Luis Salgado – Alternatiba
El Partido Popular, el mismo que gana en Madrid a pesar de todo lo que hace, en mi tierra camina hacia la irrelevancia. Ese es un hecho constatable en las cifras;
Pero también en las sensaciones.
A nadie ha descolocado más el nuevo tiempo que se vive en Euskal Herria que a la vieja guardia de la derecha europea más rancia. Sin poder apelar a su dolorosa situación de víctima, y con un PNV más autonomista que nunca que le arrebata el discurso liberal y hace absurdo el discurso del miedo al independentismo, el PP vasco está desubicado. Y ante esta nueva situación su única propuesta es Numancia, resistir estoicamente, y suicidarse al final.
El PP vasco ha optado por quemar las naves que, como a Alejandro Magno, eran lo único que le unían a la realidad, a la calle, a la ciudadanía. Está empeñado en romper todos los puentes que puedan quedar entre su manada y la humanidad, convencidos de su victoria y de que tarde o temprano Madrid acudirá a rescatar a los valerosos caudillos que resistan en las almenas. La plebe que fenezca pendón en ristre.
Esa es la única explicación posible a su forma de actuar en los últimos tiempos. Prietas las filas. Que no se mueva nadie. Y así, pétreos como el ejército de terracota mantienen que nada ha cambiado. Que una pelea de bar es lo más grave jamás ocurrido desde el holocausto. Que todos quieren acabar con su legado. Que los intentos de desarme ordenado de ETA son en realidad ataques a la convivencia.
Pierden la cabeza, y terminado el viejo discurso deciden adaptarlo. Si no es suficiente enfangar la paz, inician nuevas guerras, removiendo el fango. Nuevos enemigos. Azuzan el avispero xenófobo atacando las ayudas sociales. Explotan el racismo al primer problema de convivencia, con la llegada de los pichis a Abetxuko. Y buscan réditos de situaciones que requieren responsabilidad, calma, sosiego y trabajo, mucho trabajo, como con el tema de los menores de Sansoheta. Y sí, consiguen su público, pero a cambio se quedan en soledad. Rompen cualquier posibilidad de acuerdo con el resto, y eso es la irrelevancia. Hacia ella se lanzan.
Se quedan solos con sus aguerridos fieles, pero no aspiran a más, y estos, poco a poco los abandonarán. Ese es su futuro, y yo me alegro. Porque nadie en estos momentos es más contraproducente, más dañino y cancerígeno para la sociedad. Son, en definitiva, como gusanos nemertinos, que se comen a sí mismo si no encuentran comida, y pueden ingerir hasta el 95 % de su propio cuerpo y aun así seguir vivos, pero sin duda menos molestos.
Leer en su blog El mundo imperfecto