Toni Ramos – Alternatiba
Las comparaciones son siempre odiosas, pero hay momentos en que comparar es necesario porque profundizar en una idea es como teorizar, y las teorías nos llevan a la especulación, la cual no se sostiene sin datos empíricos. La comparación, en cambio, nos puede proporcionar datos comunes con algo ya conocido, algo que en ocasiones puede ser de gran utilidad.
Arriesgándonos a cumplir de antemano la ley de Godwin ¿Quién se atrevería a comparar a alguien con el genocida por excelencia Adolf Hitler? ¿Y quién osaría comparar a alguien con la Sturmabteilung, más conocida como SA, esas brigadas paramilitares que se dedicaban a dar palizas -incluso a asesinar- a comunistas, judíos y gitanos? No, esto no es comparable con nada. Imposible… ¿O sí?
El fascismo comenzó a coger fuerza en Europa en medio de la crisis del 29. En este contexto, Hitler, en su camino hacia el liderazgo del Partido Nazi y, posteriormente, en su camino hacia la cancillería en las elecciones de 1932, usó como chivo expiatorio, como causante de todos los males que asolaban a Alemania, a los judíos y a los comunistas principalmente. La crisis de 2008 ha dado alas al crecimiento del neofascismo en Europa con un discurso cargado de mentiras y odio hacia personas migrantes, sobre todo las de religión musulmana. De esta forma, en países como Francia, Holanda, Reino Unido, Dinamarca, Grecia y Hungría, por ejemplo, la extrema derecha ha sido capaz de llegar incluso a los parlamentos. En Estados Unidos ha surgido Donald Trump, que como Hitler y los líderes de la nueva extrema derecha europea, ha usado el discurso del odio para hacerse con el liderato del Partido Republicano en las primarias de 2015 y en su camino a la Casa Blanca en las elecciones de 2016. En el caso del neoyorkino, el chivo expiatorio son los inmigrantes hispanoamericanos y los de religión musulmana.
Adolf Hitler fue nombrado Canciller en 1933 cuando su partido consiguió hacerse con la victoria en las elecciones por mayoría simple. A parte de proclamar leyes para dominar las instituciones con el control de las cámaras y para dominar la calle con una especie de “ley mordaza” llevada a su máxima expresión, una de sus primeras maniobras en la cancillería fue la de privar de la ciudadanía alemana a judíos y gitanos. Donald Trump no ha ido tan lejos, al menos de momento, pero ya ha anunciado el cierre de las fronteras para personas provenientes de países de mayoría musulmana y ha aprobado la persecución de personas inmigrantes sin papeles dentro de las fronteras estadounidenses para su deportación.
Mientras Hitler buscaba el poder, y ya como Canciller, en la calle se defendían sus postulados racistas, homófobos y anticomunistas. Las SA, paramilitares al servicio de Hitler, se dedicaban a propinar palizas e incluso a asesinar a todo aquel que se opusiera a su líder, sobre todo descargaban su ira sobre judíos, gitanos, comunistas, homosexuales y discapacitados. No es que Trump u otros líderes de extrema derecha europeos tengan una brigada callejera particular dedicada a estos menesteres (sí la hay en Grecia y Hungría), pero existe la persecución, acoso y violencia extrema de grupos neonazis tanto en EEUU como en Europa. Tenemos innumerables ejemplos de estos grupos, que están más o menos organizados, y que se dedican a sembrar el terror atacando a personas inmigrantes, personas musulmanas y personas LGTB, entre otras. Las SA existen. En muchos casos no están en la nómina de la extrema derecha, pero no cabe duda que cumplen su papel terrorista al servicio de la misma en las calles de cualquier ciudad europea o estadounidense.
Martin Niemöller, pastor luterano alemán que vivió el alzamiento nazi, escribió: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.
Ya conocemos la historia y hemos aprendido de ella. Esta vez no nos callaremos, esta vez no pasarán.