Luis Salgado – Alternatiba
Cientos de paisanos se dirigen colina arriba con antorchas, horcas y azadas. Las llamas provocan sombras dantescas a su alrededor. Un grupúsculo se separa de la mayoría a escasos veinte metros del porche de la casa de entre el grupo destaca un hombre que, con gran pericia engancha una soga a una fuerte rama del roble alrededor del cual siempre han correteado los infantes que crecieron bajo su sombra.
La marabunta grita, agita las antorchas y exige a la residente que salga y se entregue. Son todos los que están, apenas falta nadie. Todo el pueblo se siente con la razón. Son la justicia. Son tiempos pretéritos que algunas personas creíamos olvidados. Es el presente. Es el Reino Medieval de España. Son las firmas que reúne el Partido Popular, porque ahora la marabunta ni siquiera se mancha las manos con la sangre. Que sean otros. Yo firmo. Me tomo un vino y despotrico desde mi pedestal moral. ¡Qué paguen!
Hablamos de cadena perpetua como hablamos del último partido de fútbol. No me va a tocar a mí ni a los míos. Son los demás, y los demás me importan un bledo. Además algo habrán hecho. Y la sociedad conservadora, que no sólo los partidos, saben aprovechar el momento. Una vez que retrocedamos regresar al futuro será casi imposible. ¿Qué hay más democrática que la voz del pueblo? Y así hasta el más progresista se encuentra en una encrucijada. Hablan de que cuentan con el apoyo del 80% de mis congéneres, y me da miedo pensar que puedan no estar tan equivocados.
Pero esta batalla no se pierde ahora. Esta batalla se viene perdiendo desde hace años. Desde que quienes creemos en otro modelo social abandonamos el frente. Asumimos las cárceles, las prisiones, como un mal menor, cuando no una necesidad. Asumimos las penas progresivas, aunque tampoco lo sean, y claro, si por robar para comer puedes terminar varios años en presidio ¿Cómo no exigir que muera en la cárcel quien ha asesinado? Si lo entiendo, pero no lo quiero.
Recogen miles, decenas de miles, cientos de miles de firmas. El preso no tiene derechos, la mayoría ha hablado. Cómo en aquellos pueblos que ahora llamamos bárbaros. Quizás no hemos avanzado. Y se me revuelven las entrañas. No hay razonamiento por la masa, y a mí se me exige raciocinio. Cuestión de fe, no hay que demostrar que Dios existe, que sean los demás los que demuestren su inexistencia. Es frustrante darte cuenta de que la discrepancia no está en la cadena perpetua, creo que tampoco estaría en la pena de muerte, se discrepa sobre los delitos a los que se aplicaría. Ya no critico a quien la defiende a pecho descubierto, lo hago a quien no la combate porque en el fondo también la aplicaría con su contrario.
Leer en su blog El mundo imperfecto