Ya estamos en plena campaña electoral, una campaña atípica, fuera de lo común, diferente del resto de campañas electorales vividas durante esta etapa del Régimen del 78 porque se presenta, de nuevo sin caretas, la extrema derecha muy española con opciones de convertirse en un agente importante en las cámaras de la pseudodemocracia del Estado español.
Y sí, es la extrema derecha muy española quien marca la agenda, entre otras cosas porque la derecha más extrema y muy española también es sumisa de los votos que le puedan arrebatar; tal y como ha ocurrido en toda Europa, donde la derecha “clásica” ha dado un giro hacia la derecha extrema ante el avance electoral de la extrema derecha. Pero entre derechas, derechas extremas y extremas derechas, en el único grande y libre Estado muy español no ha ocurrido lo que en la mayoría de Estados no españoles de Europa, donde han sido capaces de establecer el llamado “cordón sanitario” para que la extrema derecha no acceda al gobierno. Aquí, como muy españoles que son, la derecha extrema ha querido ser vanguardista y a la primera oportunidad -Andalucía- han formado gobierno con la extrema derecha.
Y a todo esto, erre que erre con la provocación en busca de titulares que tachen a las y los antifascistas como violentos descontrolados hijos del demonio, tal y como ocurrió en Altsasu con la visita de un payaso fascista, que se hace pasar por periodista, junto al mandamás del racismo machista popular. O cuando el “citizen” trasnochado de la derecha extrema escuchó el repicar de las campanas de ese mismo pueblo, un pueblo digno que ha sufrido la represión incesante de los que a falta de cuernos llevan tres sobre sus cabezas.
Y con todo este mejunje político empezamos a hablar del “trifachito”, compuesto por el de la extrema derecha y los dos de la derecha extrema, todos ellos muy españoles, claro. Y es que la parte de la derecha extrema del “trifachito” ya ha probado las mieles del digno pueblo vasco al visitar dos plazas: una acogedora plaza de toros vacía y una hospitalaria plaza de lazos amarillos.
Si bien los dos de la derecha extrema tienen merecido los recibimientos y despedidas en ambas plazas, el caso de la extrema derecha es algo diferente, pues lo que busca es atentar contra derechos fundamentales y derechos humanos para dirigir la misma España muy española del genocida fascista Franco.
Conclusión, que a la derecha extrema se le combate, pero a la extrema derecha además se le derrota y se le destruye. Es vergonzoso y humillante que ayuntamientos como los de Bilbo y Donostia cedan espacios a los nuevos fascistas para que propaguen su odio, ese odio que pretende enfrentar al vecindario en nuestras ciudades y atentar contra sus derechos y libertades, así como que el Gobierno Vasco mande gente armada con porras, cascos y escudos para maltratar a quienes se oponen al fascismo. Pero también es vergonzoso y humillante que el Hotel Zenit Jardines de Uleta de Gasteiz dé prioridad a un puñado de euros convirtiéndose en cómplice del fascismo.
Dejar que la derecha extrema muy española tenga espacio para hacer campaña es una cosa, pero permitir que lo tenga la extrema derecha muy española para que pueda soltar su basura es muy diferente. Si les dejamos hacer lo que quieran estamos admitiendo que son nuestros rivales políticos, que su discurso es legítimo aunque no lo compartamos, que son una opción política opuesta radicalmente a la nuestra pero una opción al fin y al cabo. Y no. No y mil veces no.
A la extrema derecha hay que destruirla. No caben medias tintas. Aquí y en la China Popular, como diría Carod Rovira. Hay que destruir a la extrema derecha muy española, a la muy italiana, a la muy austriaca, a la muy catalana (que también existe) y a la muy vasca (que puede asomar la cabeza en cualquier momento). Y para ello hay que oponerse a que gocen de espacio para propagar su mierda porque no es legítimo que aquellos que pretenden imponer el totalitarismo, aquellos que odian al diferente, aquellos que levantan la mano como si quisieran pedir un taxi pero en realidad lo que piden es el regreso de los genocidas fascistas europeos, tengan ningún tipo de espacio.
Porque su mierda, su discurso del odio, no es legítimo y nunca lo será. Faxismoa kanpora!
Artículo de opinión de Toni Ramos, militante de Alternatiba.