Ésta ha sido una campaña atípica, aunque mucho me temo que las primeras lecturas de los partidos serán de lo más típicas.
El ganador -sin grandes sorpresas, el PNV- agradece el caudal de confianza que vuelve a recibir para seguir gobernando la CAV, junto a su partido muleta –el PSE- en la misma línea en que lo ha hecho hasta ahora.
El aumento de la abstención puede atribuirse a la Covid-19, a la fecha veraniega de las elecciones o al hartazgo de la sociedad. También puede deberse a que parte de la ciudadanía llamada a las urnas no ha creído a Urkullu cuando éste afirmaba que ir a votar durante la pandemia era tan seguro o más que irse al monte o a la playa.
Pudiera parecer que este resultado, para el partido de Ortuzar, sea fruto de una gestión inmaculada y alejada de amiguismos, de chapuzas y de arrogancia, o consecuencia del caudal de empatía y magnetismo que desprende el señor Urkullu. Pero considero que, seguramente, la llamada “incertidumbre post-covid” ha recuperado aquella frase de un militar guipuzcoano -convertido en religioso- que dijo eso de “En tiempo de desolación, nunca hacer mudanza”.
Mis amigos se dividen dos grandes grupos. Unos, los que piensan que se terminarán las obras del TAV antes de completar el Estatuto de Gernika; y otros, los que piensan que finalizarán la Sagrada Familia de Barcelona antes de completar el Estatuto. El nexo de unión entre los dos grupos es que ambos piensan que el PNV volverá a hablar del “nuevo estatus” en la XII legislatura sin voluntad política real de materializar nada, como así sucederá.
EHbildu, aunque lejos de disputar aún la hegemonía del PNV, ha obtenido unos resultados notables que superan las previsiones de las encuestas electorales. En términos prácticos, mantiene cómodamente su segundo puesto. Quizá llega a EHbildu el momento de iniciar una sosegada reflexión interna, profunda y seria sobre cómo sacudirse la etiqueta de eterno segundón. Ha obtenido un bien resultado en el que asentar los cimientos de un proyecto alternativo al PNV, comandado por un equipo conformado para realizar un recorrido a medio-largo plazo con el que disputar el liderazgo a la formación jeltzale. Bajo ese liderazgo, EHbildu tiene que la oportunidad de formularse preguntas como: “¿Qué quieres ser de mayor? y ¿qué vas a hacer para conseguirlo?”.
El PSE, escondido bajo las alas del PNV y desaparecido desde la tragedia de Zaldibar y la pandemia de la Covid-19, ha mejorado escasamente sus resultados con respecto a los de hace cuatro años. Es verdad que empeorarlos habría sido muy difícil, y más aún con las riendas del poder en Madrid. La previsible reedición del bipartito anuncia mero continuismo sin que sirva para tirar del ejecutivo hacia posiciones más a la izquierda, algo que a nadie sorprenderá. Pero si se hunden los dos socios del Gobierno de Madrid… es que tienen un problema.
Elkarrekin Podemos ha dejado muchos votos en el camino -pierde casi la mitad de la representación-, así como una cantidad nada desdeñable de heridas internas y de ilusiones frustradas. Lo más sonado de su campaña ha sido la metedura de pata de Echenique con respecto a los GAL; descubrir a Gorrotxategi citando a ‘Pirritx eta Porrotx’; y el incalificable vídeo de los Power Rangers, que me recordó aquella frase que escuchaba de pequeño: “No es lo mismo caer en gracia que ser gracioso”. Y, la verdad, ni lo uno ni lo otro, Podemos no ha caído en gracia. Si hace cuatro años hasta EHbildu miraba de reojo a la candidatura de Pili Zabala, la realidad electoral está muy lejos de la que llego a ser. El espacio político que representa deberá ser tenido en cuenta en un futuro, pero dudo mucho que vuelvan a apostar por fórmulas esperpénticas como la de un vídeo que evidencia que algunos, en su ánimo de asaltar los cielos, simplemente están en las nubes. El batacazo vasco y gallego les obliga a una reflexión sobre las razones de la sangría de apoyo social.
La derecha española representada por el PP+Ciudadanos, va menguando su representación poco a poco tras valerse de una campaña, un mensaje y un candidato en blanco y negro más propio de una película de Berlanga que de una oferta electoral adecuada a la sociedad vasca del siglo XXI. Pero al PP de Madrid nunca le ha importado el resultado electoral en la CAV. La realidad es que “lo vasco” ha sido solo una vía de legitimación electoral en otros territorios.
Me gustaría hacer una mención a Equo y a su candidato Becerra. Los comicios dejan claro que el buen trabajo parlamentario en sí no es garantía de un buen resultado electoral.
Si hay un elemento lamentable es la irrupción de Vox en el Parlamento Vasco, que no representa otra cosa que el fascismo institucional. Sólo consuela el hecho de que, en realidad, no han hecho más que capitalizar el accesible «escaño Maneiro».
Se abre ahora una nueva legislatura para la política continuista del tándem PNV-PSE, que goza de mayoría parlamentaria para hacer y deshacer leyes en el Parlamento Vasco (y también en las Juntas Generales). El contexto económico y social va a exigir a los grupos del gobierno más competencia, más capacidad de diálogo y más empatía que la que han mostrado hasta ahora. Mal haría Urkullu y su equipo en interpretar la victoria como un cheque en blanco, ya que los tiempos que vienen van a exigir corresponsabilidad y coliderazgos, algo que le resulta muy complicado al lehendakari.
Jon Albizu – Alternatiba
Publicado en El Diario Norte