisiquiera se han cumplido los acuerdos firmados y muchas competencias jamás han sido transferidas, pero además porque el interés centralizador de Madrid es cada vez más fuerte.
Por todo esto estoy convencido de que no encajo ni encajaré jamás en el modelo descafeinado propuesto por PODEMOS, porque aunque nunca me he sentido independentista sí creo en el derecho a decidir y decidirlo todo, y no quiero que me cocinen por muy atractiva que pueda parecer la pepitoria.
Del blog de Luis Salgado El Mundo Imperfecto