Charlamos con Mari Mar Ruíz y Enry Arrizabalaga, trabajadoras de residencias privadas de Araba en lucha desde comienzos del 2019 por unas condiciones laborales dignas y un sector de cuidados de calidad. Con la aparición de la pandemia, el sistema de cuidados no ha hecho más que empeorar y precarizar, más si cabe, a sus trabajadoras. Nos hablan de su lucha.
Como trabajadoras de cuidados lleváis un largo proceso de denuncia de vuestras condiciones laborales y de la precarización de las políticas sociales que afectan a vuestro sector. Tras la aparición del Covid-19 todo parece haber empeorado, ¿cuáles creéis que son las necesidades y reivindicaciones más urgentes del sector de cuidados en residencias ahora mismo?
El sector siempre ha tenido muchas carencias y necesidades urgentes, y es por ello que venimos más de un año luchando por cuestiones prioritarias y urgentes como la reducción de las excesivas horas de trabajo anuales (1792) para poder disfrutar de más días de descanso, la ampliación de ratios, un aumento salarial digno o establecer un convenio provincial propio.
El Covid-19, efectivamente, ha agravado más si cabe toda esa precariedad. Desde que se desatara la pandemia, la falta de EPIS ha sido continua, partiendo de lo más básico, las mascarillas, teniendo que trabajar con la misma hasta 3 días. La falta de personal y los cambios constantes del protocolo han sido otra de las carencias más evidentes, teniendo que hacer frente a una mayor carga de trabajo con menos personal. Sin olvidarnos de las pruebas PCR que no parecían llegar nunca y no se realizaron hasta mayo; y gracias a la insistencia de los sindicatos.
Es necesario abordar todas estas cuestiones sin dilatar más los tiempos. Todas nuestras demandas se pueden y se deben mejorar a través de una negociación de un convenio propio en Araba, pero requiere de voluntad política por parte de la institución.
No es un capricho. La dignificación del sector de cuidados es la única manera posible de que las trabajadoras nos encontremos en mejores condiciones laborales y poder así realizar el trabajo de manera adecuada para el bienestar de las y los usuarios.
En la legislatura 2011-2015 la Diputación de Gipuzkoa gobernada por EH Bildu se puso de parte de las trabajadoras de las residencias de este territorio en sus reivindicaciones, enfrentándose a la patronal. No parece que en las diputaciones en manos del PNV vaya a actuarse igual. ¿Qué le pedís vosotras a las instituciones?
A la diputación le pedimos establecer un convenio provincial digno como el de Bizkaia o Gipuzkoa, en el que hay menos horas de trabajo y cobran entre 1.300€ y 1.400€ al mes, mientras que en Araba el salario base no llega a los 1.000€. Asimismo que fuerce a las residencias de gestión privada a constituir una patronal, y les exija unos mínimos que ofrezcan a los usuarios las mismas condiciones y servicios que en la pública. Por supuesto, que se amplíe el ratio del personal equiparándolo al de la pública, ya que en la privada, en la mayoría de los casos no son reales, empezando por no contar el personal que está de baja larga y de excedencia. También reclamamos la ampliación del horario médico y enfermería, y un largo etcétera.
Por otro lado, ante la Covid-19, ahora que estamos en un momento algo más relajado, sin bajar la alerta, echamos en falta formación práctica para trabajar de manera segura para las trabajadoras, usuarios y familias.
La institución es conocedora del envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida de nuestros mayores, y en ese sentido, de la importancia que cobran las residencias para la sociedad en materia de cuidados. Sin embargo, la Diputación no abre nuevas residencias, únicamente concerta plazas en las privadas, donde el ratio cumple con el mínimo legal, las trabajadoras cobramos un sueldo indigno y las y los residentes no tienen las mismas prestaciones que en la pública. En prensa, un representante de la diputación afirmaba que la institución no concertaría plazas en residencias donde las trabajadoras estuvieran infra-asalariadas. Y yo le pregunto, ¿968€ con dos festivos trabajados es un salario digno?
¿Y a los sindicatos y familiares de personas usuarias?
A los sindicatos les pedimos mayor implicación en el tema y que ejerzan más presión sobre las instituciones.
A las familias, les pediríamos más respeto y comprensión hacia las gericultoras. Conocemos mejor que nadie a sus mayores, somos quienes más horas pasamos con ellos y quienes trasmitimos su malestar al médico o enfermera. Sin nuestras observaciones los Sanitarios no tienen información.
Las auxiliares no somos psicólogas, ni responsables del libro de reclamaciones, ni limpia culos y menos sanitarios. Somos auxiliares. Por eso pedimos comprensión… si un día no sonreímos, no es porque estemos amargadas, tal vez estemos cansadas o tristes por la defunción de algún residente. Es cierto que para las familias somos la cara más visible de la residencia, pero seguimos siendo auxiliares, a pesar de que realicemos funciones que no nos competen, como por ejemplo administrar medicación, cuando en la pública la administrar las enfermeras. Las familias deben recordar que por encima nuestro hay un equipo técnico al que pedir cuentas.
Vivimos en un sistema capitalista donde las mujeres asumen el rol reproductivo de la vida a través del cuidado mientras el hombre asume el productivo, ¿creéis que esto ha quedado más en evidencia con la pandemia?
Sentimos que no ha quedado nada en evidencia. Es un sector invisibilizado y feminizado, con pandemia y sin ella. Con nuestro salario no se puede mantener dignamente a una familia, pero las mujeres nos vemos obligadas a ello. Los cuidados recaen sobre las mujeres porque nos han enseñado a ser más pacientes, generacionalmente se nos ha educado para ello y es así como terminamos cuidando de hijos, nietos y padres.
Otro factor importante es la situación de precariedad en la que se encuentran las mujeres migrantes, mayormente de procedencia latinoamericana. Ante esta realidad, las instituciones miran hacia otro lado favoreciendo el abuso hacia este colectivo, consintiendo que mujeres en una frágil situación trabajen sin papeles y acepten condiciones laborales muy precarias y situaciones personales indignas.
La persona que cuida es aquella que cubre las necesidades de la vida diaria del mayor, no es un ‘multiusos’. Se les pide que cuiden, limpien, cocinen, mediquen y paseen al mayor a cambio de un sueldo muy indigno. En este sentido, se ha pasado de ser empleada del hogar a cuidadora. Se debería partir de la base que un cuidador no tiene preparación profesional y por lo tanto sus tareas no deberían ser las que desarrollamos gericultoras y auxiliares. Una profesionalización de los cuidados es necesaria para garantizar la dignidad de todas las profesionales.
¿Por qué hay tanta residencia privada?
A las instituciones nos les interesa abrir residencias públicas. Alegan que supone mucho gasto. Y mientras, la diputación autoriza abrir residencias situadas en pisos de menos de 14 residentes en las que los mayores no tienen ni camas articuladas, ni médicos , ni enfermeras, estas necesidades se cubren con llamadas telefónicas.
A fin de cuentas, este es un negocio más que rentable. De hecho en Vitoria están abriendo residencias y pisos comunitarios como ‘champiñones’ dirigidos por empresarios que solo buscan su amortización y el mayor beneficio posible. Es inaceptable que un sector tan necesario y fundamental para le dignidad de la vida sea haya convertido en una máquina de hacer dinero a costa de las trabajadoras y en detrimento de los mayores.
Y ahora que volvemos a esa “nueva normalidad” ¿qué urge cambiar socialmente?
Urge cambiar la concienciación social, institucional y de las familias de residentes. No son conscientes de la situación real. Por ello, como hemos dicho anteriormente urge modificar el convenio estatal y un buen convenio provincial.
Durante la pandemia ha quedado en evidencia la necesidad de profesionales gericultoras. La propia diputación nos pidió ayuda para hacer frente en los peores momentos de la pandemia. Si servimos para hacer frente a una crisis sanitaria y de cuidados, ¿por qué las gericultoras hasta este momento no han tenido plaza en residencias públicas?
¿Cómo os veis a vosotras mismas de aquí a 7 años?
Con este ritmo de trabajo y con los sobre esfuerzos que realizamos en el día a día, a los 62 años me veo físicamente como un mayor de 80 años. Este es el único trabajo que podemos realizar dentro de nuestra empresa, no se nos puede reubicar como ocurre en otras, por lo que a esa edad seguiré realizando labores que supongan coger grandes pesos cuando deberían estar realizando esas mismas tareas sobre mí.
Además una vez jubiladas cobraremos una verdadera porquería de pensión. Esto es un tema en el que se debería de tratar y valorar a la hora de negociar el nuevo convenio.
Es justo decir que las auxiliares a través de nuestro trabajo realizamos una función fundamental para la sociedad. Nuestro material de trabajo son personas, que a su vez son padres, abuelas y hermanas de otras personas. Es un trabajo muy humano y precisamente por eso, debe tener el reconocimiento social e institucional que se me merece.