Jonathan Martínez – Alternatiba
En octubre de 2009, cuando el ministro Rubalcaba mandó detener a diez dirigentes de Bateragune, aún estaba todo porconstruir. No había una oferta de paz. No había una acumulación de fuerzas soberanistas. No había crisis aguda de régimen. En cualquier caso, la redada del gobierno de Zapatero confirmó tres hipótesis. En primer lugar, demostró la naturaleza antidemocrática del estado español, que nunca ha dudado en encerrar a disidentes políticos bajo la coartada de la lucha antiterrorista. En segundo lugar, quedó confirmado que nunca ha existido diferencia entre PP y PSOE en el uso y abuso de la represión. Pero sobre todo, la caza de brujas de Bateragune puso sobre la mesa el miedo del régimen español a debatir en términos políticos con sus adversarios. Siete años después, la inhabilitación de Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari reafirma el pánico del estado a la confrontación de ideas con la izquierda soberanista de nuestro país.
Sabían que se abría una vía pacífica y respondieron con violencia. Siguiendo la peor tradición del franquismo, no perseguían la paz sino la humillación del enemigo. Así es como el lehendakari López y el presidente Zapatero fueron publicando por entregas un interminable repertorio de detenciones. No importaba que los detenidos fueran liberados después por falta de pruebas. No importaba que los preventivamente encarcelados fueran absueltos después por falta de pruebas. No importaba que los detenidos denunciaran torturas. El objetivo era la victoria militar, no sobre una organización armada sino sobre el proyecto político del soberanismo vasco.
Aquel despliegue policial sirvió para despistar a la opinión pública de una cruenta realidad: la crisis de 2008 había comenzado a exigir sacrificios. Desde entonces, hemos visto un rescate millonario a la banca pagado con dinero público. Hemos visto desahuciar a miles de familias. Hemos visto miles de personas arrojadas al desempleo. Hemos visto la reforma de las pensiones que nos jubila a los 67. Hemos visto dos reformas laborales, siempre a medida de la banca y las grandes empresas y siempre hostiles a los derechos de las personas trabajadoras. Hemos visto la reforma del artículo 135 de la constitución. Hemos visto el desmantelamiento de la sanidad y la educación pública. Hemos visto huelgas generales y bocachas y pelotas de goma que arrancan ojos y asesinan.
En octubre de 2009 aún estaba todo por hacer. Todavía ahora nos queda un largo camino. Pero hasta hoy, y por encima de obstáculos y zancadillas, hemos entregado a este país un pedazo de paz y hemos acumulado fuerzas por los derechos nacionales y sociales de este pueblo. Ya no queda López ni Basagoiti ni Barcina ni Jiménez. Pero lo mejor está por venir. A partir del próximo domingo se intuye una fotografía inédita en el parlamento de Gasteiz. Por una parte, los valedores del bipartidismo español caminan hacia la insignificancia. Pero lo que es más importante, se dibujan nuevas mayorías que deben servir para garantizar la soberanía de nuestro país y para blindar a las personas contra las políticas de austeridad del Gobierno español. Para dotarnos de una ley de educación propia frente a las reformas de Madrid. Para impulsar leyes de empleo digno y hacer frente a la destrucción del tejido industrial. Para dejar atrás las tasas actuales de paro, muy porencima de la media europea.
Porque este pueblo no aspira a ser libre para izar sus banderas o cantar sus himnos. No defendemos los derechos de este pueblo por una querencia folklórica ni por un capricho nacionalista. La soberanía es una mera cuestión de superviviencia. ¿Qué podemos hacer cuando el parlamento de Gasteiz arma una ley que nos protege del fracking y Madrid nos da con la puerta en las narices? ¿Qué podemos hacer cuando nos tumban una ley de vivienda que paralizaba desahucios y garantizaba el derecho al alquiler? ¿Qué podemos hacer cuando nos hacen tragar una LOMCE a la que nos hemos negado? ¿Qué ocurrirá cuando el día de mañana queramos crear una ley de empleo que garantice el derecho al trabajo y un tribunal español nos diga que no?
En octubre de 2009, aún estaba todo por construir. Desde entonces, hemos visto salir de prisión a Miren Zabaleta, a Arkaitz Rodríguez, a Sonia Jacinto. Hemos esperado a Arnaldo Otegi a las puertas del penal de Logroño y lo hemos confirmado como candidato por encima de todas las prohibiciones. Muy pronto, cuando por fin veamos en la calle a Rafa Diez, queremos ofrecerle un país digno de gente digna que no se resigna a vivir condenada a la precariedad y la inexistencia. Es 2016 y todo sigue por construir. Por eso, en este punto de la historia, le pese a quien le pese, seguimos caminando.