Han pasado 50 años desde que comenzaron en Euskal Herria las primeras protestas ecologistas. La lucha del movimiento antinuclear durante la transición fue el máximo exponente de la lucha ecologista en el país. Pese al marcado carácter pacifista de esta lucha, activistas como Gladys pagaron con su vida este gran compromiso. No olvidemos que la Transición fue un periodo de gran represión contra los movimientos y luchas sociales, dejando una gran cantidad de víctimas.
Una de esas víctimas fue Gladys del Estal Ferreño, militante ecologista asesinada el 3 de junio de 1979 en Tudela por los disparos del Guardia Civil José Martínez Salas en una protesta pacífica, antimilitarista y antinuclear.
Esta protesta venía marcada por el amplio rechazo al polígono de tiro instalado en el Parque Natural de las Bardenas desde 1951. Causa a la que se añadió el proyecto de construcción de una central nuclear en el soto de Vergara, entre Arguedas y Tudela, colaboración entre Iberduero, hoy en día Iberdrola, y el Gobierno central.
Como resultado de la gran lucha de personas como Gladys y del movimiento ecologista existente en Euskal Herria, esta central nunca llegó a construirse. En ese mismo periodo de tiempo, el accidente nuclear de la central de Three Mile Island (Harrisburg, EEUU), provocó el fortalecimiento y la activación de un movimiento ecologista fuerte a nivel europeo.
La jornada de protesta en Tudela transcurría con aparente normalidad, con un carácter claramente festivo y pacífico y con gran afluencia de activistas. Todo se truncó cuando las fuerzas policiales, durante el transcurso de una sentada pacífica, comenzaron a cargar y utilizar la fuerza contra los y las manifestantes. Uno de ellos, José Martínez Salas, golpeó a la joven donostiarra y, una vez tendida en el suelo, le disparó en la cabeza.
El asesino de Gladys fue condenado a 18 meses de prisión que nunca cumplió. Es más, “por su entrega y labor en la Ribera navarra”, fue condecorado en dos ocasiones. Una de ellas, la Cruz del Mérito de la Guardia Civil con Distintivo Blanco (1982); resolución firmada por el Subsecretario de Interior Juan José Izarra del Corral, político de larga trayectoria con numerosos cargos en la época franquista y posteriores etapas de UCD y PP, amparado en la ley tardofranquista de 1976 y ordenada por el propio Rodolfo Martín Villa. La segunda, unos años más tarde (1992), por el alcalde de Tudela del PSOE: José Antonio Sola.
La actitud represiva y violenta de las fuerzas policiales no acabó con el asesinato de Gladys. El día de sus funerales en el barrio donostiarra de Egia, se concentraban más de 2.000 personas para acompañar a la familia en la despedida de la activista ecologista. Al igual que en Tudela, las fuerzas policiales irrumpieron en el barrio: policías camuflados dentro de la iglesia, dura represión y violencia en la calle; pelotas de goma, botes de humo, personas y familiares corriendo. Todo valía, la impunidad policial seguía campando a sus anchas.
Pese a ello, solo se escuchaban aplausos desde las aceras y desde los balcones de las casas al paso del féretro con el cuerpo de Gladys, sus familiares, amistades y quienes le habían acompañado en la militancia, que no cesaron hasta la llegada al cementerio.
Gladys y los motivos de su lucha se convirtieron en símbolo del movimiento ecologista y su muerte, otro ejemplo más de la impunidad policial imperante durante la Transición que se alarga hasta nuestros días.
Los motivos que llevaron a Gladys a luchar hace 40 años aquel día en Tudela, el ecologismo, el ecofeminismo, la lucha antinuclear o la oposición al polígono de tiro, siguen hoy en día presentes y nunca se perderán de vista en la hoja de ruta. Gladys fue asesinada por defender la tierra, el agua y el sol. Gladys fue otra víctima del Estado sin reconocer de ese periodo de paz sin paz llamado Transición.
David Mangado – Alternatiba