Luis Salgado – Alternatiba
Si por algo estoy enamorado de la lectura, y de la posesión de una modesta biblioteca en el hogar, es principalmente porque los libros te permiten volver a las historias una y otra vez. Cualquiera que entre en mi casa podrá descubrir, sin dificultad, cuáles son mis lecturas retorno, y cuales están inmaculadas como el primer día que las compré.
Uno de esos libros llenos de vida, cuyas hojas están amarilleando en los bordes, y algunas amagan con otoñar en breve es el que da título a este post. Las vidas divergentes de un esclavo del campo y otro, “el negro de la casa”. El que lucha por su independencia y dignidad, y el que, desde su posición de esclavo privilegiado no entiende la rebeldía del primero. Porque sí, porque entre esclavos también hay diferencias.
La cabaña del tío Tom aborda esa visión diferenciada de la esclavitud, en un Estado y un tiempo en el que la esclavitud era legal, y por tanto, democrática, que dirían algunos. Y es que, como diría también otra mujer imprescindible, Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos” No es, por tanto, una cuestión de la esclavitud, al menos no sólo como la esclavitud vista como una organización social concreta. Y es que todo oprimido es esclavo en potencia aunque, citando a la tercera mujer en este post, “quien no se mueve no siente sus cadenas”
Sin embargo, hay un motivo por el que escribo este post, y éste no es sino la sensación de que en este mundo globalizado y neoliberal los Toms han crecido y se han multiplicado hasta mostrarse ganadores en la carrera de la evolución. Pero volvamos un momento al Tom original, al del libro de Harriet Beecher Stowe. Esa persona, oprimida y esclavizada, que no ve otra salida al sistema en el que vive que adaptarse a él, y se convierte en firme defensora del mismo. Esa persona que se enfrenta a Simón para defender el statu quo. Esa persona que en 2017 pediría que encarcelen a los catalanes por poner urnas en los colegios. Esa persona que escribe los titulares del ABC, del País, de la Razón… etc. Esa persona que, en definitiva, cree que la Ley y su imperio es la mayor democracia a la que puede aspirar la humanidad, sin caer en la cuenta que la Ley es en realidad lo contrario, es la regulación del rebaño, y el fracaso de la democracia. Qué una mayor regulación es un menor espacio para la libertad. Que no existen periodos con mayor legislación que aquellos totalitarios. Pero sobre todo, sin darse cuenta que la legalidad no es garantía de justicia. Que la Ley la diseña quien gobierna, y en el Estado también la ejecuta, y la judicializa y así, el esclavo sólo tiene la herramienta de la lucha, la desobediencia y la ilegalidad. Y otros esclavos saldrán a cortarles el paso, la primera línea de defensa. Y sí tú te lo tragas, si crees que no hay nada más democrático que cumplir la Ley, entonces, Tom, saca lustre a tus grilletes, que los tienes, aunque te los hayas comprado en un centro comercial.
Leer en su blog El mundo imperfecto