Luis Salgado – Alternatiba
“Cuanto más conozco a las personas más amo a mi perro” no por nada, simplemente por todo lo demás. Y es que nos ha tocado vivir una época vacía de contenidos y llena de efectos colaterales, que de sangrientos, asesinos y sádicos, bien pareciéramos actores de una obra snuff.
La humanidad se desangra entre alambradas que separan a los parias de las gentes de bien. Enterramos la dignidad humana en una fosa común que en un tiempo fue Mare Nostrum, al tiempo que el odio campa a sus anchas desde Orlando a Bogotá.
Una nueva rotación, insignificante movimiento de vals en el salón universal, nos trae noticias del siglo, sádicas e impactantes que ya no nos impactan porque hace tiempo que nos inocularon las vacunas pertinentes. Todo es interpretable, a modo de reformulación de la Relatividad. Hasta las masacres son opinables. Somos cascarones vacíos mecidos por el cauce que nos traslada a la mar, y entre tanto ciego, los cegadores son reyes. Y así nos va, cantando goles que sustituyen al blues en los campos de algodón. Todo va bien. Hoy volverá a amanecer.
Discuten las ranas sobre abandonar la olla, pero aunque el agua está a punto de hervir, ¿dónde van a estar mejor? ¡Fuera, en la calle, hace tanto frío! Y así entendemos que las serpientes esperen tranquilas el festín, en sus altas direcciones, bañadas en champán, esperando jubilaciones a 45.000€ el día, y viendo el Circo cómo leones. Comprendemos que voten al ladrón, al corrupto, y no se escandalicen si coartan sus ya limitadas libertades, mientras croan al fuego lento. El amo nos quiere, nos protege Gollum.
Se acerca el fin del día, extenuados por las emociones contrapuestas que Piqué ha desatado. Odiar a veces no es tan sencillo, se dicen los envueltos en roji-gualdas. Pero aún nos quedan horas, y titulares desatados. El debate del siglo lo llaman. Se citan en un plató, el pasado inmóvil, quien no quiere que nadie cambie, y la esperanza defraudada que a cada embestida se desvanece un poco más. “Al cabo de un año, el perro se parece a su amo”.
Cuatro machos, cuatro, y un continuo. Hablar, rellenar y no decir nada nuevo. En tiempos de tribulaciones, lavar y guardar la ropa. Sin soluciones discuten sobre maquillajes, sobre Venezuela, y por supuesto, sobre la unidad de España. Y hasta el derecho a decidir se desvanece porque YO soy el garante de la indisolubilidad del Reino, YO gano en Vascongadas y la Cataluña. Y veintiséis segundos de reloj sobran para hablar del feminicidio, del patriarcado, porque estamos a otras cosas, estamos llamados para el pacto. Y yo me aburro y me duermo entre tanto artificio sin fuegos.
Del cambio al recambio, de los tronos a las sillas. Ya no se lleva romper, confrontar, porque no todo está tan mal en la tierra del “y tú más”. Ya no se lleva la hoz y el martillito, y la ayer denostada social-democracia hoy es nuestra bandera. La revolución encarcelada, como la disidencia, en pos de una reforma que nada cambie. Joseph Ignace Gillotine nunca trabajó al sur de los Pirineos y eso se hace notar. Nada dijeron los cuatro tenores que no hubieran “no dicho” antes. Fue un debate de mudos que sólo dejó una cosa clara, no será España la que cambie, y un siglo más tarde sigue teniendo razón Castelao; «Para que España sea roja, republicana y laica, anteriormente esa España tendrá que estar rota».
Del blog El Mundo Imperfecto